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SOLLOÍNA

Rocío Jurado

Ha muerto la Voz, nuestra Voz.

La vi de niño a menudo en la feria del pueblo, cuando todavía no había llegado Miami ni los managers, cuando pasaba de la copla oscura al flamenco hondo sin vuelos por el pop facilito. Daba tanto gusto oirla cantar como horror algunas de sus entrevistas o sus sofisticadas poses de diva. Aunque nunca perdió de vista la referencia del faro de Chipiona. Su poder era su garganta, su canto, que parecía llegado del fondo del mar. Como una ola.

Sea en su honor. 

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