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SOLLOÍNA

Él, Roa Bastos

Él, Roa Bastos La cultura latinoamericana rinde hoy homenaje al escritor paraguayo Augusto Roa Bastos, que falleció ayer en Asunción a los 87 años. Considerado el último gran realista de la generación del «boom» iberoamericano, Roa Bastos alcanzó la cumbre literaria con sus obras "Hijo de hombre" y, sobre todo, "Yo, el supremo". Publicadas en 1960 y 1974 respectivamente, entremezclan mito e historia, épica y lírica, español y guaraní, exilio y reino, Paraguay y América Latina.
El autor fallecido se inspiró constantemente en los abusos de poder de Stroessner, a quien en sus ensayos llamaba Tiranosaurio. Describió al régimen absoluto de éste como "la más larga y oprobiosa dictadura que registra la cronología de los regímenes de fuerza en suelo suramericano". Su regreso definitivo a Paraguay, país que le había arrebatado la nacionalidad, fue en 1996, tras poner fin a 50 años de exilio.
En 1989, Roa Bastos obtuvo el Premio Cervantes, en cuyo discurso dijo:
La concesión del Premio Cervantes, en la iniciación de esta nueva época para mi patria oprimida durante tanto tiempo, es para mí un hecho tan significativo que no puedo atribuirlo a la superstición de una mera casualidad. Pienso que es el resultado -en todo caso es el símbolo- de una conjunción de esas fuerzas imponderables, en cierto modo videntes, que operan en el contexto de una familia de naciones con la función de sobrepasar los hechos anormales y restablecer su equilibrio, en la solidaridad y en el mutuo respeto de sus similitudes y diferencias.
Mucha falta les hace este equilibrio a las colectividades de nuestra América, frágiles y desestructuradas por su dependencia y sometimiento a los centros mundiales de decisión, causa central de sus problemas internos, de su inmovilismo, de su atraso, de su desaliento(...)
Hace un momento hablaba de un hecho que me enorgullece: el haber plasmado mi novela Yo el Supremo en el modelo del Quijote con esa apasionada fidelidad que puede llevar a un autor a inspirarse en las claves internas y en el sentido profundo de las obras mayores que nos influyen y fascinan. El núcleo generador de mi novela, en relación con el Quijote, fue la de imaginar un doble del Caballero de la Triste Figura cervantino y metamorfosearlo en el Caballero Andante de lo Absoluto; es decir, un Caballero de la Triste Figura que creyese, alucinadamente, en la escritura del poder y en el poder de la escritura, y que tratara de realizar este mito de lo absoluto en la realidad de la ínsula Barataria que él acababa de inventar; en la simbiosis de la realidad real con la realidad simbólica, de la tradición oral y de la palabra escrita.

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