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SOLLOÍNA

El bamboleo del juez

Me gustaría saber qué dirían y escribirían del juez suplente del juzgado de instrucción número 5 de  la Audiencia Nacional Fernando Grande-Marlaska los que ahora tanto le jalean si en vez de actuar así siguiera la máxima del titular, Baltasar Garzón, que regresará al puesto a finales de semana, sobre el alto el fuego permanente de ETA: "El poder judicial sabrá tener en cuenta la situación actual" y trabajará "en este sentido" manteniendo sus actuaciones "dentro del imperio de la ley".

Muchos se preguntas por qué. El señor juez habló para El País, en entrevista de Rosa Montero publicada en el colorín dominical:

"Ha hecho usted una carrera fulgurante. En 1999, con sólo 37 años, llegó a la Audiencia Provincial de Vizcaya. Y cuando los periodistas le comentaron lo joven que era, usted contestó: “Será que no hay gente delante de nosotros en el escalafón que quiera venir aquí”, unas palabras que crearon cierto impacto.

Pues sí, pero es que eso era cierto. No sabía qué contestar, pero es que además es la respuesta lógica. Si alguien más antiguo en el escalafón hubiera pedido ese puesto me lo hubiera quitado. Esto es una obviedad y me dieron la plaza por esa razón, no hice ningún otro mérito.

Por esa razón y porque tuvo el coraje de ocupar el puesto. El primer año que usted estuvo en la Audiencia Provincial, ETA asesinó a 23 personas. Y en noviembre de 2000 la policía le comunicó que habían detenido al ‘comando’ Vizcaya y que tenían fotos y documentación sobre usted en la que le tachaban de “protector de fusilamientos”. A partir de entonces le pusieron escolta. Supongo que fue muy duro.

Pues sí, pero… Yo soy vasco, he residido hasta los 40 años en Bilbao y he vivido toda mi vida el problema de ETA y del terrorismo de ETA y, como los demás ciudadanos del País Vasco, lo he vivido en primera persona, es decir, no era algo que leía en los periódicos sino que estaba ahí. Y eso hizo que… Bueno, esto que voy a decir resulta muy duro, pero eso hizo que la situación no es que me pareciera normal, claro, porque no lo era, que te amenazaran era algo anormal, pero desde luego no era algo extraordinario. Con lo cual cuando me lo comunicaron pues… Es como alguien que está enfermo y que sabe que algún día le pueden dar una mala noticia y en efecto un día se la dan.

Vamos, que se lo esperaba.

Es que era una posibilidad. Aunque no te la plantearas conscientemente, estoy seguro de que siempre la llevabas ahí detrás. De manera que cuando te lo comunican pues… Es una mala noticia, pero tampoco es un trauma. La cuestión es adaptar luego eso a la vida de uno, aprender a vivir con escolta y esas cosas.

Debe de ser difícil.

Las dos primeras semanas lo de la escolta es muy duro. Es como no saber moverte, como tener que llevar muletas cuando no las sabes manejar, te haces un lío mental. Los primeros días no sabes si tienes que ir al lado de ellos, si tienes que hablar con ellos, si puedes ir a tu aire y ellos van detrás… Las primeras semanas te dices, ¿pero qué es esto? Y te sientes un inútil. Pero luego ya lo normalizas y lo asumes". 

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