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SOLLOÍNA

El caso Miller

El caso Miller "Si no se puede confiar en que los periodistas mantengan lo que se les dice en confianza, entonces los periodistas no pueden trabajar y no puede haber prensa libre.

"No podemos consentir que haya 50.000 periodistas que decidan por su cuenta sobre si revelan o no sus fuentes. No podemos tolerarlo".

Sobre estos polos gira el conflicto más grave de las últimas décadas entre la prensa y el Gobierno de Estados Unidos. La primera frase corresponde a la periodista Judith Miller, de The New York Times, que está en prisión por no querer declarar ante un juez norteamericano sobre una fuente informativa relacionada con la publicación del nombre de una espía de la CIA, lo que está penado en Estados Unidos. La segunda idea es del fiscal especial del caso, Patrick Fitzgerald.

El caso tiene todos los ingredientes de una novela de ficción. Así lo resumen Juan Varela, en Periodistas 21:

"Otro reportero, Matthew Cooper, de Time, corría el mismo peligro, pero su empresa decidió colaborar con el juez sin su consentimiento y el propio reportero anunció a última hora que su fuente confidencial le había eximido de respetar el secreto, por lo que puede identificarla ante el jurado. Robert Novak, el columnista republicano que reveló el nombre de la agente de la CIA no está encausado. Karl Rove, el asesor presidencial arquitecto de los éxitos electorales del presidente Geroge W. Bush está señalado como la fuente que hizo estallar el escándalo".

Ugarte, en Guerra eterna, aporta otro ángulo, el de las informaciones de Miller dando por buena la versión de Bush sobre la existencia de armas de destrucción masiva en Irak:

"El director y el presidente del NYT han prestado todo su apoyo a Miller. Otros periodistas no se creen su defensa de la libertad de expresión y de la necesidad de contar con fuentes anónimas, y de proteger su identidad, para controlar al Gobierno. Más que nada porque antes de la guerra de Irak, no fue ésa precisamente la función de Miller. Entonces, el trabajo de Miller sirvió al Gobierno de EEUU para convencer a los norteamericanos de la necesidad de invadir Irak. Ahora, esos soldados con los que se compara Miller están sufriendo las consecuencias de su periodismo-al-servicio-del-poder".

Ningún periodista debería ir a la cárcel por defender el secreto profesional. Pero tampoco debemos reclamar la irresponsable impunidad absoluta. Hay que exigir leyes y normas claras, que no utilicen la libertad de información para encubrir intereses corporativos y/o empresariales, y que propicien el derecho y la participación de los ciudadanos en una sociedad cada vez más libre. A pesar de la zarpa del terror. O por eso mismo.

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