El segundo órgano
"Si la conciencia no se hubiera desarrollado en el decurso de la evolución y no se hubiese expandido hasta alcanzar su versión humana, la humanidad, tal como ahora la conocemos, en toda su fragilidad y vigor, tampoco habría evolucionado. Uno se estremece de sólo pensar que el simple hecho de no haber pasado por un simple recodo en nuestro camino podría haber supuesto la pérdida de las alternativas biológicas que nos hacen ser propiamente humanos. Pero entonces, ¿cómo nos hubiéramos dado cuenta de que faltaba algo?" Esta cita corresponde al libro "Y el cerebro creó al hombre", del neurólogo Antonio Dalmasio. Es una de las novedades que han llegado estos días a las librerías coincidiendo con la Semana del Cerebro, ese instrumento al que Woody Allen llamó "mi segundo órgano preferido". En los últimos años, investigadores norteamericanos se han afanado en divulgar las claves de su desarrollo y su relevancia para el ser humano con el habitual rigor, amenidad y notable escritura que tantas veces echamos de menos en los ensayistas españoles. Ya hace unos meses, la editorial Paidós publicó "El cerebro accidental", de David Linden. Este neurocientífico norteamericano rompe la creencia popular de que el cerebro es una obra perfecta: "Nada más alejado de la verdad", nos dice: "Es un diseño ineficiente, falto de elegancia e incomprensible, que, sin embargo, funciona". Eso sí, su evolución ha dado lugar a aquellas cualidades, como los sentimientos, que más profundamente dan forma a la experiencia humana. También Paidós publica estos días "¿Qué nos hace humanos", de Michael S. Gazzaniga, otro neurocientífico, director del Centro para el estudio de la mente de la Universidad de California. Como anuncia el subtìtulo, se trata de una explicación científica de nuestra singularidad como especie, que, además, cuenta con el respaldo de otros de los popes de la materia, Steven Pinker. En casi quinientas páginas muy amenas, Gazzaniga nos ayuda a comprender la condición humana a partir del estudio de la naturaleza biológica, psicológica y altamente social de nuestra especie. Así nos acerca al significado del miedo, las relaciones sociales, el cotilleo, la cultura o el trasfondo del ligoteo. O mejor, relata que actos tan simples como reconocer una cara o recordar un cumpleaños suponen un salto enorme en la evolución humana que realizamos gracias a las conexiones cerebrales. El autor duda de que tengamos capacidad cerebral para asimilar toda la información que estamos acumulando, pero valora nuestra capacidad para pensar que podemos ser mejores. Y la tercera pata es el citado "Y el cerebro creó al hombre", publicado por Destino en España un mes antes de la edición norteamericana. Su autor Antonio Dalmasio recibió el Premio Príncipe de Asturias de Ciencia y Tecnología de 2005, y estos días ha sido homenajeado en Barcelona. Dalmasio esclarece en este libro el proceso por el cual el cerebro creó el yo consciente y la mente humana. Cerramos con otra de sus citas: "Sin la subjetividad, la creatividad no habría florecido y no tendríamos canciones ni pintura ni literatura. El amor nunca sería amos, sólo sexo. La amistad habría quedado en mera conveniencia cooperativa. El dolor nunca se habría convertido en sufrimiento (...) no existiría el conocimiento ni tampoco nadie que se fijara en las cosas y dejara constancia de ellas; es decir, no habría cultura ni historia de lo que las criaturas hicieron a lo largo de las épocas".
Para dejar constancia de todo ello destacamos hoy estos tres libros.
(Reseña que se emitirá en Historias de Papel, de RNE Andalucía, cuando Manuel Pedraz, su galardonado director, tenga a bien).
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