Auschwitz
Hoy hace 60 años que tropas soviéticas liberaron el campo de concentración de Auschwitz, levantado por los nazis a las afueras de la localidad polaca de Oswiecim. El exterminio fue brutal. Entre sus muros, en sus barracones, en sus cámaras de gas murieron casi un millón de personas. 8.000 fueron liberadas aquel 27 de enero de 1945. Los supervivientes aún llevan el espanto en los ojos, el terror en la memoria.
El colorín dominical supura un llanto débil, miradas inconclusas. Entre los huesos de la dignidad quebrada, me asalta el asombro de dos imágenes crudas. A un lado, uniformados ambos, Heinrich Himmler, director de las SS, departe con Rudolf Hoess, comandante de Auschwitz, "uno de los grandes ejecutores de la ideología nazi, dice el pie de foto. En la izquierda, a toda página, otra instantánea de Hoess, ahora detenido, esposado. Es un plano americano que lo escuchimiza, con una barba de pocos días, sucio, la chaquetilla raída, desabotonado. Pero los ojos permanecen fríos, desafiantes, orgullosos. Como si esperaran la navaja de Buñuel. La convicción del asesino desvelada por la cámara, aún indefenso en su propia ignominia. Hubo un pueblo entonces que, si pudo, no quiso saber, para luego querer olvidar y justificar, y al fin, prestarse a la dolorosa tarea de asumir todo el horror del nazismo.
Con seis millones de judios y miles de gitanos, homosexuales, minusválidos, también diez mil españoles, refugiados o huidos de la Guerra Civil, terminaron en alguno de los campos de concentración diseminados por toda Europa como una plaga infame. Pocos viven para contarlo, y lo cuentan. Porque recordar y compartir la experiencia es una forma de levantar diques frente a la barbarie. A cualquier barbarie. En cualquier lugar del mundo. Para que nunca nadie pueda decir yo no sabía, y el insomnio de las víctimas le nieble los ojos.
El colorín dominical supura un llanto débil, miradas inconclusas. Entre los huesos de la dignidad quebrada, me asalta el asombro de dos imágenes crudas. A un lado, uniformados ambos, Heinrich Himmler, director de las SS, departe con Rudolf Hoess, comandante de Auschwitz, "uno de los grandes ejecutores de la ideología nazi, dice el pie de foto. En la izquierda, a toda página, otra instantánea de Hoess, ahora detenido, esposado. Es un plano americano que lo escuchimiza, con una barba de pocos días, sucio, la chaquetilla raída, desabotonado. Pero los ojos permanecen fríos, desafiantes, orgullosos. Como si esperaran la navaja de Buñuel. La convicción del asesino desvelada por la cámara, aún indefenso en su propia ignominia. Hubo un pueblo entonces que, si pudo, no quiso saber, para luego querer olvidar y justificar, y al fin, prestarse a la dolorosa tarea de asumir todo el horror del nazismo.
Con seis millones de judios y miles de gitanos, homosexuales, minusválidos, también diez mil españoles, refugiados o huidos de la Guerra Civil, terminaron en alguno de los campos de concentración diseminados por toda Europa como una plaga infame. Pocos viven para contarlo, y lo cuentan. Porque recordar y compartir la experiencia es una forma de levantar diques frente a la barbarie. A cualquier barbarie. En cualquier lugar del mundo. Para que nunca nadie pueda decir yo no sabía, y el insomnio de las víctimas le nieble los ojos.
1 comentario
e la nave va -
Nadie pide perdón, nadie responde, nadie sabe cómo un pueblo culto y civilizado permitió que ante sus ojos se desarrollase la formidable máquina de matar del nazismo.
¿Cómo fue posible?.Sólo tengo preguntas porque durante demasiado tiempo se han ocultado demasiadas cosas.Ahora también.