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SOLLOÍNA

La saga de los Güitomas (Esplín Palaciego)

Cuando la Feria, de niños, íbamos ilusionados, atrevidos y hasta asustados a los cacharritos, territorio conocido en Sevilla capital, siempre tan metafórica, como “Calle del Infierno” y que aquí, en Los Palacios y Villafranca, muchos de nuestros mayores llamaban “güitomas”, sin que alcanzásemos a saber por qué ni siquiera aquellos que estábamos emparentados con los feriantes. Hasta donde mi cincuentona memoria alcanza, aquella alucinatoria sucesión de coches locos, látigos, barcos, caballitos, babis…, acompañada por el estruendo de la música bullanguera, cláxones, pitidos y los traqueteos de las estructuras metálicas, se sitúa en el Plaíllo, aunque antes, con atracciones tan modestas como dura fue la posguerra, estuvo en un rellano del Barrio Dulce, actual calle de Miguel Hernández, esquina con la de Postas. En aquella niñez y primera adolescencia, cuando algún adulto, sobre todo las madres y abuelas de mis amigos, me interrogaba -“Niño, ¿y tú de quién eres?”-, yo respondía con timidez: “De Sollo, el del taller”, si era del pueblo, o “De José, el chico”, si estaba vinculado al mundo trashumante de los festejos. A veces, para mi asombro, en uno y otro caso remataban: “Este es de la gente de los güitomas”. 

El caso es que, en efecto, soy nieto de Manolo, el del Güitoma, un astuto feriante con posesiones en el pueblo y muchos kilómetros a la espalda, que murió pocos años después de nacer yo. Aunque me comenzaba a llamar la atención aquella especie de extraño apodo, muchísimo más que resolver la incógnita me interesaba su consecuencia práctica: poder subirme gratis a los aparatos de feria de mis tíos y primos... Todo iban bien hasta que un día me dejé una de mis siete vidas en los coches de choque. 

Con el tiempo supe que el origen y significado del término también intrigaba a gran parte de los familiares que se dedicaban a estos menesteres, pero, de joven, la pereza y otras ocupaciones pudieron a la circunstancial curiosidad. Entremedias, y a caballo de los misterios de la economía del lenguaje, viajé con asombro de “plaíllo” a “pradillo”, mientras me alejaba de los cacharritos.
Volvió el asunto cuando hace unos años mi padre me contó que uno de sus sobrinos, allegado al sector y promotor de la caseta de feria Whitomas, consultó a la Familia (dicho así, en términos sicilianos; o más propio, en el del más auténtico clan gitano) si podía utilizar el apelativo para dar nombre al efímero local festivo. Lo obtuvo. Claro que la traslación fonética a la grafía del panel fue más bien estilo Wisconsi, esquina la Enramaílla. 

A principios de 2008 el marido de una colega también se sintió interesado por el asunto durante una conversación sobre nuestros respectivos pueblos. Natural de El Pedroso, en la Sierra Norte de Sevilla, allí también se utiliza güitoma para referirse a las atracciones. Tuvimos un ligero intercambio de pareceres a través del correo electrónico con esposa interpuesta, que reproduzco aligerado de referencias personales: 

ESCRIBIÓ ELLA

El Pozo de Sabiduría dice al respecto de los "güitomas" que se trata de un americanismo procedente, casi con seguridad, de Cuba, y que el único texto literario que conoce en el que se menciona la palabra con este significado es en un libro (menor, apunta el sabio) de Camilo José Cela titulado "Viaje a Andalucía" [al parecer está descatalogado]. Eso sí, dice que ha buscado la palabreja con empeño pero sin éxito porque no aparece en ningún diccionario de la lengua ni siquiera en el muy reciente Diccionario Panhispánico de Dudas.


RESPONDÍ YO

Muy cierto lo que dice el ilustre Maestro. Aquí, en la capital del Bajo Guadalquivir, se alternan "cacharritos", "cunitas" y "güitomas" entre los más viejos del lugar. No es de extrañar el origen caribeño y rumbero del término. Yo lo asocio al ritmo de algún cacharrito... Imagínatelo en La Habana: "güi-toma"... "güi-toma"...


Después de aquello realicé mis propias pesquisas, aunque sin disciplina, como evidencia que seguí sin encontrar nada en diccionario alguno, aunque ya estaba. Busqué en el todopoderoso Google sin excesivo éxito hasta que descubrí que también usó el término en cuestión uno de mis autores favoritos. En un artículo dedicado a García Hortelano, Juan en Hyderabad, publicado en El País el 2 de mayo de 1992, Juan Benet escribió: "Cuando al fin eché pie a tierra en Charminar tuve la misma impresión infantil después de una vuelta en el tiovivo, el güitoma o la montaña rusa".

Todavía el sin par Antonio Burgos lo utilizó en 1997, en un texto titulado “Aquellas ferias de septiembre”, en el que relata las fiestas de su niñez en la localidad sevillana de Guadalcanal: “Llegaban también los camiones que traían las atracciones grandes. Los güitomas, que se dividían en dos, los güitomas y los güitomitas chicos”.

Mi somera indagación iba y venía de la confusión a la luz. Parecía que güitoma lo mismo hacía referencia a todas las atracciones de feria como a una específica, aún indeterminada. No tardé en comprobar que la misma palabra se utilizaba en otras zonas de España, de la meseta hacía abajo, para referirse siempre a este tipo de instalaciones. La bruma se despejó del todo cuando dí con varios blogs y, sobre todo, con algún municipio, como Moraleja de Enmedio (Madrid), en el que era sinónimo de “sillas voladoras”. Iba cerrando el círculo.

Esas sillas voladoras era el mismo “volaó” que, al decir de mi padre, tenía mi abuelo Manolo; el mismo que instalaba en el Barrio Dulce y en el que, entre vuelta y vuelta, José el Chico cortejó a la que años después sería mi madre; el mismo con el que aparece fugazmente en la película "Cabriola", protagonizada por Marisol y dirigida por Mel Ferrer en la Feria de Sevilla de 1965. Lo que dice algún primo, una familia de artistas.

Todavía hace unos meses, ya con la mente puesta en este artículo, realicé un nuevo rastreo y volví a darme de bruces con Guadalcanal, donde no sólo Antonio Burgos se ha interesado por los güitomas. Un cronista local, José María Álvarez Blanco, indaga en tres términos del “acervo lingüístico” del municipio, uno de los cuales es el que nos emparenta y cuyo uso extiende por Toledo, Aranjuez, Trebujena y nuestro mismo pueblo. Álvarez Blanco, que en un primer momento confunde la grafía con “guaitoma”, reproduce la definición de güitoma del “Diccionario del Español Actual”, la ingente obra de Manuel Seco, Olimpia Andrés y Gabino Ramos, en su primera edición de 1999: “Diversión de feria consistente en un círculo giratorio del que penden unos asientos sujetos con cadenas”. Nuestro viejo volaó sigue girando.

El erudito fuellaor (equivalente a nuestro moñiguero), amén de lamentar la escasa presencia de nuestro vocablo en internet y su ausencia en el diccionario más fetén de nuestra lengua, el DRAE, concluye que: a) “este tipo específico de atracción de Feria parece estar en franco retroceso en España por haber sido desplazado por ingenios más sofisticados, en los que ha entrado a saco la microelectrónica, como puede verse en los Parques de Atracciones; b) la denominación guaitoma(s) [correguida luego por la correcta güitoma] parece ser privativa de Andalucía occidental y Castilla-La Mancha Central, pues en el amplio ámbito americano de nuestra lengua común, la expresión que se ha impuesto es “sillas voladoras”. 

Ciertas ambas apreciaciones, pero qué quieren que les diga, yo todavía imagino a los cubanos disfrutando por los aires al ritmo del “gui-toma”, como imagino a mi abuelo Manolo atornillando la destartalada estructura de hierro al pasar por el Barrio Dulce, como imagino a mi padre ronroneando a mi madre con el anzuelo de subirla gratis al cacharrito, como imagino a tantos feriantes (tíos, primos, amigos) que giran en el ignoto volaó de los cielos.

Coda: El segundo apellido de mi padre es Castán. Es de origen francés y procede de una familia que llegó a España haciendo el glorioso y genuino número de la Cabra, con su trompeta, su silla y toda la fanfarria. De esas, mi abuelo lió a una linda francesita, Celina, e inició una de las ramas de la no menos gloriosa y singular saga de los Sollo/Soyo, que aún rula por las ferias de la Baja Andalucía. Pero como rematan los malos artículos, esa es otra historia. 

Junio 2012

1 comentario

Antonio Burgos -

Tras escribir lo que cita, he escuchado que "güitioma" viene de White and Thomas, que era la empresa inglesa que los fabricaba y cuya placa de construcciòn figuraba en todos. Investigue por ahí.- Antonio Burgos redcuadro@yahoo.es