RTVE y los buitres
(Para empezar: Este asunto me toca: Me gano la vida en una de las empresas de RTVE).
La situación de esta radio televisión pública española es desde hace años como la del elefante de la canción infantil, que se balanceaba sobre la tela de una araña. No parece que el dictamen de los sabios, entregado ayer a la vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, vaya a resolver este vértigo político y económico, ese constante manoseo partidario mande quien mande. Aporta pocas novedades respecto a lo publicado por El País hace unas semanas y comentado aquí, más acá del compromiso del Ejecutivo de asumir sus propuestas, más allá de las vagas y obvias apelaciones a unos medios públicos independientes. El informe será ley, según la palabra de Zapatero. Pero contradice el programa electoral del PSOE, por ejemplo, en la elección del director general de RTVE. Este documento apostaba por un nombramiento parlamentario y el dictamen aboga por una convocatoria pública. Sólo Fernando González Urbaneja, presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid y de la Federación de Asociaciones de la Prensa de España, ha sacado la pata de tiesto con un voto particular que cuestiona la labor del propio comité y realiza duras críticas. FGU llegó a los sabios tras quejarse de que entre los elegidos no había ningún periodista y, claro, quien mejor que él, que preside la organización más obsoleta del gremio. Ahora se alza como espada justiciera en defensa de los contribuyentes y -no lo dice su voto particular, pero lo canta el texto-, en favor de las tesis de las empresas privadas de comunicación. No deja de ser llamativo, por sospechoso, que el representante de los periodistas y el economista designado por la empresa pública SEPI para que las propuestas sobre el déficit entraran en los políticamente correcto para el Ministerio de Economía, hayan sido los únicos discrepantes. Y ambos por la pela. Que el Estado debe asumir la deuda de RTVE es tan obvio como que han sido sus gestores los que la han acumulado: que les pidan cuentas en los tribunales. Desde Calviño (PSOE 1982) a José Antonio Sánchez (PP, 2004). El resto son buenas voluntades, lo que aventura poco para salvar al moribundo. Evitar la extramaunción ha de venir de una gestión eficaz, que supere déficits estructurales, que, ojo, no están en los sueldos de sus empleados ni en la magnitud de la plantilla -cambio nómina sin ver contrapartidas; nadie como los trabajadores sufrimos las interferencias políticas de unos y otros por mucha seda que envuelva al mono-, sino en los suculentos contratos de las estrellas amigas del partido de turno, sean directivos meritorios, sean tertulianos afines o ajenos, sean productoras-cuenta de resultados-quince por ciento, sean mamarrachos que hunden los índices de audiencia y sin mejorar tono ni gusto. Hay estadísticas comparativas con el gasto de las televisiones públicas europeas que lo demuestran.
¿O la cuestión es que no queremos una radiotelevisión pública? Ah, entonces hablaríamos de otra cosa: liberalismo salvaje (ni Thacher se atrevió con la BBC), capitidisminución del Estado, reparto de tarta audiovisual, guerras emperesariales, amenazas y chantajes políticos-económicos. Subasta al por mayor y bandadas de buitres sobre un agonizante Ente.
La situación de esta radio televisión pública española es desde hace años como la del elefante de la canción infantil, que se balanceaba sobre la tela de una araña. No parece que el dictamen de los sabios, entregado ayer a la vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, vaya a resolver este vértigo político y económico, ese constante manoseo partidario mande quien mande. Aporta pocas novedades respecto a lo publicado por El País hace unas semanas y comentado aquí, más acá del compromiso del Ejecutivo de asumir sus propuestas, más allá de las vagas y obvias apelaciones a unos medios públicos independientes. El informe será ley, según la palabra de Zapatero. Pero contradice el programa electoral del PSOE, por ejemplo, en la elección del director general de RTVE. Este documento apostaba por un nombramiento parlamentario y el dictamen aboga por una convocatoria pública. Sólo Fernando González Urbaneja, presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid y de la Federación de Asociaciones de la Prensa de España, ha sacado la pata de tiesto con un voto particular que cuestiona la labor del propio comité y realiza duras críticas. FGU llegó a los sabios tras quejarse de que entre los elegidos no había ningún periodista y, claro, quien mejor que él, que preside la organización más obsoleta del gremio. Ahora se alza como espada justiciera en defensa de los contribuyentes y -no lo dice su voto particular, pero lo canta el texto-, en favor de las tesis de las empresas privadas de comunicación. No deja de ser llamativo, por sospechoso, que el representante de los periodistas y el economista designado por la empresa pública SEPI para que las propuestas sobre el déficit entraran en los políticamente correcto para el Ministerio de Economía, hayan sido los únicos discrepantes. Y ambos por la pela. Que el Estado debe asumir la deuda de RTVE es tan obvio como que han sido sus gestores los que la han acumulado: que les pidan cuentas en los tribunales. Desde Calviño (PSOE 1982) a José Antonio Sánchez (PP, 2004). El resto son buenas voluntades, lo que aventura poco para salvar al moribundo. Evitar la extramaunción ha de venir de una gestión eficaz, que supere déficits estructurales, que, ojo, no están en los sueldos de sus empleados ni en la magnitud de la plantilla -cambio nómina sin ver contrapartidas; nadie como los trabajadores sufrimos las interferencias políticas de unos y otros por mucha seda que envuelva al mono-, sino en los suculentos contratos de las estrellas amigas del partido de turno, sean directivos meritorios, sean tertulianos afines o ajenos, sean productoras-cuenta de resultados-quince por ciento, sean mamarrachos que hunden los índices de audiencia y sin mejorar tono ni gusto. Hay estadísticas comparativas con el gasto de las televisiones públicas europeas que lo demuestran.
¿O la cuestión es que no queremos una radiotelevisión pública? Ah, entonces hablaríamos de otra cosa: liberalismo salvaje (ni Thacher se atrevió con la BBC), capitidisminución del Estado, reparto de tarta audiovisual, guerras emperesariales, amenazas y chantajes políticos-económicos. Subasta al por mayor y bandadas de buitres sobre un agonizante Ente.
1 comentario
herejemías -
UY! He dicho Sarduy, San Severo, y siento la muerte de su compatriota también exiliado, tambi´n muerto fuera de la isla del de las Barbas, San Guillermo Cabrera, que el Infinito acomode en su albedrío entre los más altos honores.
Pienso en las 226 páginas de los sabijondos, y en las mismas casi creo que tiene EL CRISTO DE LA RUE JACOB o TRES TRISTES TIGRES... y, claro, páginas son páginas, pero esta vez va a ser que NO.
Reinaldo Arenas, Severo Sarduy, Guillermo Cabrera Infante.
Y el de las Barbas...