La factura chií
Los conservadores disfrutan del éxito de las elecciones en Irak y muchos nos congratulamos con ellos. La trampa está en que de paso tratan también de legitimar la invasión de EEUU y la guerra. Aceptamos que esos comicios han sido un ejemplo cívico, en medio de las certeras amenazas del terror, propiciado por la confluencia de intereses kurdos y chiíes frente a los suníes que han gobernado el país durante la dictadura de Sadam Hussein. Convengamos en aceptar los resultados del proceso en tan extraordinarias circunstancias; incluso la heroicidad de muchos iraquíes. Pero no es de recibo la altivez de Vargas Llosa en su homilía dominical para acusar a los medios europeos, "embebidos de odio a los Estados Unidos", de llegar a "persuadir a un importante porcentaje de la opinión pública de que la intervención militar en Irak era un absoluto fracaso". Destaca el escritor peruano la atmósfera festiva de la votación y la alegría de las mujeres.
Aunque es difícil confiar, sobre todo tras el fiasco de las armas de destrucción masiva que tan rápidamente se afanan por ocultar, dejemos abierta la espita de la esperanza en un próximo Gobierno democrático. Pero me temo que la apoteosis se quebrará más temprano que tarde. Cuando los chiíes decidan cobrarse su factura. El ayatolá Alí Sistani ya ha reclamado que la shaira, o ley islámica, impregne la futura Constitución, como advertencia a los sectores laicos del Ejecutivo. Expertos en la cuestión hay que avisan de los riesgos de un régimen clerical. En Irak no necesitan una revolución como en Irán. Son mayoría y conocen su fortaleza. Esperan a que caiga la fruta. Pero la Administración Bush ya dijo que no lo toleraría. ¿Promoverán entonces otra guerra? ¿Un golpe de Estado? ¿Por eso pretenden "neutralizar" Irán?
Los entusiastas neocon parecen olvidar lo ocurrido en Argelia, cuando el Frente Islámico de Salvación (FIS) ganó las elecciones. El golpe de Estado militar, el simulacro de democracia posterior, la explosión de terrorismo salvaje, la brutal represión. Una guerra bestial en la sombra con miles de cadáveres.
La democracia, el voto. ¿Siempre o sólo cuando interesa? A buen seguro que los saudíes también irían encantados a votar, con alegres familias haciendo colas, aunque un enloquecido terrorista pretenda subir al cielo a su costa. ¿O en petróleo amigo no caben las urnas?
Aunque es difícil confiar, sobre todo tras el fiasco de las armas de destrucción masiva que tan rápidamente se afanan por ocultar, dejemos abierta la espita de la esperanza en un próximo Gobierno democrático. Pero me temo que la apoteosis se quebrará más temprano que tarde. Cuando los chiíes decidan cobrarse su factura. El ayatolá Alí Sistani ya ha reclamado que la shaira, o ley islámica, impregne la futura Constitución, como advertencia a los sectores laicos del Ejecutivo. Expertos en la cuestión hay que avisan de los riesgos de un régimen clerical. En Irak no necesitan una revolución como en Irán. Son mayoría y conocen su fortaleza. Esperan a que caiga la fruta. Pero la Administración Bush ya dijo que no lo toleraría. ¿Promoverán entonces otra guerra? ¿Un golpe de Estado? ¿Por eso pretenden "neutralizar" Irán?
Los entusiastas neocon parecen olvidar lo ocurrido en Argelia, cuando el Frente Islámico de Salvación (FIS) ganó las elecciones. El golpe de Estado militar, el simulacro de democracia posterior, la explosión de terrorismo salvaje, la brutal represión. Una guerra bestial en la sombra con miles de cadáveres.
La democracia, el voto. ¿Siempre o sólo cuando interesa? A buen seguro que los saudíes también irían encantados a votar, con alegres familias haciendo colas, aunque un enloquecido terrorista pretenda subir al cielo a su costa. ¿O en petróleo amigo no caben las urnas?
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