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SOLLOÍNA

"El exilio de las alas"

"El exilio de las alas"

Presentación, Casa de la Cultura

Los Palacios y Villafranca, 18 de abril 2010

Presentamos esta noche el poemario El exilio de las alas, de nuestro paisano Manuel Bernal Romero. Fue a finales de enero cuando Manolo me invitó a presentar el libro. Luego nos hemos comunicado por correo electrónico, ese artilugio que prácticamente ha acabado con el añejo género epistolar. Desde el principio no pude sustraerme al recuerdo de “Por la ventana”. Una sensación que se fue acrecentando a medida que conocía nuevos datos de esta obra. Por ejemplo, que fue escrita en la década de 1980. 

 

Los más jóvenes, u olvidadizos, no recordarán qué fue “Por la ventana”. Permítanme que evoque aquella aventura, importante también para entender este poemario que damos a conocer hoy. Fue en 1978 cuando un grupo de siete palaciegos decidimos reunir en un volumen nuestra incipiente obra poética. Estábamos María del Carmen Ayala, Paco Caballero, Alberto Cabello, Manuel de Fora, Claudio Maestre, ambos aquí presente, Manolo Bernal y un servidor. La portada era un dibujo de Ángeles. Perdonádme, pero he sido incapaz de recordar su apellido. El libro lo editamos como Grupo L.P., lo que da idea de nuestra intención de perdurar como colectivo generacional. Lo imprimió Gráficas Los Palacios con su número de ISBN, que es la base de datos de los libros editados en España, y de Depósito Legal.

 

En una época en que todo eran panfletos más o menos ilegales, escritos a máquina copiados con papel carbón o fotocopias mal grapadas, nosotros éramos gente seria, desde luego. Y queríamos hacer un libro serio, que dejara constancia para la posteridad de nuestros trabajos. Con todas las de la ley. A veinte duros el ejemplar, cien pesetas de las de entonces. Hablamos de la presentación en sociedad del colectivo de poetas locales y aquello merecía el esfuerzo.

 

Porque entonces, recuerdo que hablo de 1978, nos jugábamos construir un país nuevo, una sociedad nueva, la transformación de un mundo oscuro. Y todo, o casi todo, era trascendente. Entonces, como nos enseñó Gabriel Celaya, la poesía era un arma cargada de futuro. Y nosotros éramos unos jóvenes esperanzados, con un compromiso radical en la fuerza del verso, de cada verso; y una confianza hercúlea en su capacidad de cambio íntimo e histórico. En el breve prólogo de “Por la ventana”, Alberto Cabello proclamaba: “En un tiempo en que, ante los problemas y la herida continua, lo más usual es la reacción airada, el insulto o cualquier otra reacción violenta, la poesía es una noble respuesta. Y tiene que ser atendida”.

 

Sorprendentemente, ese mensaje tiene hoy una vigencia absoluta y deben recordarlo cuando abran “El exilio de las alas”. Andando el tiempo, menos fortuna tuvo otra frase de aquella introducción; la que decía de aquellos autores que “todos tenemos en común el uso de la palabra escrita con una cierta permanencia”. Aunque intuyo que la mayoría, de una forma u otra, mantiene esa necesidad de expresión, de los siete, sólo tengo constancia de que hayan mantenido el pulso dos: Maricarmen Ayala, que sigue publicando, y Manolo Bernal, que me confesaba que sigue escribiendo poesía “para guardarla y esperar a que pase el tiempo. Si sobrevive, pues igual sirve para algo. Y si no, pues al olvido, que tampoco pasa nada”.

 

Cabe pensar que pasará algo. Como lo demuestra este libro. Escrito entre 1980 y 1987, cuando Manolo aún vivía en nuestro pueblo, ha crecido en la espera hasta devolvernos a un poeta veinteañero y ya maduro; que todavía indaga los misterios del lenguaje en los maestros de las generaciones del 98 y del 27, de Machado a Aleixandre, y que ya inicia la búsqueda de una expresión propia.

 

Si me he demorado antes en las resonancias de “Por la ventana” es porque considero que, de alguna forma, su eco late todavía en esta nueva-vieja obra de Manolo. No es sólo la secuencia temporal del poemario, del 78 al 80-87, sino una elección de referentes poéticos y, sobre todo, una vocación de estilo, junto a un compromiso social, que es la vez una obligación moral. Desde esa atalaya ineludible elevará versos certeros: “Una mirada y una palabra sostienen mis alas”. O “Tu sangre y la mía unidas como en un río”.

 

También hará suyos los versos machadianos “Yo no digo mi canción / sino a quien conmigo va”. Ya en aquel libro colectivo Manolo dedicó un poema a sus abuelos, “Vosotros, la eterna caracola donde duermen mis pajaritas de papel”, en el que priman la pérdida de la infancia y el afán de entender de un adolescente que aspiraba a aprehender el mundo. Y son estos mismos abuelos, hermanados con don Antonio Machado, los que trasminan por “El exilio de las alas”. Es como si nuestro autor fundiera el extrañamiento interno de los que sufrieron aquí una guerra salvaje genocida y una dictadura atroz con los desterrados que anhelaban una paz y una libertad y una justicia imposibles dentro y fuera de nuestras fronteras.

Sobre ese exilio ha escrito el catedrático Jordi Gracia: “Están saliendo de España en la pura desdicha (...) Están saliendo tan angustiosamente porque no han  podido oponer la fuerza de la razón a la fuerza militar del vencedor”. Y añade: “Pero la desdicha es también el sentimiento que prevalece entre quienes padecen la derrota aquí, sin salir de España”.

A esa desdicha, a esa angustia, a esa derrota compartida, Manolo opone la razón... y la poesía. Lo hace, por ejemplo, en el poema 25, que encabeza el último verso que escribió Machado, aquel que dice “Estos días azules y este sol de la infancia”. Allí nuestro autor se pregunta por el mañana, para responderse con desolación: “Mañana los gallos azules pararán el tiempo. / Se hablará del silencio: / Río de brazos, labios, lágrimas y ausencias”.

 

Entre poderosas metáforas, el poeta nos seduce y nos golpea. Y nos habla de alas que duelen, de infancias perdidas, de deseo carnal, de esperas que son implícitas esperanzas, de destierros personales y colectivos, de casas vacías pobladas por huéspedes que no podrán abandonarlas, de ausencias que siguen “siendo luz y solo luz”.

 

Para soñar “si los niños del aire (que ya casi no cantan) volvieran...”. Para sobreponerse al olvido “amaso entre mis ojos y mis manos un sueño”, nos dice. Y uno cree intuir que es aquel sueño que germina en ese verso postrero de Machado, aquel que le encontró su hermano José en el gabán el día de su muerte, garabateado con letra temblorosa en un papel arrugado, aquel que hemos citado: “Estos días azules y este sol de la infancia”. La infancia y el sueño recobrados. Los de don Antonio y los de nuestro poeta y amigo. Ya sin drama ni exilio ni ausencias.

 

Es el anhelo que late en estos 30 poemas que concluyen en un “Punto y seguido”. Esa aspiración de continuidad nos hace albergar la esperanza de que Manolo tiene “los versos a punto siempre”, como escribe en este último texto, y es probable, así lo deseamos, que vuelva a publicar más temprano que tarde, como ya hizo en 2006 con “Las canciones del paraíso”.

Hasta entonces le seguiremos en sus otras ocupaciones, todas ellas vinculadas al mundo de la enseñanza, la comunicación y la literatura. Porque Manolo se ha forjado una sólida carrera intelectual. Es Graduado Social, licenciado en la rama de Periodismo de Ciencias de la Información y profesor de Lengua y Literatura. Actualmente  trabaja como asesor del área lingüística del  Centro del Profesorado de Jerez de la Frontera, donde reside.

 

Ha publicado libros de relatos, como “Mártires de la tiza” o “Felicidad, nombre de mujer”, artículos sobre crítica e historia literaria, trabajos de investigación sobre las generaciones del 98 y del 27 y la Exposición Iberoamericana de 1929 de Sevilla, ha colaborado o colabora en prestigiosas revistas políticas, como Cambio 16, o literarias, como Campo de Agramante, así como en periódicos de la relevancia de Diario de Sevilla o El Correo de Andalucía.

 

Este año tiene previsto publicar varios libros, entre los que destacaría el ensayo “El propósito de ser. La verdadera historia del nacimiento del grupo literario del 27”, que indaga en la génesis sevillana del colectivo que forjó la edad de plata de la literatura española. Manolo mantiene una activa presencia en Internet como bloguero y como coordinador y codirector de la publicación digital Depalique intercentros, un proyecto de periodismo ciudadano hecho desde centros educativos andaluces.

Y todavía tiene tiempo para dedicarse a la literatura infantil y juvenil, con el fin -familiar, supongo- de entretener y animar a la lectura a sus cuatro hijos, dos mellizos y dos mellizas. Nos anuncia que cuatro de sus cuentos –ilustrados por jóvenes dibujantes- verán la luz en breve.

Es un trabajo prolífico en el que, a buen seguro, Manolo siempre encuentra la pausa necesaria para volver a la poesía, esa forma de expresión única, consoladora y salvífica, que nos redime y nos ayuda a entender y explicarnos la azarosa vida. Es lo que hace “El exilio de las alas”.

Verán, yo no soy crítico literario ni profesor de estas lides ni siquiera ya poeta aficionado. Mis lecturas son un revoltillo de elecciones personales, de necesidades y gustos momentáneos. Desde esa falta de autoridad académica, pero también desde un profundo convencimiento, os invito a leer esta obra.

Primero, para que, como dice la dedicatoria del libro, el exilio permanente de don Antonio Machado no sea eterno, y por “los que murieron lejos de nuestra patria pensando que la República no sería un sueño”. Segundo, porque, entre tanta palabrería al uso, estamos faltos de voces alertas, críticas, rebeldes, humanistas en el amplio sentido del término. Y tercero, porque Manolo es un magnífico poeta y escritor que merece todo nuestro apoyo, y el mejor respaldo para un autor es la lectura de su obra.

Termino con otra dedicatoria, la del ejemplar que me hizo llegar Manolo, y donde apuntaba: “En recuerdo de aquellos días en los que imaginábamos un mundo diferente, y creíamos que era posible cambiarlo a base de versos y de poesía. Por aquellos recitales en los que me estrené en tu compañía en el salón de actos de la Biblioteca. Ya ves, el tiempo pasa y la poesía permanece. Por la amistad”.

Por la poesía y por la amistad.

Que así sea. Muchas gracias.

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