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SOLLOÍNA

Chollito

Cierre vacacional

Toca descanso, mar, lecturas.

Este chiringuito echa la persiana hasta principios de septiembre (salvo que algún arrebato encuentre consuelo en el wi fi de algún hotel).

Gracias por venir por aquí, sea de forma casual o adrede.

Y no pase calor sino es por placer.

Salud,

6.15 horas

A esa hora suena el despertador desde el lunes 14 de julio.

Sonará, si nadie lo remedia, hasta el lunes 28 de julio.

A esa hora, en la que casi no hay calles ni aliento, sólo sudores,

me levanto con un infame malhumor.

Que el resto del día no hace sino empeorar.

Hasta el primer whisky de la primera terraza del primer bar.

Fin de semana

Este niño de secano

necesita mar.

Paréntesis

Estos malditos cortes publicitarios.

(Que dan para comer y otros vicios menos confesables).

Del trabajo

Mi compadre el Pollo suele decirlo a menudo; sobre todo cuando andamos en disputas del tipo de si cansan los horarios de oficina, las fiestas populares o una noche de copas.

"Lo cansao es hacer una gavia", sentencia.

Y no es el único.

Niña mía

Niña mía

Mi adolescente cumple hoy 16 años. 

El origen de su nombre es este poema de Rafael Alberti, dedicado a su hija. Lo descubrí en "Poemas del destierro y de la espera", de Austral. Ese libro lo compré en el primer mitin que el PCE convocó en Andalucía tras su legalización, en la primavera de 1977. Fue en un complejo de piscinas de Coria el Río (Sevilla). Allí estuvieron Santiago Carrillo, Pasionaria, Alberti y los cantautores militantes o compañeros de viaje de la época. Casi todos firmaron aquel ejemplar, ahora desencajado.

Luego supe -y desconozco si es una leyenda- que Alberti llamó a su hija Aitana porque la sierra valenciana de ese nombre fue lo último que él y una embarazada María Teresa de León vieron al salir de España, camino del exilio.

En su página 127 todavía late un poema de 9 de agosto de 1956 que dice...

Para Aitana

Aitana, niña mía, baja la primavera
para ti quince flores pequeñas y graciosas.
Sigues siendo de aire, siguen todas tus cosas
siendo como encantadas por una luz ligera.

Aitana, niña mía, fuera yo quien moviera
para ti eternamente las auras más dichosas,
quien peinara más luces y alisara más rosas
en tus pequeñas alas de brisa mensajera.

Aitana, niña mía, ya que eres aire y eres
como el aire y remontas el aire como quieres,
feliz, callada y ciega y sola en tu alegría,

aunque para tus alas yo te abriera más cielo,
no olvides que hasta puede deshojarse en un vuelo
el aire, niña Aitana, Aitana, niña mía.

Güitoma

En el pueblo (Los Palacios y Villafranca por más seña) se suele llamar güitomas a las atracciones de feria. Un término cuyo origen  tenía intrigada a parte de la familia que se dedica a esos menesteres, como refleja el blogroll de "Gratitud". Hace unos meses el marido de una colega -y a pesar, ambos amigos- también se sintió interesado e indagó. Éste fue el intercambio electrónico de pareceres a través de esposa interpuesta: 

ESCRIBIÓ ELLA

 

El Pozo de Sabiduría dice al respecto de los "güitomas"  que se trata de un americanismo procedente, casi con seguridad, de Cuba, y que el único texto literario que conoce en el que se menciona la palabra con este significado es  en un libro (menor, apunta el sabio) de Camilo José Cela titulado "Viaje a Andalucía"  (acotación personal: el libro no solo está descatalogado, sino que

permanece cautivo y desarmado en la casa de mi predecesora en el cargo). Eso sí, dice que ha buscado la palabreja con empeño pero sin éxito porque no aparece  en ningún diccionario de la lengua ni siquiera en el muy reciente diccionario panhispánico de dudas

 

Asegura el colega que en El Pedroso nunca se ha nombrado el asunto de otra forma (¿cómo coño llegaría el americanismo caribeño hasta allí, digo yo?). Asegura que nunca dijeron "los cacharritos" sino los güitomas o las cunitas, y ya se sabe que lo que se dice en el Pedroso va a misa.

 

En fin. Aunque a nadie le interesa e incluso hay cachondeo al respecto, que quede constancia de que en Burgos ir a los cacharritos y la feria en general se dice  "ir a las barracas". Allí ni americanismo ni leches, supongo que el origen está en la pinta de las casetillas en las que en el pasado se ponían los feriantes. O vete a ver, porque son muy raros y en cualquier caso lo mejor es no llevarles la contraria.

 

Ale. Que se sepa.

 

RESPONDÍ YO

 

Muy cierto lo que dice el ilustre Maestro. Aquí, en la capital del Bajo Guadalquivir, se alternan "cacharitos", "cunitas" y "guaitomas" entre los más viejos del lugar. Buscaré el librito del insigne Premio Nobel (a ver si la parienta, la del insigne, lo ha reeditado para cuadrar balances).
 
En cualquier caso, la familia de los güitomas de los Sollo, amplia y prolija como un gitanerío, se rinde a los pies del docto sabio y le agradece las aclaraciones sobre el origen de su denominación.
 
Por cierto. No es de extrañar el origen caribeño y rumbero del término. Yo lo asocio al ritmo de algún cacharito... Imagínatelo en La Habana... "gui-toma" "gui-toma"... Pero a lo que iba. El segundo apellido de mi padre es Castán. Y procede de una familia francesa que llegó a España haciendo el glorioso y sin par número de la Cabra, con su trompeta y todo. De esas, mi abuelo se lío a una linda francesita e inició la no menos gloriosa y sin par saga, que aún rula por las ferias de la Baja Andalucía. Y olé".

Luego he realizado mis propias pesquisas: Nada en ningún diccionario y sólo Google apunta señales. He descubierto que Juan Benet tambió utilizó el término en un artículo dedicado a García Hortelano, Juan en Hyderabad: "Cuando al fin eché pie a tierra en Charminar tuve la misma impresión infantil después de una vuelta en el tiovivo, el güitoma o la montaña rusa".

 

En otras zonas de las Españas también se utiliza esta palabra para referirse a atracciones de feria. E incluso en algún municipio, como Moraleja de Enmedio (Madrid), es sinónimo de "sillas voladoras". La vida. Ése es uno de los primeros aparatos que tuvo mi abuelo Manolo y con él aparece en la película "Cabriola", protagonizada por Marisol y dirigida por Mel Ferrer en la Feria de Sevilla de 1965.

Lo que dice algún primo, una familia de artistas. 

Rocío ritual

Dos días de camino al Rocío, jueves y viernes, acompañando a la Hermandad de Los Palacios, y todavía no me he repuesto del cansancio. Tampoco he podido ordenar el caos de sensaciones acumuladas en alguna sorprendida neurona. He de precisar que era la primera vez, que no pisaba la aldea de Almonte desde hace una quincena de años y que siempre me sentiré más a gusto en cualquier gran ciudad contaminada que en esta apoteosis rural de carretas, bueyes, caballos, mulos, charrets, remolques, tractores y todoterrenos, junto a miles de personas totalmente ajenas a las tareas del campo.

 

Una cosa te lleva a la otra, y de la presentación de Paco en el Pregón pasé a encontrarme en una vorágine de compras y preparativos. Y el jueves, a las seis de la mañana, uno que se parecía a mí iba con unos botos prestados puestos, el sombrero con la cinta de Los Palacios y la medalla de la hermandad que se colgaba mi padre hace 40 años, regalo de mi madre. Como no me lo creía, me llevé la cámara de fotos.

 

En esos dos días, hemos cumplido con todos los rituales: el paso del Guadalquivir por la barca de Coria, los trigales de la Puebla, el vado del Quema con un Guadiamar crecido hasta las rodillas y un bautizo apresurado por el gentío, la entrada y presentación en Villamanrique con la carreta del Simpecao subiendo dos veces los escalones de la iglesia, la acampada en la Dehesa Boyal tipo poblado indio que hubo que montar dos veces por ocupar terrenos que no nos correspondían, la lengua de polvo y arena de la Raya Real, la pará en Palacio, vuelta a la Raya hasta el puente del Ajolí y entrada en la aldea de Almonte para ver a la Virgen, comprar y colocar velas, visitar la Casa Hermandad palaciega y regresar, por la carretera de Almonte, con una inolvidable puesta de sol, entre pinares, a la izquierda, y un enorme arco iris a la derecha. Paco nunca mira al frente cuando conduce. 

 

Hemos compartido risas y contratiempos, cantes y bailes más o menos afortunados; hemos comido lo justo y bebido lo inimaginable (aguardiente al amanecer, cerveza y manzanilla desde media mañana, café y copas a los postres, y vuelta a la cerveza, la manzanilla y las copas en cada parada) a la orilla de cualquier arenal, a la sombra de cualquier acequia; hemos levantado una cerca de todoterrenos y tiendas de campaña; hemos caminado con el asombro de cruzar Doñana, los pies hundidos en tierra, entre una polvareda colosal que devoraba gentes y vehículos. Hemos encontrado a cada cual con sus cosas y sus ánimos: diversión, esperanza, fe.

 

Es increible que sólo ocurra lo que tiene que ocurrir y que la reserva natural más importante de Europa no resulte arrasada.

Ese camino impresiona por su primitivismo, por su duende ancestral, pero hay que tener cuerpo y ganas. 

Calores

Siempre me incomodan el frío y la lluvia.

Mis genes se adaptan mejor a las altas temperaturas del Valle del Guadalquivir.

Pero esta primavera tardía, con sus treintaitantos grados de floración...

¡Tápense, pordios!

Farra

Este hígado, siempre bien regado, ya no destila con la misma fluidez.

La fluidez con que podía cicatrizar heridas.

No somos nadie

Te tumba una afección de garganta. Quizá unas décimas de fiebre.

El malestar se extiende por el sofá, como isla.

El monocorde runrún de la tele al fondo.

El ordenador tan cerca, en medio del mundo.

El tableteo de la memoria en la boca seca.

Cuatro coplas, varios libros, algunas películas.

Se balancean en el recuerdo, a tientas.

Traducir lo innombrable, lo perdido.

La casa tomada. El club de jazz. El juego de la Rayuela.

El eco, los ecos.

El implacable avance de los años.

El humo, la tos.

El sueño, el sueño, el sueño…

diciéndose que al fin y al cabo algún encuentro había, aunque no pudiera durar más que ese instante terriblemente dulce en el que lo mejor sin lugar a dudas hubiera sido inclinarse apenas hacia fuera y dejarse ir, paf se acabó”.

De Paco Márquez, mi amigo

El pueblo anda alborotado. (En Los Palacios y Villafranca siempre decimos “el pueblo”, incluso para preguntar el resultado del equipo de fútbol local). Paco Márquez, el director de la radiotelevisión local, ofreció el domingo pasado el Pregón de la Hermandad del Rocío y la emoción todavía perdura. Me pidió ser su presentador y, por razones que el visitante que tenga la osadía de continuar la lectura entenderá, accedí. Ahora otro amigo, Julio Mayo, historiador palaciego y archivero municipal, me pide –“por aclamación”, dice en un afectuoso correo- que traiga al blog la presentación. Pese al pudor, tampoco he podido negarme.

 

PRESENTACIÓN DE PACO MÁRQUEZ

PREGÓN DEL ROCÍO, 20 DE ABRIL DE 2008

 

Sean bien hallados vecinos y romeros.

Autoridades. Señor Alcalde, don Antonio Maestre.

Señor Párroco de la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, don Luis Merello.

Representante de las Hermandades de Penitencia, don José Lay.

Hermano Mayor de la Hermandad de San Isidro, don Manuel Falcón.

Hermano Mayor de la Hermandad del Rocío, don José Calancha.

 

Con su venia.

 

Vengo esta mañana de primavera a presentar al pregonero de la Hermandad del Rocío de Los Palacios y Villafranca. Y llego aquí con una mezcla feliz de orgullo y agradecimiento.

 

Orgullo porque el pregonero, Francisco Márquez Moral, nuestro Paco Márquez, es mi amigo desde hace casi 40 años. Juntos vivimos los descubrimientos titubeantes de la adolescencia, los caminos inciertos de la juventud entre estudios, trabajos y amores.

Juntos alcanzamos la madurez que conceden los años, con renovadas ilusiones, entre más trabajo y más amores: Los que nos enlazan a las mujeres y los hijos que comparten nuestras vidas: Margarita, Ana Margarita, Paquito, Pepa, Aitana.

 

Y agradecimiento por tener la oportunidad de intervenir en uno de los actos más relevantes de la Hermandad del Rocío. No en vano su Pregón es el más antiguo del pueblo. Es cierto que yo no soy rociero. Pero mi padre José es hermano de antiguo, y de chico me impulsaba sobre la cabeza de los almonteños para que estas manos tocaran los varales de la Señora; y recuerdo a mi abuela Aurora y a mi madre Rosario trastear bajo el toldo del camioncillo para atender a todo romero que se acercara; y ya de adulto, en la Aldea, con mi mujer, antes de que la moda multiplicara el gentío, he dado una cabezada en el coche después de ver salir a la Virgen, antes de volver al pueblo, en la madrugada del Lunes de Pentecostés.

 

Quiero decir que el Rocío es de todos. De los que van y de los que nos quedamos. El Rocío forma parte de nuestras vidas. Está en nuestros genes como aprendizaje, como cultura, como religiosidad.

 

Son experiencias que ha vivido intensamente nuestro pregonero. Cómo no va a hacerlo, si Paco Márquez nació en la Calle de los Perros, a la sombra misma de lo que fue el castillo, en el corazón de Los Palacios.

 

Allí creció este niño enfermizo y pinturero, estudiante a trompicones, inquieto ante lo nuevo. No había aventura a la que Paco no se apuntara sin reparar mucho en el riesgo. Con los años he aprendido que a su lado las cosas suelen salir bien. Pero entonces éramos unos chiquillos que tanteábamos la vida.

 

Tuvimos la suerte de crecer con la democracia y de dar cauce a la rebeldía juvenil, con un fondo musical de Triana: Hijos del agobio y del dolor que querían entender el sentido de las cosas. Paco participó en asociaciones, en propuestas culturales, en proyectos políticos. Ese compromiso, siempre en la esperanza y el trabajo por construir un mundo mejor y más justo, lo mantiene hoy día con el mismo empeño.

 

Y cuidando del pregonero, velando por su felicidad y su futuro, una mujer excepcional, su madre Ana, que nos recibía, cariñosa y matriarcal, sentada a una puerta siembre abierta. Doña Ana Moral, que con tanto mimo nos lo crió, se nos fue hace un mes y 21 días. Esa ausencia ha respirado con Paco mientras labraba su pregón con lágrimas. Y ese dolor, que es el mío, también acompaña hoy al pregonero.

 

Pero él sabe dónde encontrar a su madre. Mira al cielo. Ella está en su mecedora, protegiéndonos y sonriendo por las cosas de su Paquito. Como entonces.

 

Y recordará que con apenas quince años un teatrero quiso llevárselo a Madrid porque le vio madera de actor. Sólo fue una tentación. A ella le pudo el miedo de madre y a él la responsabilidad de hijo.

 

Luego vinieron las rudezas de la vida. Casi adolescente aún, el pregonero trabajó en el yeso para ganarse el pan, cuando el teatro ya le abría ventanas a otros mundos. Aquellas noches en Málaga, tras un duro día en la escayola, leía las obras que tenía que representar en el pueblo. Por la mañana, en el tajo, se las recitaba a los compañeros. "Si tu eres un artista", le decían.

 

Poco después el virus de la comunicación se le quedó atrapado a la garganta. Paco se convirtió en la voz de la primitiva radio local. Pudo acomodarse pero quiso aprender. Hizo un curso de locución y presentación en Sevilla, con primeras figuras del gremio. Destacó entre ellas hasta tal punto que la Cadena Ser le hizo un contrato de periodista. Todavía le echan de menos.  

 

Pocos saben que en aquella época la Ser le ofreció la dirección de la emisora de Almonte. Buen sitio, ¿verdad, rocieros? Y la rechazó para trabajar, ya siempre, en su pueblo y ser la imagen de la incipiente televisión local. Creo que se quedó con nosotros porque él no quería estar cerca del Rocío; el soñaba con hacer el camino con su Hermandad de Los Palacios y Villafranca.

 

Y siguió preparándose. Ya casado, y con responsabilidades propias de la edad, aprobó el acceso a la Universidad para mayores de 25 años, se matriculó en Derecho y sacó adelante algunas asignaturas. ¿Os imagináis a nuestro Paco de ilustre abogado? Mejor como director de la radio televisión local, cargo que ocupa desde hacer varios años y desde el que realiza una magnífica labor de comunicación para llevar a nuestras casas los aconteceres del pueblo. También es directivo de la Asociación de Emisoras Municipales de Andalucía y goza de un merecido prestigio.

 

Porque nadie le ha regalado nada. Porque nunca ha tenido nada que no se haya trabajado día a día. Porque se ha hecho a sí mismo.

 

Paco es uno de los nuestros. De los que viven y sienten como todos nosotros. De los que quieren a su pueblo y a sus gentes. Le puedes ver con los amigos de la caseta de feria El Cortijo Chico, en cualquier velada, preparando el carro para la Romería o la escapada a Villamanrique o al Rocío, mientras discute entre risas con su cuñao Joaquín y mi compadre El Pollero.

 

Le podéis encontrar atendiendo solícito cualquier favor, escuchando a la vecina o al conocido que lo para por la calle como si se parase el tiempo. Y si le viene bien, o lo necesita, se pierde en el campo, donde estorba más que hace, como le dice su hermano José Manuel, pero donde recibe la savia poderosa que nos une a esta tierra.      

La misma savia y la misma raíz que le ha impulsado durante años a contarnos desde la televisión el camino del Rocío. Para traernos, a los que nos quedábamos, todo el misterio, la solemnidad, el bullicio y los olores; la armonía y la solidaridad y la convivencia de los romeros.

 

¡Quién no ha visto a Paco Márquez, micrófono en mano, en Colina y en Palacio zarandeado en la trasera de una furgoneta! ¡Quién no lo ha visto convenciendo a un tractorista desesperado en un atasco o a un guardia civil de reglamento para acortar el trayecto por sitios imposibles!

 

A Paco con los pies hundidos en la arena, retransmitiendo el paso por la Raya. A Paco en el Quema con el agua en la rodilla. A Paco ante la Ermita con sus peregrinos de Los Palacios. Para luego, a la carrera, traer la cinta para que todo el pueblo pudiera ver y sentir la magia del día de camino.

 

Cuántos nuevos rocieros ha hecho Paco al mostrarnos, desnudo de artificio, en toda su autenticidad, la esencia del Rocío y de sus gentes palaciegas. 

 

Dice Paco en la entrevista que publica el boletín de la Hermandad que ser "rociero es ser buena gente", aquel cuya mano siempre encuentras cuando la necesitas. Os puedo asegurar que la Junta de Gobierno no ha podido encontrar a un rociero más auténtico para este Pregón. Porque Paco es, sobre todas las cosas, "en el buen sentido de la palabra, bueno", como escribió Machado.  Un niño grande al que la vida hace adulto cada día.

 

Nunca parece triste. Nunca le verás un mal gesto, un mohín de fastidio, un desplante. Os puedo asegurar que a su lado la vida pesa menos y los problemas, o no lo son, o tienen un perfil positivo, tan cercano a la risa. Porque Paco es pura alegría. Pura amistad. Puro corazón.

 

Me consta que hubiera querido ser un peregrino antiguo, de los de medalla vieja y cordón renegrío. Pero no siempre la vida nos acompaña en los deseos, aunque él no desiste en su empeño. Ni en su fe.

 

Son pocos sus caminos del Rocío, pero muchos sus sueños. Y como bien saben los buenos romeros, hay caminos que se hacen con los sueños del corazón. El corazón que nos entrega esta mañana el niño de Doña Ana, mi amigo, don Francisco Márquez Moral.

El primer reportaje

Ese portento tecnológico-cultural que es Google y la fascinante hemeroteca de la edición impresa de El País me devuelven una emotiva reliquia: mi primer reportaje. En alguna carpeta del archivador de casa hay un recorte amarillento que reaparece ocasionalmente. Ahora viene para quedarse.

Fue un arduo trabajo del otoño del 82. Desde los tajos de la marisma a los despachos de la incipiente Junta de Andalucía. Por mi cuenta; o de freelance, que dicen los finos. De vuelta a Madrid y escritas las veintitantas páginas, llamé a la redacción de Economía de El País. Me citó y atendió luego Félix Monteira. Le gustó el título: "Las máquinas de la discordia". Habría que hacer algunos recortes, pero valía. Se publicó el domingo 14 de noviembre de 1982, en dos abigarradas páginas.

Estudiante de recursos limitados, semanas después volví a llamar, más por curiosidad que por convencimiento, para preguntar "si aquello se pagaba". ¡Joder, si se pagaba! Me remitieron a Administración y al poco tiempo me ingresaron 20.000 pesetas de las de entonces. De las de vivir dos meses en Madrid, pensión incluida.

No volví a colaborar con El País, ni lo intenté, y todavía me pregunto si fue por falta de arrojo -no conocía a nadie en aquella casa-, o de tiempo -ya trabajaba en una pequeña revista, tenía que estudiar y mantener la beca-. O por los vaivenes de aquel muchacho del Bajo Guadalquvir entre los efluvios de la movida madrileña. 

Años después, un destacado redactor del periódico me contó que aquel reportaje había creado problemas en Economía. Algún jefazo lo criticó por demasiado social y exigió más control. Pero yo ya tenía el recorte de mi historia. Ésta.

REPORTAJE

Las máquinas de la discordia

La recogida del algodón en el bajo Guadalquivir, marcada por la conflictividad

MANUEL SOLLO FERNANDEZ 14/11/1982

 

El bajo Guadalquivir se encuentra, de nuevo, en una situación explosiva. La progresiva mecanización -apoyada por las asociaciones agrarias, la Administración central y la Consejería de Agricultura del Gobierno andaluz- de la recolección de un cultivo básico para la comarca, el algodón, ha provocado un fuerte movimiento de protesta, promovido por Comisiones Obreras (CC OO) y el Sindicato Obrero del Campo (SOC), entre los casi 20.000 jornaleros que se benefician de la recogida a rnano. Los brotes aislados de violencia que han aparecido producen, una vez más, el temor de que el polvorín andaluz estalle, con imprevisibles consecuencias para la estabilidad democrática en España.

Trabajo,

sólo trabajo,

... y cansancio. 

(Estos días formo parte del equipo de RNE Andalucía que realiza el seguimiento de la campaña electoral.

Por razones éticas, este blog permanecerá al margen de este asunto).  

Cansancio

sólo cansancio

Día de Reyes

Las calles llenas de niños.

Los padres en las terrazas de los bares. Imposible encontrar una mesa en un restaurante.

En el aparcamiento se apiñan mercedes, bmwes, todoterrenos.

La economía gruñe.

Pero el personal no renuncia, de momento, a disfrutar de la vida. Pese al frío.

Y en un rato el duelo Sevilla-Betis regado de gritos y cubatas.

Que los baltasares Kaonuté y Luis Fabiano nos traigan la victoria.

Fiebre

ese látigo de fino temblor que arrumba los sueños;

o dicho tras el insomnio:

la putada (con perdón) de estar un puente en cuarentena torturado por una gripe que sólo se cura con agua.

"No soy como el hombre"

Tras una absurda disputa laboral, Roberto Loya -"compañero del alma, compañero"- responde airado con varios comentarios en el blog. Y deja esta perla en el aforismo de hace unos días. Vaya en la portada, a modo de desagravio, a modo de abrazo.

"NO. LAS PALABRAS NO NOS COMPLICAN. SOMOS NOSOTROS.
Los pantanos arden,
Los grandes ríos truenan.

Las colinas y huracanes aúllan.
El mar cabalga las nubes y la niebla camina sobre el sol.

Vagabundea la vida olvidando reglas de ganancia o pérdida…

Pero casi ángel corrompido en el engaño
Sabe del mundo de los breves sentidos.

De ese modo callan palabras salvajes
El vacío se mezcla con las cosas,
Los esclavos participan de diez mil eras.
Lo invulnerable abraza
Una triste ilusión:
No soy como el hombre".

Aforismo

Complican las palabras para confundirnos la vida

Mi tío José

"Más temprano que tarde, sin retorno".

No por esperada una muerte es menos dolorosa. El tío José, el de Barcelona, ha muerto de cáncer esta madrugada.

Era el primero de los cuatro hermanos de mi madre, la mayor. De chico trabajó en el arroz, en la marisma. También acudía con la familia de temporero a la aceituna de Jaén. Allí conoció a una granadina de Algarinejo, con la que se casó después de hacer la mili, como mandaban los tiempos. Era un zagal cuando me llevaron a aquella boda por carreteras imposibles. Ella ya tenía familia emigrada en Barcelona y allá que se fueron, lo más lejos posible del campo, de las escasas peonadas, de los míseros jornales. 

Durante años trabajó en una pequeña empresa de colocación de parqué. Le dio para comprar una vivienda pequeña en un barrio obrero, Horta, y criar a cuatro hijos, todos catalanes. Y para ver en Camp Barca a su Betis (nadie es perfecto). Le recuerdo una vez entrando en un hotel de postín en Las Ramblas, como si devorara el mundo tras recorrer toda la ciudad, escapado del trabajo, para abrazar, orgulloso y feliz, al sobrino que acudía desde Sevilla a la conferencia de un político andaluz. Cuídate de esta tropa, me dijo entre achuchones.

Volvía, y no siempre, por agosto, para la feria. Valoraba el progreso catalán, agradecía la acogida y el trabajo, la pela, que decía con gracejo y acento. Pero había tristeza en su voz, una melancolía de arrozal infantil crecida en Isla Menor, junto al Guadalquivir. Alguna vez hablaba, sin mucha convicción, de la posibilidad del regreso, ya pensionista, cuando los niños tuvieran la vida hecha. Pero los hijos nunca acaban de hacer la vida. Se jubiló hace poco, un par de años o así. Y de pronto le sobrevino el cáncer. Por el tabaco, dijo el oncólogo, profesional. ¿Y de tanto trabajar no, joder?, gruñiría. Pero no pudo luchar mucho más.

El teléfono ha sonado esta mañana para traer un agrio regusto a marisma seca, a silencio espeso. Este hombre, que ayudó a levantar lo que llaman la realidad nacional catalana, forma parte de mi vida.

Irá un vaso de vino regado en lágrimas en el duelo.