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SOLLOÍNA

El "flock" de ERC

"Ni flick ni flock, yo nunca pierdo, / si te he visto no me acuerdo".

Así le cantó Sabina a Felipe González, después de que el ex presidente del Gobierno rechazara las acusaciones del 84 sobre presunta financiación irregular del PSOE procedente de los socialdemócratas alemanes: "Ni Flick ni flock, ni un marco ni una peseta ni un duro". Y quedó para la historia. Fue el primer aviso sobre el origen de los fondos que tan alegremente manejaban los partidos de la todavía titubeante democracia española. Excesivos gastos, pocos controles, muchas elecciones y el referéndum de la OTAN. Nadie hizo caso a quienes alertaron, menos a quienes denunciaron. Luego estalló el caso Filesa.

Mientras la izquierda penaba su oro de Moscú, también la derecha lavaba sus cuentas. La Operación Roca y sus famosos 7.000 millones de pesetas de entonces evaporados en el fracaso de carteles y mítines. La refundación de Alianza Popular en un Partido Popular inmaculado de deudas y unas arcas rebosantes para llegar al Gobierno, primero, y mantenerse después.

Bancos y cajas concediendo préstamos sin garantizar cobros, condonando créditos sin excesivas querellas. Una contribución ¿desinteresada? al régimen. Y todo pese a las cuantiosas subvenciones oficiales.

Ahora, entre el vodevil de si apoya o no el nuevo Estatut, aparece el caso ERC. Los independentistas catalanes exigen por carta a sus cargos públicos y empleados de los departamentos que controlan en la Generalitat que abonen al partido un porcentaje del sueldo e incluyen exigencias de responsabilidades si no pagan y amenazas de despido.  Han saltado el límite, aunque alegen que han podido cometer algún error en el envío de las misivas. Alguien debe dimitir. (En Marbella, el portavoz andalucista, Carlos Fernández, tuvo que dejar el Gobierno local tras denunciar una actuación similar varios trabajadores de las concejalías que controlaba este partido en el Ayuntamiento).

Los fondos de los partidos siempre han estado bajo sospecha, y más abajo han tratado de esconderla los propios interesados. Predomina la hipocresía y el ocultismo. El caso ERC tiene un eco mucho más amplio. La obligación de destinar parte del salario del cargo oficial al partido la aplican otras formaciones políticas. En Andalucía, al menos, creo que lo hacen todas. Desde concejales a presidentes de organismos públicos. Cada cual su porcentaje. Para apoyar la financiación del partido. Y no tiene porqué ser fraudulento, salvo si existe coacción. Incluso es un sistema de recaudación más transparente que esas donaciones millonarias y anónimas, sin contro, pero que, a buen seguro, regresan luego a modo de facturas de cinco tenedores. 

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