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SOLLOÍNA

Ruido y furia

Me cuesta referirme a Alfredo Urdaci, el ex director de Informativos de TVE, que acaba de publicar un libro, “Días de ruido y furia”, en el que ajusta cuentas con su pasado reciente. Coincidimos a mediados de los 80 en Madrid, en RNE. Primero como becarios y contratados en prácticas. Luego opositamos juntos. Fuimos amigos. Quizá con la levedad con que ocurría todo en aquellos años, pero amigos. Compartimos un tiempo de felicidad, cuando Madrid ya se dejaba de movidas, pero éramos jóvenes recién licenciados, y las novias aún vivían, actuaban y vestían como las chicas de la película de Almodóvar “Pepi, Luci, Bom…”. Entonces era un izquierdista alegre (los progres de la época nos separábamos -además de entre procomunistas y prosocialistas, y todas sus variantes de prochinos, prosoviéticos, procastristas, e incluso proguerristas, proboyeristas y hasta provaticanistas- en taciturnos, con una pésima visión del mundo, y divertidos, que se movían bajo el lema a la revolución con vino y cama. Urdaci era de éstos) y estaba muy alejado del Opus Dei y de la Universidad de Navarra, donde había estudiado tanta Teología como Periodismo.
Aprobamos las oposiciones: él optó por Madrid, yo por Sevilla. Poco a poco perdimos el contacto. A él le destinaron a “España a las 6, 7 y 8”. Era bueno: escribía muy bien y tenía presencia de voz. Pronto se ganó el favor de los jefes. Incluso de algún adlátere del guerrismo –que hoy sigue bien situado, como casi todos los ex guerristas-. Editó varios noticieros y lo enviaron a Roma, de corresponsal. Las lenguas, malas o buenas, dicen que allí se perdió. O se encontró. A saber. Que si Paloma Gómez Borrero. Que si el Vaticano. Que si el Opus Dei. Saulo y su caballo. El caso es que regresó con nuevos bríos. Y nuevos cargos. Hasta que llegó a la dirección de Informativos de TVE en plena ola PP, de la mano de Javier González Ferrari, ahora jefazo de Onda Cero y quien le ha presentado el libro. Desde ese puesto, Urdaci puso la cadena estatal a los pies de Aznar y su política. Era lo habitual en RTVE. Desde siempre. Aunque ni los más veteranos recuerdan una manipulación tan descarada, hasta chulesca, como en aquello de “ce ce o o”. En sus telediarios creó, aunque desconozco si es pionero en tal aberración, lo que he llamado el sándwich: colocar un breve testimonio de algún portavoz de la oposición –habitualmente Zapatero- entre un alud de declaraciones oficiales, bien ministros, bien portavoces peperos, para rematar con una larga intervención de Aznar desde un plano estrictamente institucional. Si esto fuese EEUU, se estudiaría en las facultades de periodismo. Desconozco si, como se dice, su compromiso con la causa llegó a ser tan intenso porque tenía relación personal con el ex presidente del Gobierno. Ana Botella estuvo en la presentación del libro.
Cuentan que el libro -no lo he leído, pero lo haré- destila bilis, cotilleos malsanos y traza un perfil tétrico del cargo y de la Casa. Puede ser comprensible. Los socialistas de antes asistieron en vivo a la descomposición de todo y pudieron prepararse para el relevo. Los del PP no. Pero tampoco nos engañemos. En el barco de Urdaci remaban muchos. Algunos han naufragado con él. Otros estarán “reubicados” en la tele. Y varios, que de todo hay, se han situado de nuevo a la sombra de la mayoría socialdemócrata. A lo que manden.
Menos mal que el abanico se ha abierto, hay menos presión y predomina el respeto a la pluralidad, dentro de los políticamente correcto y sin estridencias. Con buen talante. Lástima de los numerosos fallos técnicos de los telediarios y de que la audiencia parece darlos por desacreditados y opta por otras cadenas. Es el riesgo de abusar de ese oscuro objeto de deseo. De tantos “Días de ruido y furia”, a los que Urdaci también contribuyó. Como ha escrito Sergi Pàmies: “Siendo útiles algunos de los datos del libro y respetable la experiencia que le tocó vivir, lo relevante es lo que nos tocó vivir a nosotros, víctimas de una televisión que azuzó el ruido y la furia. Por desgracia, ni el uno ni la otra son exclusiva de nadie”. Pero Urdaci no es Faulkner para contarlo.

1 comentario

Anónimo -

Sería mejor que escribieras después de leer el libro. No será Faulkner pero está muy bien escrito, tiene mucha información, y no imprecisiones como las que tu señalas sobre su vida privada o su evolución ideológica. Creo que te equivocaste al elegir Sevilla, y se te nota el resentimiento. Lástima