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Álvaro Begines, el arte del humor comprometido

Álvaro Begines, el arte del humor comprometido

Entrevista con el director de cine y guitarrista de No me pises que llevo chanclas, Álvaro Begines. Fue publicada en el número 1 de la revista cultural palaciega El Soberao, publicada en junio y correspondiente al segundo semestre de 2013. (Foto M. J. Doña)


Obsesos de la puntualidad, llegamos como británicos a la puerta del Casino una tarde de mayo. Nos sentamos a una discreta mesa redonda del interior. Álvaro Begines pide agua. Está casado, es padre de dos hijos. No le pregunto la edad por pudor, pero habla de amigos de entre 48 y 50. Debe de rondarlos. Practica deporte, se cuida. Afable, se dispone a contestar y parece que tiene algunas cosas claras, sobre todo, el valor que concede al trabajo en equipo y al sentido del humor, aunque parece ocultar un punto de melancolía. Fue guitarrista del grupo No me pises que llevo chanclas, que lideró su hermano Pepe. Ahora es un prometedor director de cine español con dos largos, que proyecta hacer las Américas.

Regreso al futuro.- Músico, guionista, cineasta, y antes estudiante de informática, y entre medias estrella del pop nacional. Es el periplo vital de un adolescente que buscaba “entretenerse y divertirse en un pueblo aburrido”. Bueno, él dice aburrío, con ese acento de aquí que popularizó en el mundo el agropop. Álvaro aclara que primero fue el cine: “Lo que a mí más me gustaba era la imagen; rodaba cortos y luego tocaba la guitarra. Hacíamos cositas en la radio y la tele del pueblo, pero era imposible imaginar que nos podíamos dedicar a esto. Siempre preguntaba: ¿Dónde se estudiará director de cine? Porque no existía. La gente se iba a Francia”.

Cuando el destino se retrasa conviene pasarlo bien, y qué mejor que montar un grupo con los más arriesgados de la pandilla. “No me pises que llevo chanclas fue la locura divina de unos jóvenes que se creían inmortales, lo propio de la edad”, y sonríe como si por un instante regresara a aquellos años frenéticos en los que divertirse era la clave. “Fue muy rápido y natural. En dos años teníamos manager, muchos conciertos, pero manteníamos esa filosofía inicial de pensar que aquello era circunstancial y se iba a terminar en un rato”.

Y duró de 1989 a 2000, y dio para nueve discos (diez con el fugaz regreso de 2009), 500 conciertos, giras inacabables en las que popularizaron expresiones como el “¿Y tú de quién eres?”. Entre risas acechaban las responsabilidades, la presión del entorno, el vértigo de la fama, los roces propios de la convivencia... “Nos aliviaba sobre todo subirnos al escenario, ver que la gente se divertía. Teníamos vocación artística y una idea muy arraigada de que nos debíamos al público. Un mes de agosto dimos 28 conciertos y no suspendimos ni uno. El tiempo y el éxito lo transformó todo en algo más profesionalizado y, en parte, ahí estuvo la pérdida de Los Chanclas”.

Habana Blues.- Si difícil es llegar y mantenerse, irse antes de que te bajen el telón tampoco es fácil. Álvaro Begines supo hacerlo. Había realizado cursos de dirección y de guiones, y en medio de una gira decide irse un año a estudiar a la prestigiosa Escuela de Cine de San Antonio de los Baños de Cuba: “Me dio cierta perspectiva, vi el final y me fui distanciando”. Pero todavía hoy no lo deja. Los Chanclas se reúnen a menudo a tocar, acuden a festivales -“como unos clásicos, viejas glorias”- y no descartan publicar un nuevo disco. Aunque Álvaro considera casi perjudicial que le vinculen constantemente al grupo, reconoce que quiere ser como los Rolling, que se juntan a grabar y dar conciertos.

De Cuba se trajo la autenticidad, la pureza –“que yo recuerdo como cuando era pequeño aquí, en el pueblo”- y ese aire despreocupado de la gente de la isla. La extraordinaria formación se da por descontada en una escuela que apadrina el Nobel García Márquez y ha dado directores tan buenos como el lebrijano Benito Zambrano. A la vuelta, Álvaro debió pagar el habitual peaje de grabar publicidad, videoclips, cortometrajes.

“Por mucha teoría que sepas, si no ruedas no aprendes. Y eso que yo ya había grabado los videoclips de Los Chanclas y me fui preparando con una productora. Iba de meritorio a todos los sitios hasta que una agencia me dio la oportunidad de rodar un corto con algo más de dinero”. Coincidimos en lamentar la pérdida de la figura del aprendiz en tantos oficios y en que es bueno que los futuros artistas entiendan que Spielberg no grabó Tiburón un buen día.

La red social.- En 2006 Álvaro Begines rueda, con una pierna escayolada, su primera película, ¿Por qué se frotan las patitas?, un divertido musical, una comedia que conmueve por la tristeza y el aire de perdedores de sus protagonistas. “Son los personajes que me gustan, contradictorios, reventados que tiran pa’lante, porque es lo que te produce la empatía que te lleva a decir: coño, es que ese personaje soy yo o es mi madre”.

La actriz principal, la gran Lola Herrera, dijo que Álvaro es muy bueno. Él le devuelve halagos y disimula: “No me gusta el respeto reverencial al director. Prefiero el juego, la complicidad de todo el mundo que aporta algo durante la grabación”. De aquí al eterno debate sobre las autorías sólo hay un trago de agua: “Soy de trabajar en equipo y no me gusta que pongan: es una película de Álvaro Begines. Cuando se termina es del público, lógicamente. Pero en el rodaje, mucha gente pone su creatividad y su talento. Un escritor necesita un bolígrafo, pero un director de cine necesita millones y millones y un equipo de 200 personas. Es mentira que lo haga uno solo”.

Tanto dinero y tanta gente que el segundo largometraje de Álvaro Begines tarda cinco años. Un mundo cuadrado es un drama ambientado en la marisma, una ruptura argumental para evitar repetirse. “Sobre todo porque tengo una máxima que es que yo me tengo que divertir y sentirlo; si no es muy difícil que la gente se identifique con lo que haces. Como escribió García Márquez, si no siento, no comprendo”.

Pero grabar en España es sufrir, aunque uno lleve de amuleto un viejo chaquetón rojo. “No disfruto demasiado en los rodajes. Hay mucha tensión, se hace a contrarreloj. Sabes que estás haciendo algo que luego vas a poder montar, y eso es divino. Pero trabajar quince horas al día, al aire libre, de madrugada, con treinta tíos alrededor, mil personas preguntándote cosas y un presupuesto cortito... no es agradable para nadie”.

El Golpe.- Las ideas surgen en cualquier instante, sobre todo en los viajes, y después hay que desarrollarlas en un guión, y ahí aparece su colaborador habitual, Miguel Ángel Carmona, “un tipo brillante, al que le llevo 20 años y me aporta cosas nuevas, otras perspectivas”. Ambos se manejan con una empresa propia, La Mirada Oblicua, que “da para sobrevivir con la publicidad y los cortos”, y que acaba de recibir una ayuda del Programa Media de la Unión Europea. De las cuatro productoras españolas escogidas es la única andaluza, y, más relevante, la que más alta cualificación artística ha obtenido, “lo que siempre te abre puertas en los festivales”.

Entre una cosa y otra, Álvaro ve toda clase de películas y, salvo David Fincher, se muestra ecléctico sobre gustos: “Me dejo llevar igual que cuando me pierdo en ciudades”. Por ejemplo, en Los Ángeles, la meca del cine, adonde llegaron dos moñigueros –“riéndonos mucho y en plan cateto”- a vender su producto a los inventores de este negocio. La excusa fue el premio que le concedieron allí a un corto de Miguel Ángel Carmona, 70m2, y que escribieron ambos: “Nos llevamos un argumento traducido al inglés, Calls (Llamadas), y en cada recepción hablábamos del proyecto. En casa de una amiga puse mis dos películas y les gustó; y así hasta que una productora se interesó por la idea. Me agradó la ausencia de formalismos, tienen claro que el objetivo principal es divertir y entretener, y yo lo comparto”.

Cerraron el trato de coproducción en el American Film Market, un mercado de cine de LA. Es una magnífica oportunidad, pero las condiciones las imponen ellos: “Te dicen: cuando tengáis el 60 por ciento de la financiación, nosotros entramos. Y ahí andamos, buscando el resto del dinero para hacer la película”. Mientras, da vueltas a una comedia -Yo te llevo es el título provisional-, en la que lleva meses imitando a uno de sus personajes, un borracho. “Hago mucho el caricato, yo estudio las tonterías”.

Los lunes al sol.- Álvaro reconoce la zozobra del cine español que, a su entender, tiene causas más profundas que la escasez de fondos: “Salvo raras excepciones, no tenemos conquistado al público, y la única forma de hacer frente a las críticas es con buenas películas, que la gente vaya a verlas, y luego que el Estado nos trate como a cualquier otro sector profesional e industrial, con las mismas ayudas y exigencias”.

Tampoco es ajeno a la dureza de estos tiempos, con amigos de casi 50 años que están en el paro, sin saber qué hacer, con el futuro de los hijos en el aire. “Yo nací en Los Palacios, tengo a mi familia aquí, desde aquí he hecho la música, el cine, todo. Pero ahora no descarto que nos vayamos al extranjero si sale un proyecto que funcione, porque la crisis puede durar veinte años”.

Imaginación y cultura no son malos antídotos. ¿Quizá se trata de cambiar el mundo con sentido del humor?: “Eso siempre. Yo defiendo el sentido del humor porque soy un tipo triste con miedo a la muerte, y no hay otra forma de llevar esta puta vida que no sea así. No la entiendo si no es riéndonos un poco”. Afuera, en la Plaza de España, ya ha caído la tarde. Hace calor y caminamos con un sabor agridulce, como la vida misma.

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