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SOLLOÍNA

Contacto peligroso, si no ilegal

Contacto peligroso, si no ilegal Zapatero se verá con Ibarretxe el jueves. El lehendakari llevará en la bocamanga la carta marcada regalo de los dirigentes de Batasuna a los que recibió ayer durante dos horas, dentro de la ronda de contactos que ha mantenido con las fuerzas políticas vascas tras las elecciones autonómicas. ¿En calidad de qué ha recibido Ibarretxe en la sede oficial de su Gobierno a los representantes de una partido ilegalizado por el Tribunal Supremo por pertenencia a una banda terrorista e incluido en el listado de organizaciones terroristas de la Unión Europea? ¿En calidad de qué han ido? ¿Qué hará el Fiscal General del Estado? ¿Y el Gobierno? ¿Recibirá Zapatero a quien oficialmente se ha reunido con miembros de un grupo terrorista? ¿Hasta dónde llegarán los sinuosos caminos del (buen) talante, ya alterados por las habituales maragalladas, en danza otra vez a cuenta de la pela del Estatut?
Anoto la agudeza de Mangallous, de quien obtengo la foto, al indicar sobre la imagen: "También queremos aclarar que lo que tiene Otegui sobre la mesa no es una pistola, sino las manos entrelazadas con los dedos índices estirados apuntando hacia abajo. Y las figuritas que flanquean la lampara de la Lehendakaritza parecen unos ciervos o quizá un buey y una vaca por aquello de la democracia-cristiana que gobierna el País Vasco desde hace 25 años".
Acierta el popular Acebes, tantas veces irredento, al calificar la imagen como "la foto de la verguenza"; desvaría al responsabilizar de nuevo al presidente del Gobierno español. El principal partido de la oposición debería apaciguar la polémica sobre el terrorismo y el debate territorial. Da réditos electorales, pero abre vías de enfrentamientos tan insospechados como incontrolables. Hace falta una posición conjunta PSOE-PP. Sea en el Pacto Antiterrorista o en cualquier otro foro. ¿Vale el Parlamento, que igual haría honor a su significado etimológico y limpiaría la imagen de sus señorías bronquistas? Se trata de dejar claro de una vez por todas que las reglas del juego y los límites están en la Constitución.

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