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SOLLOÍNA

"Diagonal" bienvenida

Hoy ha nacido una nueva revista. Se llama "Diagonal", es quincenal y cuesta dos euros. También está en Internet. Quiere ser una presencia alternativa, la voz de la contrainformación. Sus referentes europeos son los franceses "Liberation" y "Le Monde Diplomatique", y el italiano ex comunista "Il Manifiesto". Una oferta mediática que quiere ocupar el amplio espacio de la izquierda en el que ahora (a)campa a sus anchas "El País" como único referente cabreante para miles de lectores que se desayunan cada mañana con el social-liberalismo ilustrado (e interesado) de los muchachos de Polanco. O, en el caso de los desencantados que sólo aspiran a epatar, con Pedro José haciendo de justiciero universal, más famoso por la negrura de lo que oculta que por lo amarillento de lo que cuenta.
"Diagonal" parece ser el primer intento serio de prensa izquierdista desde aquel fugaz proyecto que fue "Liberación", en los primeros 80, y en el que, todavía estudiante, colaboré con la ilusión del neófito. (Aún guardo algún ejemplar y en este despacho cuelga una página enmarcada donde aparece una foto en la que entrevisto al obispo Echarren: me recuerda que también fui joven). Como ahora en "Diagonal", allí había grupos de apoyo. Más: hubo una movilización total de la izquierda alternativa y de los residuos de la ultraizquierda, con aportación de fondos personales (escasos, pero comprometidos), asambleas, manifiestos: lo propio de la época, con lo sueños aún intactos tras el primer triunfo socialista en Francia y España.
Pero la nave zozobró antes siquiera de alcanzar el Cabo de Buena Esperanza. Errores propios: cierto iluminismo doctrinario, radicalismo de cortas miras, complacencia con el abertzalismo proetarra, obrerismo militante y, en fin, alejamiento de las preocupaciones del común de los ciudadanos, más instalados en la titubeante clase media que en las al(h)aracas revolucionarias... E intereses ajenos: la actuación de bancos, grupos mediáticos, anunciantes y distribuidores, dispuestos a impedir la consolidación de una oferta que cuestionaba las bases del capitalismo que, como se ha comprobado luego, eran las mismas del incipiente sistema democrático. (Aquella peripecia la ha contado, según descubro ahora en Google, el escritor Andrés Sorel, que fue impulsor y presidente del peridódico, en un libro "Liberación. Desolación de la utopía", Ediciones Libertarias, Madrid, 1985). Desconozco los entresijos, pero recuerdo haber oído entonces que el difunto Francisco Fernández Ordóñez, ala socialdemócrata de UCD primero y ministro del PSOE después, respaldó al diario hasta donde pudo y luego en el cierre y su resolución laboral. Porque "Liberación" no sobrevivió. No había publicidad ni ventas suficientes. Sólo esperanza e ilusión. Y con ellas no se imprime un periódico. Ni, peor, se paga a los trabajadores; al menos no en esta sociedad capitalista. Por mucha justicia revolucionaria que se reclame. Deseo de verdad que en "Diagonal" lo hayan aprendido y puedan consolidarse con renovadas ilusiones y esperanzas. Aunque (parafraseando a Neruda) nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

2 comentarios

Anónimo -

A uno siempre le alegran estas novedades en el mercado o mercadeo del periodismo por amor al arte o por odio contra lo que no es periodismo, pero corroboro el verso nerudiano y recuerdo que, tarde o temprano, toda publicación (re)descubre que vive en el capitalismo, tan feroz o realista como siempre. Cada día me cuesta más la utopía. A propósito, enhorabuena a Solloína: ¿has leído lo que dice Tom Wolfe, tan odioso en algunos aspectos, sobre los "blogs", único refugio del periodismo independiente?

e la nave va -

Pues bienvenida a "Diagonal" y lo más importante:que dure .Esa será la señal de que se alcaza el objetivo de más pluralismo desde la izquierda.Por cierto, que yo creo que es mucho más imporante "nacer para" que "nacer contra".Ya sé que hay mucho contra lo que luchar pero estoy convencida de que la primera fortaleza a asaltar es la de nuestras conciencias, la de nuestros prejuicios y la nuestros deseos de no ver más allá de nuestro ombligo.