Como balcones a la calle
"Una ventana al tiempo son tus ojos,
me hablan siempre de ti y me restituyen
de todo lo pasado antes de que pasara"
J. M. Caballero Bonald, La noche no tiene paredes.
El joven Carlos Marzal en su último poemario, Ánima mía, celebra la vida. El viejo Caballero Bonald la despide entre dudas. Y algunas certezas.
"La edad me ha ido dejando
sin venenos, malgasté en mala hora
esa fortuna,
¿qué más puedo perder?
Llega el tiempo ruin de los antídotos.
Materia devaluada, la aventura
disiente de ella misma y se aminora.
Ya sólo quedan rastros de peligros,
una zona prohibida apenas frecuentada,
la pauta exigua de lo inconfesable,
cierto amago fugaz de furia y desacato".
Y otros versos subrayados como quien desenvaina un puñal.
"Tristeza
de estar aquí acordándome de algo
que queda ya más lejos que el recuerdo".
"Soy a la vez quien ama y aquello que yo amo"
"Quién que no tú vendrá a advertirme
que el pasado
no ha terminado todavía de pasar".
Para concluir al fin...
"Sombras dispares
que el tiempo reconcilia a duras penas,
pero que juntas van contribuyendo
a ejercer de benévolos augurios
de esas noches gozosas que te quedan de vida"
1 comentario
Anónimo -
Piensa en ello, ya digo, después de leer en paralelo al "viejo" y al "neo".
Naturalmente, en el mundo se da también un exceso del bien. Éste se verifica en el momento el que se supera la estricta justicia (Bonald), el puro contrato paritario (quid pro quo)...Entonces se da con total gratitud, se da con pura pérdida -dando a quien no se lo merece, a quien nos es hostil-, superando las buenas maneras, el sentido común, la perpección corriente de la medida. Es la superación de las costumbres mundanas, pisotear toda convención, lo que podríamos llamar una "transgresión" pero sin el valor negativo del término.
Sin pesar. Sin remordimiento.
Con afecto.
r.