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SOLLOÍNA

Tarde de hospital

Interrupción abrupta del asueto allende la marisma. Hasta la sobrecogedora entrada del hospital, no por familiar menos amenazante siempre. Rara vez se viene para algo bueno a este sitio. Hubo silencio nocturno el sábado en urgencias, extrañamente vacía, como si la Pasión festiva hubiese aliviado a los enfermos de los diarios males. Hubo bullicio dominical. Pacientes que caminan pasillo arriba/abajo con la compañía plácida de familiares y amigos; pacientes en la cama quejosos de algún malestar, de alguna espera dolorosa o esperanzada. Todos preocupados en esta tarde aún más extensa con el cambio de hora que alarga el sol hasta las ocho y media casi. Hay quien ve la tele con desgana. Como si el tiempo no pasara. Algunos fuman en la escalera con esta fea costumbre tan popular de no respetar norma alguna por saludable que sea. Igual me he convertido en un ortodoxo ex fumador, pero me desagradan estos humos furtivos exhalados con el mayor descaro o la menor hurtadilla. Ojos perdidos en la prohibición. Acecha el lunes con olor a quirófano, a miedo de bisturí; tan próximo. La gente se despide entre buenos deseos, afectivos adioses, besos. Como si el regreso del día laborable fuese inminente. Ojalá.

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