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SOLLOÍNA

¿Qué hay de lo mío?

Emilia Casas, la presidenta del Tribunal Constitucional, se ha metido en un lío por querer ayudar a la amiga de una amiga. La ha salvado el Tribunal Supremo en el penúltimo instante. Pero no es suficiente.

No lo es cuando la quinta autoridad del Estado aconseja cosas como ésta:

"Siempre podrá provocar usted, su abogado lo sabe, alguna nueva actuación judicial que le permita llegar al Tribunal Constitucional en amparo, no".

"Eh, si alguna vez va en amparo, pues ya me vuelve a llamar".

Los jueces del Supremo consideran que no hubo "asesoramiento" (quizá como medida de precaucación ante las barbas del vecino; vecina en este caso) y que la conversación "se ajustó a los usos sociales". 

Para educar a la ciudadanía en esos usos de alto nivel propongo que la presidenta cuelgue en la web del Constitucional su número de móvil; por si tenemos un problemilla. Mientras, que la señora Casas aprenda a conjugar el verbo dimitir en su acepción principal: Me voy, me voy, me voy. 

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