El atentado
ETA es la única responsable del criminal atentado del pasado día 30, con el que ha roto el alto el fuego permanente que la propia banda había anunciado.
El atentado demuestra que, contra las habituales falsedades de los falsarios habituales, el Gobierno no había cedido ni, al parecer, estaba dispuesto a ceder a chantaje alguno por parte de los terroristas en el proceso de paz abierto.
También revela que actuar desde las oscilaciones de los estados de ánimo es muy contraproducente en política. Y el optimismo/pesimismo de un personaje público interesa poco a la ciudadanía por muy presidente del Gobierno que se sea, salvo que se base en hechos demostrables e irrevocables. Si el lamentable y prepotente "hoy estamos mejor que ayer y dentro de un año estaremos aún mejor" en relación con el terrorismo reflejaba una esperanza personal, Zapatero debería haberla expresado de otra forma; si fue fruto de la falta de información, la gravedad de la inconsciencia es aún mayor.
La explosión del coche bomba deja de nuevo en evidencia al Partido Popular y su constante uso partidista del terrorismo y de las víctimas, situado como eje de la política de oposición, pese a la necesidad de unidad y apoyo en torno al Gobierno, como siempre ha sido en la lucha contra ETA, excepto en esta legislatura. El estigma del 11-M les impide abrir vías de consenso, y menos con Rubalcaba al otro lado de la mesa.
La derecha político-mediática, de la que los populares sólo son un apéndice, como el jaleador Alcaraz, ya tiene "su" atentado. Les queda lejos de las elecciones, pero son maestros en la dosificación de los tiempos y en la trama de conspiraciones.
Aceptamos que el proceso de paz fuera "largo, duro y difícil" en la esperanza de que fuese el fin de la violencia terrorista. Reventado ese anhelo, no queremos, no dejaremos que unos y otros nos hagan la vida política y social más "larga, dura y difícil" cuando vuelven a acechar las bombas de una banda de indeseables que, por supuesto, no conseguirán sus objetivos.
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