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SOLLOÍNA

El adiós al Papa

El adiós al Papa Doblan las campanas de las iglesias del pueblo a cada poco. Las oigo desde aquí con su pausada tristeza. Hoy no producen el sobresalto habitual del quién. Hoy tañen por un Papa. Supongo que neocatecumenales y cofrades han firmado una tregua para rezar juntos bajo la admonición del párroco. ¡Qué lejos queda Roma! Aún cuando todos los caminos conduzcan a ella y hasta el Vaticano ha utilizado las nuevas tecnologías para comunicar el óbito. También los fieles se han movilizado a través de correos electrónicos y sms.
Los medios tradicionales mantienen un tono plano, religioso, entregado. Las televisiones, más inanes, con imágenes filtradas y repetidas desde la Plaza de San Pedro y escasas alternativas audiovisuales. La pública se jacta a las cuatro de la tarde de llevar 18 horas en directo, de respetusoso luto. Las radios, más ágiles, multiplican sus nerviosas conexiones en directo. La Prensa informa con detalle y respeto. (Destaco a Enric González, en El País). Apenas hay críticas ni presencia de expertos ni, mucho menos, de teólogos díscolos. Sólo un arriesgado ejercicio colindante con la almíbar, la sumisión y el clericalismo. Un guión familiar y excesivo, cocinado desde hace días. En páginas y tiempo. España venera a los muertos populares. Todos se pliegan a la fuerza y el magnetismo de la Iglesia Católica. Más ante este Papado firme y ortodoxo, sin fisuras. Juan Pablo II, el Grande, el "abogado de la Paz.
El Gobierno español ha decretado un día de luto, mañana lunes, como Francia. Cada comunidad autónoma ha establecido sus días: Cinco Canarias, tres Madrid y Valencia, uno Andalucía. Las condolencias se suceden por todo el territorio, del deporte a las Hermandades del Rocío, hoy reunidas en Almonte (Huelva). La tarde está lluviosa en el pueblo. Neocatecúmenos y cofrades templan sus diferencias y rezan juntos, mirándose de reojo bajo el tembloroso doblar de las campanas. Por el Papa.
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