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SOLLOÍNA

Los sábados, manifa

Los sábados, manifa Se confirma. Tras la bendición de la Conferencia Episcopal, y la deserción de no pocos católicos, el Partido Popular ha optado por elevar la moral de su tropa con una nueva manifestación, el sábado 18, en Madrid, contra el matrimonio gay. Para mantenerla -la moral, como antes hubo "Los jueves, milagro"-, Rajoy, Acebes, Zaplana y la santa compaña promueven una protesta sabatina semanal en la que sus seguidores puedan expresar sus más profundas inquietudes. (Foto vía Escolar. Había otras pancartas que pedían el "paredón"). Bien sea contra el imaginario de una negociación ficticia con ETA, contra la reparación de un saqueo en forma de documentos históricos o, ahora, contra las bodas homosexuales. Antes se conformaban con ir a misa de doce, pero son otros tiempos, tan televisivos, y creen -de creencias se trata- que los votos se pelean casa por casa. Aunque tampoco está mal que se aireen en la calle. Es un lugar donde se aprende a convivir y, con el tiempo, a tolerar. Verbos muy necesarios en estos tiempos en los que sigue siendo imprescindible luchar por lo obvio.

Ya lo plantea este artículo -anónimo, que yo sepa- que circula por Internet desde hace unos días, y que me remite el colega Manuel Rodríguez Illana.

¿Se debe permitir el matrimonio entre católicos?

Me parece una injusticia y un error tratar de impedírselo. El catolicismo no es una enfermedad. Los católicos, pese a que a muchos no les gusten o les parezcan extraños, son personas normales y deben poseer los mismos derechos que los demás, como si fueran, por ejemplo, informáticos u homosexuales.

Soy consciente de que muchos comportamientos y rasgos de carácter de las personas católicas, como su actitud casi enfermiza hacia el sexo, pueden parecernos extraños a los demás. Sé que incluso, a veces, podrían esgrimirse argumentos de salubridad pública, como su peligroso y deliberado rechazo a los preservativos. Sé también que muchas de sus costumbres, como la exhibición pública de imágenes de torturados, pueden incomodar a algunos.

Pero esto, además de ser más una imagen mediática que una realidad, no es razón para impedirles el ejercicio del matrimonio.

Algunos podrían argumentar que un matrimonio entre católicos no es un matrimonio real, porque para ellos es un ritual y un precepto religioso ante su dios, en lugar de una unión entre dos personas. También, dado que los hijos fuera del matrimonio están gravemente condenados por la iglesia, algunos podrían considerar que permitir que los católicos se casen incrementará el número de matrimonios por "el quédirán" o por la simple búsqueda de sexo (prohibido por su religión fuera del matrimonio),
incrementando con ello la violencia en el hogar y las familias desestructuradas. Pero hay que recordar que esto no es algo que ocurra sólo en las familias católicas y que, dado que no podemos meternos en la cabeza de los demás, no debemos juzgar sus motivaciones.

Por otro lado, el decir que eso no es matrimonio y que debería ser llamado de otra forma, no es más que una forma un tanto ruín de desviar el debate a cuestiones semánticas que no vienen al caso: Aunque sea entre católicos, un matrimonio es un matrimonio, y una familia es una familia.

Y con esta alusión a la familia paso a otro tema candente del que mi opinión, espero, no resulte demasiado radical: También estoy a favor de permitir que los católicos adopten hijos. Algunos se escandalizarán ante una afirmación de este tipo. Es probable que alguno responda con exclamaciones del tipo de "¿Católicos adoptando hijos? ¡Esos niños podrían hacerse católicos!".

Veo ese tipo de críticas y respondo: Si bien es cierto que los hijos de católicos tienen mucha mayor probabilidad de convertirse a su vez en católicos (al contrario que, por ejemplo, ocurre en la informática o la homosexualidad), ya he argumentado antes que los católicos son personas como las demás.

Pese a las opiniones de algunos y a los indicios, no hay pruebas evidentes de que unos padres católicos estén peor preparados para educar a un hijo, ni de que el ambiente religiosamente sesgado de un hogar católico sea una influencia negativa para el niño. Además, los tribunales de adopción juzgan cada caso individualmente, y es precisamente su labor determinar la idoneidad de los padres.

En definitiva, y pese a las opiniones de algunos sectores, creo que debería permitírseles también a los católicos tanto el matrimonio como la adopción.

Exactamente igual que a los informáticos y a los homosexuales.

2 comentarios

jesúsb -

No deja de sorprenderme la reclamación del derecho a ser ahorcado. ¿Nadie se ha dado cuenta de la impostura? ¿Por qué debería casarse nadie? Vale, los católicos se entiende, pero ¿los demás? LA progresía, la igualdad y el pensamiento crítico está en otro lado.

noelia -

Católicos y homosexuales, que también los habrá, digo yo. Parece una contradicción pero seguro que no lo es. Es como homosexual y del PP ó ministro popular divorciado (que también hay más de uno). Pues es un hecho, dentro del partido popular existe un grupo (se supone que no muy amplio), de homosexuales. Su portavoz, Carlos Biendicho, haciendo gala de su apellido, amenaza, o mejor dicho "advierte" a Rajoy, que no acuda a la manifa del sábado so pena de "biendecir" los nombres de los políticos populares que son homosexuales. A más de uno, seguro que le empiezan a temblar los pelos de la barba.