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SOLLOÍNA

Los ojos de Batasuna

"Mírame a los ojos; ambos ojos a la vez". Con estas palabras la serpiente Kaa trata de hipnotizar a Mowgli en El libro de la selva. Igual Zapatero pretende que Patxi López, el dirigente del PSE, haga lo mismo con Arnaldo Otegui, portavoz de la ilegalizada Batasuna, en ese anunciado próximo encuentro entre la dirección de los socialistas vascos y los líderes de la izquierda independentista. Que lo hipnotice hasta el punto de que Otegui y sus secuaces de ETA anuncien la definitiva disolución de la banda terrorista y la entrega de las armas y del producto de las extorsiones. Que los mire a los ojos, y de paso les recite los nombres del millar de víctimas, hasta que entiendan que el primer paso para dialogar es comprender que el primer y fundamental derecho es el de la vida y que el eje de toda convivencia es la paz, la libertad y la democracia.

Puestos a recuperar la memoria, incluso la histórica, recuerde el PSOE que también Franco alardeaba de traer la paz -eso sí: sobre el cementerio de un millón de muertos- y que nosotros, los de entonces, respondíamos que no, que no era la paz, sino la victoria. Que nadie pueda decir ahora ni en el futuro que no era sólo la paz -aunque urgente y necesaria-, sino también la libertad, la democracia y la dignidad lo que necesitan las gentes del País Vasco y se les ha negado. Los propios militantes del PSE saben mejor que nadie el significado y el dolor que portan esas palabras después de tantos muertos, de tantas amenazas, de tanta lucha.

Hay que hacer lo posible, y quizá incluso lo imposible, por la denominada pacificación, pero sin olvidar que su primera y única condición es que desaparezca ETA, la marca de los violentos. Para todo lo demás no debe haber prisas ni capuchas, sólo luz. No hace falta acelerar cuando todavía no está elaborado el mapa, esa hoja de ruta que ha de trazarse con la exactitud del topógrafo. Tampoco es riguroso aprovechar las tribulaciones del Gobierno -sean dudas o equivocaciones- para lanzarse a la más despiada confrontación política en torno a un asunto que requiere por parte de todos máxima prudencia y colaboración y extremado sentido común, pese a que alguno pueda perder lo uno y lo otro en algún momento. Como se pierde el debate sobre el estado de la nación o se tienen tentaciones preelectorales. 

Reconózcase el error de anunciar y admitir los contactos con la ilegal Batasuna antes de que los terroristas comuniquen y demuestren su abandono total de la violencia. Insístase, pedagógicamente, en que el camino será tan proceloso como benéfico si se logra el objetivo, y en que, desde convicciones y exigencias firmes, se tendrá que ceder con dolorida generosidad. Pero primero que renuncien al tiro en la nuca y a la bomba lapa y al coche bomba y a la extorsión y al terrorismo callejero. Que no se arrepientan si no quieren: ya tienen podrida la conciencia. Pero que al menos se adhieran públicamente a los procedimientos democráticos y renuncien al uso de la violencia. Luego vendrá el debate político sobre la realidad nacional, la cuantía de las inversiones o la recuperación de los aranceles, si ha lugar. Con los límites constitucionales sobre la mesa. Y el que quiera, que acuda a las urnas con la proclamación de independencia en su programa electoral. Y lo defienda con las únicas pistolas del Estado de Derecho.

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