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SOLLOÍNA

ETA esconde la bolita

El último comunicado de la banda terrorista vasca es un habilidoso truco de trilero que deja al aire las vergüenzas de quienes han alentado en las últimas semanas la posibilidad de una tregua como paso previo al inicio de conversiones que concluirían con la disolución de ETA -"el principio del fin", según Zapatero- y ¿la salida de los presos? ¿el reconocimiento del derecho de autodeterminación? ¿una (más o menos profunda) reforma del Estatuto de Gernika? 

Al Ejecutivo sólo le queda ofrecer la excarcelación de los presos con ciertas garantías jurídicas y algún avance en el denominado autogobierno: no mucho más en el país más descentralizado de Europa. Pero la banda ha dejado claro que ése no es su objetivo. Dice el texto: "La imposición de un nuevo ciclo autonómico a Euskal Herria, traerá sólo la prolongación del conflicto" y "siendo clara la naturaleza política de éste, hay que darle una salida política y democrática", lo que traerá "irremediablemente el cambio del actual estatus político". E interroga a PNV y PSE-PSOE: "¿Qué voluntad concreta tienen para desarrollar un proceso democrático sin límites en Euskal Herria)?, ¿qué pasos están listos para dar?, ¿cuáles son sus propuestas para que los derechos de Euskal Herria sean reconocidos y conocidos?". "Mientras no den respuesta directa a esas preguntas, fuerzas como el PNV y el PSOE emplearán subterfugios".  

El Gobierno también juega sus bazas: Zapatero explicará la hoja de ruta una vez los terroristas decreten el alto el fuego. El PP, a la sombra de las víctimas, las suyas: oposición radical a la política del Ejecutivo en cualquiera de sus vertientes y denuncia de entreguismo, cobardía y claudicación (el propio ZP rendido en Vergara). Las víctimas, a la sombra de sí mismas, su dolor y su memoria: No paz por presos. El nacionalismo vasco, expectante entre sus aspiraciones y las metralletas: sin vencedores ni vencidos.

De nuevo el Gobierno: "ni precio ni atajos", para reconocer luego que "el fin del terrorismo no debe  plantearse en términos de vencedores y vencidos" (María Teresa Fernández de la Vega). Pero los habrá. Sea cual sea el acuerdo al que se llegue. Desde la dignidad, ETA debe ser vencida y el terrorismo concluir como lo que ha sido y esperemos que no vuelva a ser, la malvada pesadilla de unos pocos que han asesinado a 830 personas. Y no podemos caer en la inmoralidad de equiparar a unos y otros. Los negociadores, si los hubiera, deben cuidar en extremo este asunto para contar, al menos, con la comprensión de algún sector de las víctimas, como también deberían atraerse a otros colectivos afines al PP ante la imposibilidad de establecer un consenso básico con este partido. La paz merece el riesgo, pero no se debe minimizar y mucho menos mentir sobre los términos en que se desarrolla la partida. Quizá por eso Javier Pradera nos advierte: "De ahí que las exigencias de justicia de las víctimas corran el riesgo de entrar en contradicción política y moral con los requerimientos pragmáticos de un proceso de pacificación orientado a buscar el acuerdo entre enemigos movidos por ideas, creencias y sentimientos muy diferentes".

 

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