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SOLLOÍNA

La fenómena Cani

La vida y la subsistencia me han llevado esta mañana hasta la Jefatura Superior de Policía de Sevilla. Se incorporan 110 nuevos policías. Apatrullando la ciudad, que diría Torrente. En el corrillo posterior, plumillas y alcachoferos indagan otra vez sobre los canis. A bocajarro la pregunta de la redactora de un medio público: “Asociaciones, vecinos y demás se quejan de inseguridad, pero ¿no contribuyen a crear una mayor inseguridad los jueces que ponen en libertad inmediata a los detenidos?” Harry el Sucio sonríe al otro lado de la valla. Charles Bronson la seduce con una mueca de aprobación. ¡Jueces, bah, cómplices! Ella se ruboriza satisfecha mientras los restos de la democracia, la división de poderes, la presunción de inocencia se diluyen en al aire fresco de la mañana, refugiados en el vahído de la sagaz reportera que da voz a la sociedad. A toda la sociedad. Uno a uno pidiendo cárcel. La autoridad socialdemócrata responde en el filo de la navaja. Nunca relacionará la inseguridad con las decisiones judiciales, que acata, aunque no siempre comparta. No hay que quitar importancia, pero tampoco magnificar este fenómeno. Leve retroceso tras la alarma. Y sigue: 350 identificaciones durante el fin de semana; ninguna nueva denuncia; ningún arresto nuevo. Le pregunto si es objetivo hablar de fenómeno o sería más exacto referirse a actuaciones puntuales de pandillas juveniles. La justa medida, dice: Comprensión para los padres intranquilos y actuación policial decidida. Prudente, omite apuntar a la prensa conservadora y su campaña contra los canis (esos chicos que llegan en bandadas desde la periferia hasta la movida con sus prendas de mercadillo, su aire suburbial, la altivez matonil de quien ya ha perdido mucho y acumula resentimientos y falta de expectativas: de Rousseau a Marx, la mala leche histórica, las víctimas a uno y otro lado). La socialdemocracia tiene asumido que Economía y Seguridad son asuntos de la derecha, y así actua, en el filo frío, las riendas cortas, los votos. Hasta Rosa Aguilar, alcaldesa de Córdoba, sector moderado de Izquierda Unida, ha desalojado sin miramientos a un grupo de inmigrantes rumanos. Por alterar la convivencia. Estos pobres no llegan ni a canis.

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