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SOLLOÍNA

De Paco Márquez, mi amigo

El pueblo anda alborotado. (En Los Palacios y Villafranca siempre decimos “el pueblo”, incluso para preguntar el resultado del equipo de fútbol local). Paco Márquez, el director de la radiotelevisión local, ofreció el domingo pasado el Pregón de la Hermandad del Rocío y la emoción todavía perdura. Me pidió ser su presentador y, por razones que el visitante que tenga la osadía de continuar la lectura entenderá, accedí. Ahora otro amigo, Julio Mayo, historiador palaciego y archivero municipal, me pide –“por aclamación”, dice en un afectuoso correo- que traiga al blog la presentación. Pese al pudor, tampoco he podido negarme.

 

PRESENTACIÓN DE PACO MÁRQUEZ

PREGÓN DEL ROCÍO, 20 DE ABRIL DE 2008

 

Sean bien hallados vecinos y romeros.

Autoridades. Señor Alcalde, don Antonio Maestre.

Señor Párroco de la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, don Luis Merello.

Representante de las Hermandades de Penitencia, don José Lay.

Hermano Mayor de la Hermandad de San Isidro, don Manuel Falcón.

Hermano Mayor de la Hermandad del Rocío, don José Calancha.

 

Con su venia.

 

Vengo esta mañana de primavera a presentar al pregonero de la Hermandad del Rocío de Los Palacios y Villafranca. Y llego aquí con una mezcla feliz de orgullo y agradecimiento.

 

Orgullo porque el pregonero, Francisco Márquez Moral, nuestro Paco Márquez, es mi amigo desde hace casi 40 años. Juntos vivimos los descubrimientos titubeantes de la adolescencia, los caminos inciertos de la juventud entre estudios, trabajos y amores.

Juntos alcanzamos la madurez que conceden los años, con renovadas ilusiones, entre más trabajo y más amores: Los que nos enlazan a las mujeres y los hijos que comparten nuestras vidas: Margarita, Ana Margarita, Paquito, Pepa, Aitana.

 

Y agradecimiento por tener la oportunidad de intervenir en uno de los actos más relevantes de la Hermandad del Rocío. No en vano su Pregón es el más antiguo del pueblo. Es cierto que yo no soy rociero. Pero mi padre José es hermano de antiguo, y de chico me impulsaba sobre la cabeza de los almonteños para que estas manos tocaran los varales de la Señora; y recuerdo a mi abuela Aurora y a mi madre Rosario trastear bajo el toldo del camioncillo para atender a todo romero que se acercara; y ya de adulto, en la Aldea, con mi mujer, antes de que la moda multiplicara el gentío, he dado una cabezada en el coche después de ver salir a la Virgen, antes de volver al pueblo, en la madrugada del Lunes de Pentecostés.

 

Quiero decir que el Rocío es de todos. De los que van y de los que nos quedamos. El Rocío forma parte de nuestras vidas. Está en nuestros genes como aprendizaje, como cultura, como religiosidad.

 

Son experiencias que ha vivido intensamente nuestro pregonero. Cómo no va a hacerlo, si Paco Márquez nació en la Calle de los Perros, a la sombra misma de lo que fue el castillo, en el corazón de Los Palacios.

 

Allí creció este niño enfermizo y pinturero, estudiante a trompicones, inquieto ante lo nuevo. No había aventura a la que Paco no se apuntara sin reparar mucho en el riesgo. Con los años he aprendido que a su lado las cosas suelen salir bien. Pero entonces éramos unos chiquillos que tanteábamos la vida.

 

Tuvimos la suerte de crecer con la democracia y de dar cauce a la rebeldía juvenil, con un fondo musical de Triana: Hijos del agobio y del dolor que querían entender el sentido de las cosas. Paco participó en asociaciones, en propuestas culturales, en proyectos políticos. Ese compromiso, siempre en la esperanza y el trabajo por construir un mundo mejor y más justo, lo mantiene hoy día con el mismo empeño.

 

Y cuidando del pregonero, velando por su felicidad y su futuro, una mujer excepcional, su madre Ana, que nos recibía, cariñosa y matriarcal, sentada a una puerta siembre abierta. Doña Ana Moral, que con tanto mimo nos lo crió, se nos fue hace un mes y 21 días. Esa ausencia ha respirado con Paco mientras labraba su pregón con lágrimas. Y ese dolor, que es el mío, también acompaña hoy al pregonero.

 

Pero él sabe dónde encontrar a su madre. Mira al cielo. Ella está en su mecedora, protegiéndonos y sonriendo por las cosas de su Paquito. Como entonces.

 

Y recordará que con apenas quince años un teatrero quiso llevárselo a Madrid porque le vio madera de actor. Sólo fue una tentación. A ella le pudo el miedo de madre y a él la responsabilidad de hijo.

 

Luego vinieron las rudezas de la vida. Casi adolescente aún, el pregonero trabajó en el yeso para ganarse el pan, cuando el teatro ya le abría ventanas a otros mundos. Aquellas noches en Málaga, tras un duro día en la escayola, leía las obras que tenía que representar en el pueblo. Por la mañana, en el tajo, se las recitaba a los compañeros. "Si tu eres un artista", le decían.

 

Poco después el virus de la comunicación se le quedó atrapado a la garganta. Paco se convirtió en la voz de la primitiva radio local. Pudo acomodarse pero quiso aprender. Hizo un curso de locución y presentación en Sevilla, con primeras figuras del gremio. Destacó entre ellas hasta tal punto que la Cadena Ser le hizo un contrato de periodista. Todavía le echan de menos.  

 

Pocos saben que en aquella época la Ser le ofreció la dirección de la emisora de Almonte. Buen sitio, ¿verdad, rocieros? Y la rechazó para trabajar, ya siempre, en su pueblo y ser la imagen de la incipiente televisión local. Creo que se quedó con nosotros porque él no quería estar cerca del Rocío; el soñaba con hacer el camino con su Hermandad de Los Palacios y Villafranca.

 

Y siguió preparándose. Ya casado, y con responsabilidades propias de la edad, aprobó el acceso a la Universidad para mayores de 25 años, se matriculó en Derecho y sacó adelante algunas asignaturas. ¿Os imagináis a nuestro Paco de ilustre abogado? Mejor como director de la radio televisión local, cargo que ocupa desde hacer varios años y desde el que realiza una magnífica labor de comunicación para llevar a nuestras casas los aconteceres del pueblo. También es directivo de la Asociación de Emisoras Municipales de Andalucía y goza de un merecido prestigio.

 

Porque nadie le ha regalado nada. Porque nunca ha tenido nada que no se haya trabajado día a día. Porque se ha hecho a sí mismo.

 

Paco es uno de los nuestros. De los que viven y sienten como todos nosotros. De los que quieren a su pueblo y a sus gentes. Le puedes ver con los amigos de la caseta de feria El Cortijo Chico, en cualquier velada, preparando el carro para la Romería o la escapada a Villamanrique o al Rocío, mientras discute entre risas con su cuñao Joaquín y mi compadre El Pollero.

 

Le podéis encontrar atendiendo solícito cualquier favor, escuchando a la vecina o al conocido que lo para por la calle como si se parase el tiempo. Y si le viene bien, o lo necesita, se pierde en el campo, donde estorba más que hace, como le dice su hermano José Manuel, pero donde recibe la savia poderosa que nos une a esta tierra.      

La misma savia y la misma raíz que le ha impulsado durante años a contarnos desde la televisión el camino del Rocío. Para traernos, a los que nos quedábamos, todo el misterio, la solemnidad, el bullicio y los olores; la armonía y la solidaridad y la convivencia de los romeros.

 

¡Quién no ha visto a Paco Márquez, micrófono en mano, en Colina y en Palacio zarandeado en la trasera de una furgoneta! ¡Quién no lo ha visto convenciendo a un tractorista desesperado en un atasco o a un guardia civil de reglamento para acortar el trayecto por sitios imposibles!

 

A Paco con los pies hundidos en la arena, retransmitiendo el paso por la Raya. A Paco en el Quema con el agua en la rodilla. A Paco ante la Ermita con sus peregrinos de Los Palacios. Para luego, a la carrera, traer la cinta para que todo el pueblo pudiera ver y sentir la magia del día de camino.

 

Cuántos nuevos rocieros ha hecho Paco al mostrarnos, desnudo de artificio, en toda su autenticidad, la esencia del Rocío y de sus gentes palaciegas. 

 

Dice Paco en la entrevista que publica el boletín de la Hermandad que ser "rociero es ser buena gente", aquel cuya mano siempre encuentras cuando la necesitas. Os puedo asegurar que la Junta de Gobierno no ha podido encontrar a un rociero más auténtico para este Pregón. Porque Paco es, sobre todas las cosas, "en el buen sentido de la palabra, bueno", como escribió Machado.  Un niño grande al que la vida hace adulto cada día.

 

Nunca parece triste. Nunca le verás un mal gesto, un mohín de fastidio, un desplante. Os puedo asegurar que a su lado la vida pesa menos y los problemas, o no lo son, o tienen un perfil positivo, tan cercano a la risa. Porque Paco es pura alegría. Pura amistad. Puro corazón.

 

Me consta que hubiera querido ser un peregrino antiguo, de los de medalla vieja y cordón renegrío. Pero no siempre la vida nos acompaña en los deseos, aunque él no desiste en su empeño. Ni en su fe.

 

Son pocos sus caminos del Rocío, pero muchos sus sueños. Y como bien saben los buenos romeros, hay caminos que se hacen con los sueños del corazón. El corazón que nos entrega esta mañana el niño de Doña Ana, mi amigo, don Francisco Márquez Moral.

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