RTVE (II) y la esperanza
Los medios, e incluso la blogosfera, leen el informe de los sabios al trasluz de sus intereses inmediatos y desde la trinchera de la guerra mediática de los editores y propietarios. Curiosa la moderación de la Prensa socialdemócrata. Habituales los dardos de ElMun(dial) sobre las afinidades con Prisa de cuatro de los cinco expertos y el rumor de que la reducción de publicidad que se propone para la televisión pública es la contrapartida al sector para que Polanco pueda emitir en abierto. (Actualizo el borrador a las 22.00 horas: Sogecable-Prisa-El País anuncia que pide oficialmente la emisión en abierto de Canal Plus: la madeja que se desmadeja)
Desde su tribuna de comunicólogo, Arcadi Espada cuestiona la existencia misma de los medios públicos para admitirla sólo como juguete político. "Un comité que da recetas contra la injerencia política en la televisión pública cuando es la injerencia política la única razón de ser de la televisión pública". También Juan Varela, Periodistas 21, parece echar de menos la venta de algún trozo del grupo. Cierto que cada vez cuesta más -a los que creemos en lo público y además trabajamos en él- defender, explicar su necesidad. Tantas pendencias durante tanto tiempo han hecho mucho daño. Pero hay margen para demostrarla. Más después de oir a un empleado de uno de esos "ciudadanos italianos", Zapatero dixit, que manda en una de las televisiones privadas, decir que a ellos sólo les interesan espacios que acumulen audiencia en esos tramos que van entre bloques de anuncios. El capataz -italiano- de la otra cadena ha ironizado sobre el acuerdo del horario infantil afirmando que "comienza el año mojigato, según el calendario chino", mientras engrasa su oferta de telebasura. Más aún en la constante balacera del periodismo de trinchera que se hace en España. En plena guerra de editores, un tertuliano dijo con cierto tono de reproche, al resumir, que RNE se había limitado a informar sin más sobre ambas posiciones. Qué elogio, compañeros. Hay espacio: el propio de un medio público, el de la información libre e independiente, al margen de las reyertas empresariales, al margen de las tentaciones de los próceres del buen rollito y sus acólitos, que manejan encuestas sobre el interés del público por los sucesos y el desapego de la política, y las aplican con descaro en sus escuálidas escaletas.
Lo hay a pesar de que, como también apunta Espada, el informe no dice nada de los propios periodistas (a pesar de Urbaneja y sus reparos, el añadido es mío): "Ni una palabra, claro está, sobre la protección que ha de recibir el redactor que aquí, allá o acullá (público, privado o mixto (también llamado bikini) se planta y dice no, porque sabe que el primer responsable de una mentira es el que la redacta". Habrá que decirlo en las redacciones, en los comités, ante los subalternos tentados de colocar las estrategias por encima de los hechos.
Ante el propio Gobierno, que ha tratado de infiltrar sus propuestas económicas en el dictamen colocando de asesor a un experto financiero nombrado por la Sepi, Miguel Ángel Arnedo Orbañanos, quien ahora se queja de que no le han hecho caso. Pobre hombre. Poco menos que quería desmantelar la cosa bajo el paraguas del vicepresidente económico del Ejecutivo, Pedro Solbes, el contable. Es la esquizofrenia del buen rollito. Que nunca te aclaras y siempre parece un accidente.
Desde su tribuna de comunicólogo, Arcadi Espada cuestiona la existencia misma de los medios públicos para admitirla sólo como juguete político. "Un comité que da recetas contra la injerencia política en la televisión pública cuando es la injerencia política la única razón de ser de la televisión pública". También Juan Varela, Periodistas 21, parece echar de menos la venta de algún trozo del grupo. Cierto que cada vez cuesta más -a los que creemos en lo público y además trabajamos en él- defender, explicar su necesidad. Tantas pendencias durante tanto tiempo han hecho mucho daño. Pero hay margen para demostrarla. Más después de oir a un empleado de uno de esos "ciudadanos italianos", Zapatero dixit, que manda en una de las televisiones privadas, decir que a ellos sólo les interesan espacios que acumulen audiencia en esos tramos que van entre bloques de anuncios. El capataz -italiano- de la otra cadena ha ironizado sobre el acuerdo del horario infantil afirmando que "comienza el año mojigato, según el calendario chino", mientras engrasa su oferta de telebasura. Más aún en la constante balacera del periodismo de trinchera que se hace en España. En plena guerra de editores, un tertuliano dijo con cierto tono de reproche, al resumir, que RNE se había limitado a informar sin más sobre ambas posiciones. Qué elogio, compañeros. Hay espacio: el propio de un medio público, el de la información libre e independiente, al margen de las reyertas empresariales, al margen de las tentaciones de los próceres del buen rollito y sus acólitos, que manejan encuestas sobre el interés del público por los sucesos y el desapego de la política, y las aplican con descaro en sus escuálidas escaletas.
Lo hay a pesar de que, como también apunta Espada, el informe no dice nada de los propios periodistas (a pesar de Urbaneja y sus reparos, el añadido es mío): "Ni una palabra, claro está, sobre la protección que ha de recibir el redactor que aquí, allá o acullá (público, privado o mixto (también llamado bikini) se planta y dice no, porque sabe que el primer responsable de una mentira es el que la redacta". Habrá que decirlo en las redacciones, en los comités, ante los subalternos tentados de colocar las estrategias por encima de los hechos.
Ante el propio Gobierno, que ha tratado de infiltrar sus propuestas económicas en el dictamen colocando de asesor a un experto financiero nombrado por la Sepi, Miguel Ángel Arnedo Orbañanos, quien ahora se queja de que no le han hecho caso. Pobre hombre. Poco menos que quería desmantelar la cosa bajo el paraguas del vicepresidente económico del Ejecutivo, Pedro Solbes, el contable. Es la esquizofrenia del buen rollito. Que nunca te aclaras y siempre parece un accidente.
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