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SOLLOÍNA

El fuego

Uno -uno mismo o cualquiera, sin señalar- puede acudir a contemplar la salida de una cofradía en alguna de las muchas iglesias sevillanas llevando bajo el brazo, por ejemplo, "El espejismo de Dios", el alegato en favor del ateismo de Richard Dawkins. (No hay peligro por ahora: Espasa lo distribuye a partir del día 10). 

Uno puede reivindicarse en un entorno de purpurados capillistas, nublarse con el incienso, la música, las imágenes, el azahar, Sevilla. Admirar la obra de arte total, que tan bien explica mi buen amigo Pepón.

Uno, cualquiera, puede acudir a argumentos muy diversos para patearse calles, callejones, plazas, plazoletas, entre bullas apresuradas, para ver un santo. Hasta que, lejos del fervor religioso, uno claudica en un éxtasis sentimental que se filtra por células y neuronas y se emociona en lágrimas. Como si un ancestro dibujara el fuego en la cueva.

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