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Firmas invitadas

"Esto también es Sevilla"

"Esto también es Sevilla"

María José Carmona, compañera en las tareas radiofónicas, acudió el pasado 4 de enero al cumpleaños de la abuela del Vacie, María Díaz Cortés, la mujer de 116 años que vive en una chabola de esta barriada marginal de Sevilla.

Fotógrafa de afición y raza, la María tomó las imágenes que ilustran este comentario y otras con las que realizó este montaje.

Sobran las palabras (y cuántos no han hecho nada por resolver esta situación durante años).

Fotos de la María

María José C. -Glauka para Internet, la María para los colegas-, obrera radiofónica del mismo tajo, estrena blog fotográfico tras una temporada de aprendizaje en Flickr. Aún ha trasladado pocas, pero ya quisiera yo expresarme con la calidad y el magnetismo de sus fotos. No os los perdáis. Es todo un mundo.

Antonio Rial

Compañero y amigo del lobby gaditano de la redacción de Radio Nacional de España (RNE) en Sevilla. Pero además, destacado periodista científico. Fue Premio Andalucía de Periodismo como director y presentador del programa divulgativo "El siglo que viene", de Radio 5 de RNE. Doctor en Comunicación Audivisual con la tesis "Comunicación Pública de la Ciencia". Doctor en Medicina en el área de Neurociencias. Lo mismo cura el entendimiento que los procesos (de)generativos. Es el mejor asidero: en esta profesión estamos siempre muy malitos de ambas cosas.

Ciencia, periodismo y secreto

¿Quién decide qué debe saberse, cuál debe ser el conocimiento que nos llega a través de los medios de comunicación?. No es pregunta esta inocente ni nueva ni fácil de contestar. El ser humano investiga y descubre desde el principio de los tiempos y desde entonces existe la censura. Los secretos de la Naturaleza fueron consignados como sagrados, como tabúes que había que ocultar o, como mucho, mostrarse ya interpretados o digeridos por quienes detentaban el poder. En el paraíso, Dios prohibió expresamente a Adán y Eva comer los frutos del Árbol de la Ciencia, del Árbol del Conocimiento. La violación de la orden la conocemos de sobra. Los primeros retazos de conocimiento escrito conocido tienen 5.300 años. Yacían en tablas de barro en la región de Sumer, en Mesopotamia, la actual Irak. La historia prueba que durante las guerras, los enemigos de aquel pueblo se ensañaron destruyendo sus libros. Sabían demasiado bien que un pueblo culto era mucho más difícil de conquistar. La narración de Hesíodo en el siglo VIII describe el mito de Prometeo, amigo de la humanidad, que robó a Zeus el fuego para entregárselo al hombre. Zeus lo castigó encadenándolo a una roca. De propina le envió a un buitre para que le devorase el hígado. Los ejemplos que explican los esfuerzos que siempre se han hecho por limitar la información y el conocimiento son innumerables y ni siquiera es necesario recurrir a la ficción de Orwell en su novela 1984. La Iglesia Católica mantuvo durante siglos sus índices de libros prohíbidos; Descartes en el siglo XVII exigió a sus lectores que quemasen todos sus libros antiguos; Nabokov, quemó un ejemplar de el Quijote en el Memorial Hall ante sus alumnos de Stanford y Hardvard. Un personaje de Borges, en el relato El libro de arena, dice: Cada tantos siglos hay que quemar la biblioteca de Alejandría. El verdadero conocimiento, el que nace de la palabra latina scientia, de scire: conocer, es fruto de la razón aplicada, y ha sido siempre peligroso. Conocimiento es poder, dijo en 1605 Francis Bacon, uno de los padres del método científico. La explosión de información actual apenas parpadea con noticias periféricas o superficiales. Como dijo hace unos días Tom Wolfe, la aparición de los blogs es la única esperanza del periodismo verdaderamente libre y sin control. A ver lo que dura.

Manuel Pilar Romero

La firma de hoy (que no pude publicar ayer por problemas técnicos; es decir, de los ordenadores de los hoteles de Costa Ballena) es la de un joven licenciado en Periodismo por la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla, donde fue Premio Extraordianrio Fin de Carrera. Tiene un Master en Gestión de Empresas Audiovisuales y un Curso de formación complementaria en Comunicación y Defensa. Es doctorando del Departamento de Periodismo. Actualmente trabaja como redactor del programa cultural "El Público", de Canal 2 Andalucía, el segundo canal de la televisión autonómica. Detrás de esta profusión de datos hay un chaval de Cortegana (Huelva) que terminó la carrera hace apenas dos años y que estuvo a mi cargo en unas breves prácticas. Desde entonces somos buenos colegas y aspiramos a ser mejores amigos. En este artículo nos repasa los avatares de la semana con una mirada distinta.

Para que Europa en inglés se pueda decir Camden Town

Interculturalidad en inglés se dice Camden Town. Hace tan sólo unos días estaba paseando por este barrio de Londres y, oye, resulta que si, que la interculturalidad existe y la globalización no es metáfora, es realidad. Gente de todos los lugares del mundo convergen en aquel barrio donde los mercados abarrotan las calles hasta dejarte casi sin aliento, al paso por ese estallido de colores de los tenderetes que penden de las paredes, de los puestos de comida india, italiana, inglesa, mexicana, etcétera.

Productos de todo el mundo. Resulta paradójico, ¿verdad? Uno mira a Gibraltar, por cierto también de los ingleses, y piensa cómo los productos tienen las fronteras abiertas mucho antes que las personas. Aunque ahora parece que no del todo, pues nada más aterrizar en España, leo en la prensa que el proyecto comunitario para el comercio de servicios ha abierto una brecha entre Francia y la Comisión Europea. Chirac no está de acuerdo con la directiva Bolkestein, según la cual toda empresa de servicios de un estado de la Comunidad Europea podrá actuar en cualquier país de la Unión aplicando la legislación del país de origen. Los países con costes laborales más altos temen que las empresas de otras naciones que se establezcan en su territorio ejerciten una competencia desleal. Alemania y otros países como Suecia y Bélgica están de acuerdo con la postura de Francia. Reino Unido no, al parecer sus derechos sociales no son muy buenos. De todas formas, ellos suelen ir a su bola; Londres una ciudad preciosa, pero al revés. O si no que se lo pregunten a su príncipe Charles que acabará provocando huracanes, no por el aleteo de sus extremidades prominentes, que podría ser, sino porque se va casar con su eterna amante, Camila Parker Bowles quien, pese al no rotundo de la ciudadanía inglesa, se podría convertir en futura reina de Inglaterra, al menos que desde Westminster el Parlamento lo impida.

Al príncipe Carlos aún no se le ha pasado por la imaginación que la solución podría estar en nuestra profesión, si señor, en el periodismo, la profesión más bella del mundo según el laureado García Márquez, ahora en anexo complementario, también según el ilustre Príncipe de Asturias. Mire, señor Carlos, que fácil, casados y felices. En realidad, todos nos equivocamos. Además, es lógico, todo sucede tan deprisa que nos despistamos constantemente. Al final quedan dos cuestiones, las mismas de siempre: ¿quiénes somos y dónde estamos?, quién sabe. Hace unas semanas éramos ciudadanos saturados de información sobre el incendio del Windsor, sobre el desastre ocurrido en el barrio del Carmel de Barcelona o sobre la ceremonia de los Oscar en Hollywood. Como veis, las cosas más próximas parece que no existieron, se han silenciado. Dichosa enfermedad de la sociedad moderna, esta maldita amnesia. Y es que andamos locos de un lado para el otro, caminando también entre locos, entre personas que visten de negro y simpatizan con los dogmas hitlerianos, como el joven Jeff Weise de Red Lake, al norte de Minnesota, Estados Unidos. Se trata del chico de diecisiete años que el lunes pasado, antes de acabar con su vida, mató a su abuelo y a la compañera de éste, a cinco estudiantes, a un profesor y a un vigilante de seguridad.

Las personas mayores dicen que la humanidad está loca, y no les falta razón. No es normal que a principios de febrero nueve personas se suicidaran en Japón tras pactar la muerte a través de internet. Épocas sangrientas las que vivimos, cuando se conmemora ahora el segundo aniversario de la invasión a Irak. Miles de personas han muerto ya en esta guerra, qué fácil es quitar la vida, debió pensar el joven que vestía de negro, el loco Weise.

Lo mismo deben de pensar los padres de la estadounidense Terry Schiavo, que lleva quince años en estado vegetativo. Un juez de Florida, Whittemore, ha denegado la petición de los padres de la chica, que piden que le vuelvan a conectar las sondas de alimentación que hace una semana le quitaron por orden de otro magistrado. El marido de Terry quiere que se aplique la eutanasia, los padres de Terry se niegan, no quieren quitarle la vida. ¿Qué vida es esa?, me pregunto. No voy a entrar en esa polémica, de eso ya se ha encargado Amenábar y su película Mar adentro, recientemente galardonada con el Oscar a la mejor película en lengua no inglesa. Los que si entran en estas cuestiones, como en todas, son los miembros de la Iglesia. L´Osservatore romano, es decir, el diario del Vaticano, no entiende la decisión del juez, no comprende cómo se le puede quitar la vida a Terry, ¿qué vida?, me pregunto una vez más. Está claro que el concepto de vida no lo tienen muy definido, sobre todo cuando aún mantienen como padre de la Santa Iglesia a un ser agonizante que debería estar recibiendo cuidados constantemente, sin que interrumpieran las atenciones médicas para cumplir con los saludos protocolarios desde su ventana. Su rostro, pese a que el Vaticano se ha encargado de no mostrar planos detalles del cuerpo del pontífice, denota un profundo sufrimiento. Cuántas necrológicas se habrán escrito ya sobre la muerte de Juan Pablo II. Seguro que muchas más de las que se han escrito sobre Clemente Domínguez, Gregorio XVII o el Papa de Palmar de Troya, como ustedes le quieran llamar, que fallecía el pasado martes, a los cincuenta y nueve años, en la localidad sevillana de Utrera.

Mis primeras pesquisas como investigador neófito me indican que el Papa Clemente pudo morir como consecuencia de la nueva moda instaurada por el PSOE, la moda de retirar las estatuas que recuerdan al régimen franquista. Clemente debió sufrir mucho cuando vio cómo quitaban la estatua ecuestre del general Franco, el mismo hombre al que él, desde su elevada posición, había canonizado junto a don Pelayo y junto a Carrero Blanco. Se lo tomó a mal el Papa que, en su juventud, fuera contable de una compañía de seguros de Sevilla. Todo lo contrario que Joaquín Sabina y Miguel Ríos que, después de una noche de juerga y para rematar la faena, pasaron por la plaza en la que unos agentes exiliaban al caudillo a un almacén del Ayuntamiento.

Parece que todo se agita pero no llega a estallar. Deben ser los efectos de la sociedad del espectáculo del señor Guy Debord que, por cierto, se hacía sus kilómetros hasta llegar a la capital andaluza para beber libremente absenta en sus tascas. Pues de eso se trata, señores de la Unión Europea, de que nadie tenga que hacer kilómetros para beber absenta, que los productos y las personas circulen libremente, sin tapujos, para que Europa en inglés se pueda decir Camden Town.

Disculpas

Problemas técnicos me impiden ofrecer la firma invitada de cada sábado. Lo haré mañana.
Que nuestro invitado nos disculpe. Como ustedes.

Indah / Blanca

Acojo hoy en este recodo del sendero (más sugestivo que columna) a Indah, seudónimo de Blanca. La conozco de la lista de correos privada "Charlas entre Nosotros". De ella sólo sé que es estudiante de Informática de Sistemas, escritora y lectora. Respeto las razones de su anonimato. Lo importante es que me gusta lo que hace. Por ejemplo, este relato sobre editores y premios literarios que nos regala esta mañana de San José.

Libre mercado lírico (Relato)

No recuerdo si en el momento de despedirme de él deseaba que me tragara la tierra o que me hubieran educado peor. Quizá lo segundo, así no habría tenido necesidad de aguantarme las ganas de reír que sentía desde que, poco después de aceptar su ofrecimiento para tomar asiento frente a él, supe lo que iba a decirme sin necesidad de escucharlo. Sobre su mesa, abierto más o menos por la mitad, pude ver uno de mis poemarios que semanas antes le había remitido por medio de un amigo común. No necesitaba hacer demasiados esfuerzos para leer en el folio que quedaba a mi derecha, uno de mis sonetos.
- Créame, son hermosos, pero no venderán. Usted maneja bien el lenguaje, sus versos son íntimos, llegan, calan, tocan la fibra sensible, pero no venderán- Sentenciaba una vez tras otra.
Seguí atentamente la evolución de su mano jugando con un lapicero.
- Esto es, señorita, lo que realmente vende hoy por hoy - Y me tendió unas cuantas cuartillas:
Hay en cada hoja –esquina de la esquina huera- ecos de pétalos atonales /donde escuchar el lento paso de las bicicletas, la muerte, la locura del polen /lágrimas de luciérnagas negras enjauladas en mis armarios: invierno /soterrados de polvo miel de leche. Panal de estrellas liban incontinencias civiles paseantes de prados /hieren mil lenguas la innoble tierra que nos patea. /Es lo quisiera refregarse en el terciopelo del árbol /que rastrilla el sol al paso de la huella que emancipa los esfínteres /rumia la lluvia en los porquerizos /absolutas razones desheredan la viga del carcoma materno. © 1999

Hasta tres veces leí la primera cuartilla -no necesitaba, ni me
apetecía, leer el resto-. Las doblé con cuidado y, haciendo auténticos esfuerzos por mantenerme seria, se las devolví.
-¿Lo comprende? – me preguntó tratando él también, creo, de aguantarse las ganas de reír.
-¿El poema? -pregunté inocentemente.
-No. Le pregunto si comprende usted que esto es, precisamente, lo que, hoy por hoy, vende.
-¡Oh, si!, claro que sí. –Respondí aún sonriente, al tiempo que recogía mi poemario.-Siento haberle hecho perder su tiempo.
- Tráigame poemas como éstos –y apretaba mi mano como si me diera el pésame por algo, estoy seguro de que no le resultará difícil escribir cuatro versos y tres puñeteras metáforas de ese estilo. Tráigame mínimo veinte, máximo treinta, y los publicaré. Después, si tiene el éxito que me atrevo a pronosticarle, usted podrá entrar en una etapa de regresión, y entonces le publicaré los actuales, pero no antes, joven.
Días más tarde, mientras hacía limpieza de e-mail en mi programa de correo y cuando estaba dispuesta ya a vaciar la carpeta de eliminados, no pude evitar sentir que eran aquellas una sublime sucesión de palabras para componer un primer poema “que vendiera”:

- Asuntos -

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A éste, le siguieron otros veinticuatro más o menos del mismo estilo, si bien he de decir que algunos de ellos están más elaborados y cuentan con varias frases felices del tipo de: «en la leve pasión cicatrizante del cinturón de piedra indesmondable que nos cruza, sea cada cual, quien, a su gusto, moldee su retrete», que aún ni yo misma he sido capaz de entender.
Hoy mi nombre es conocido en los cinco continente pero, ojalá, no los hubiera escrito nunca. Mis poemas, soterrados bajo polvo de libélulas incrédulas (asonales, desde luego) duermen en un cajón, y yo estoy harta de dedicar y firmar de forma críptica –subyugada por el estilo de Joan Miró, el único Miró que existe pues el resto no son sino pura farsa-, ejemplares del poemario que más se ha vendido en los tres últimos años en todo el mundo y que ha sido, por supuesto, traducido a varios idiomas.
Todavía no me he recuperado de la sorpresa que me produjo leer aquel primer poema vendible: «Asuntos», en mi propio idioma.

Fernando Meza

El articulista invitado esta semana es Fernando Meza. Periodista y Licenciado en Comunicación Social. Nació y vive actualmente en Santiago de Chile. Ha trabajado en diversos medios de comunicación, tanto en diarios y revistas como en radio y televisión, desempeñando funciones de editor, productor, reportero y redactor.
Su espíritu multifacético le hizo crear el blog Periodismo Global, que actualmente mantiene con contenidos seleccionados de internet y columnas de opinión personales. Compañero en la blogosfera hispana, Fernando nos propone una reflexión sobre la profesión periodística.

PERIODISMO DISRUPTIVO

Si hay una característica que aún falta por desarrollar en el periodismo es la de tratar de “abrir la cabeza”, generar “nuevos mundos” en las audiencias. No basta con sólo informar y elaborar coyunturales contextos interpretativos en torno a la noticia. No. El papel del periodista va más allá.
La mayoría de las veces el tratamiento de la información se limita a lo meramente objetivo; en otras ocasiones se intenta interpretar un hecho a la luz de los acontecimientos, pero con puntos de vista demasiado sesgados y en absoluto prácticos para la vida cotidiana; y, finalmente, hay un estilo de periodismo que amenaza con seguir extendiendo sus tentáculos: el periodismo “basura”.
Estas tres formas de trabajo no ayudan en absoluto a mejorar nuestra situación. Y digo “nuestra situación” porque estoy hablando de un problema global, que afecta a la prensa de todo el mundo, salvo honrosas excepciones.
El periodismo es un oficio que aún tiene mucho por desarrollar. Su potencial es infinito y, por lo mismo, se ha desaprovechado dramáticamente. Al comunicar un hecho es necesario situarse imperativamente en la mentalidad del individuo que recibirá el mensaje, para así “seducirlo” y no sólo lograr que sintonice el televisor o compre un diario. Lo que hay que conseguir es una respuesta de su parte. Una acción.
Sin embargo, esta premisa se cumple parcialmente, ya que los periodistas no hemos sido capaces de descubrir las VERDADERAS necesidades del público. Y aquí voy a decir algo que es evidente, que muchos ya lo saben, pero que quiero reforzar en este artículo: las “verdaderas” necesidades que dicen encontrar los medios en la gente se remiten básicamente a la entretención, una necesidad importante, no lo dudo, pero completamente intrascendente para efectos superiores.
Está bien, lo reconozco, en la vida hay que distraerse, es sano de vez en cuando “no pensar”. El problema está en que esta necesidad sea el principal motor de las noticias, sobre todo asumiendo que la real necesidad está en aumentar los puntos de audiencia de un programa de televisión o las ventas de un periódico o una revista.
Cierto, los medios de comunicación deben sobrevivir, y la mejor manera de vender es con contenidos “ligth”, interpretaciones de noticias “al paso” y una abundante oferta de prensa del corazón.
Los ejecutivos de los principales conglomerados sostienen que ellos simplemente ofrecen “lo que la gente pide”, lo cual es una gran falacia. Los medios hacen lo que dicta la “ley del mínimo esfuerzo”, es decir, apelar al morbo del público, con polémicas, sexo y violencia, sin profundizar demasiado en cada tema -para que “no se canse”- y así mantenerlo fácilmente cautivo.
Bien hecho para sus bolsillos, sin duda una buena táctica comercial. Pero simultáneamente nos vamos destruyendo sin darnos cuenta, al desinformarnos y perder la oportunidad de abordar otros temas que puedan ser de utilidad.
Siempre pienso ¿qué pasaría si un canal de televisión tomara la iniciativa y aumentara la cantidad de espacios con contenido que hagan pensar a las personas? Nada, que la televisora de la competencia seguiría con su programación basura mientras el canal que se arriesgó a mejorar su oferta se va a la mierda.
Es un problema difícil de abordar, ¿cómo elevar el contenido de las noticias sin perder audiencia y bajar las ventas? ¿Cómo abandonar esta fórmula barata que proporciona tan buenos dividendos al “negocio”?
Pues bien, desarrollando un “periodismo disruptivo”. Un periodismo que sea capaz de encontrar las verdaderas necesidades de la gente. Y, si bien la entretención es una de ellas, en ningún caso es la más importante ni ayuda a cambiar el mundo. Por eso, el desafío está en descubrir en qué medida lo que estoy comunicando puede ser de utilidad para el público. En qué medida la noticia que entrego puede ser una fuente de conocimiento que motive a las personas a mejorar su futuro y el de los demás. Y en qué medida esta información puede ser atractiva y cautivante.
En definitiva, la invitación es a desarrollar un periodismo inteligente, crítico y empático, que haga pensar y motive a la acción.

Los trenes de la muerte (Aitana)

Los trenes de la muerte (Aitana) ¿Qué se puede escribir un día como hoy que no sea el silencio? Pensé colocar aquí un simple crespón negro. Y callar. En memoria de las víctimas. Por mi propio desconsuelo. Pero al llegar a casa ayer tarde mi hija escribía una redacción. No era un encargo de clase. Era una necesidad, aunque ella no lo sabe aún. Por propia iniciativa estaba escribiendo lo que recordaba de aquel 11 de marzo de hace un año. Sin consultar nada, a capela memorística. Como en un exorcismo. Es el homenaje de una niña de 12 años a las víctimas. Y el mío.

LOS TRENES DE LA MUERTE

Como todos sabéis, hoy se conmemora un primer aniversario muy importante, trágico, doloroso e infeliz, pero importante. En Madrid explosionan tres bombas, en las estaciones de Atocha, en Santa Eugenia y en El Pozo del Tío Raimundo.
A las diez de la mañana, un día normal de colegio, en clase de Conocimiento del Medio avisan a todos los profesores de una reunión urgente en el recreo, una bomba había explotado en la estación y había dejado a su paso centenares de heridos. A continuación otra bomba, Santa Eugenia regada de sufrimiento y dolor, convierte en un escenario muy desagradable sus calles. Las primeras víctimas mortales, las primeras familias con un miembro menos. Al poco tiempo, otra bomba en El Pozo, sin duda aquello era el atentado terrorista de mayor dimensión en España.
La reunión de profesores se adelanta. A la hora aproximadamente nos avisan de lo ocurrido, y de que en el recreo guardaríamos un minuto de silencio. Todos conmocionados, nos quedamos asombrados por la tragedia, nos quedamos sin habla. A las doce y cuarto guardamos un minuto de silencio, pensando que toda esa gente no se merecía tan solo un minuto, se merecía una hora. Personas trabajadoras que iban a su oficio como todos los días, estudiantes que, me apuesto lo que quieras, hubieran hecho muchísimo por España.
A las dos y media, llego a mi casa, mi madre llorando en el sofá, viendo a través de una pantalla lo que fue su hogar durante dos años. Aquel once de marzo no hubo telediarios, sino conexiones en directo con corresponsales enviados al lugar. Pusieron las primeras imágenes de las explosiones, se oían gritos de dolor, voces de auxilio, el sonido de las sirenas de policía, ambulancias y los cláxones de los atascos habituales en Madrid. Imágenes en directo, mostrando a heridos siendo atendidos, personas transportando cadáveres. Suelo rojo, en algunos sitios encharcados.
Los ojos de las personas mostraban preocupación y pesar al igual que los mayores de mi casa.
Esa tarde me quede en mi cuarto encerrada intentando hacer un cuento o ingeniar alguna poesía divertida, pero lo único divertido que tuvo ese día fue la sopa de letras que hice en inglés. Las ideas no aparecían, no podía pensar en otra cosa que no fueran trenes, muerte o dolor.
Son las once de la noche, el presidente del Gobierno hace su primera intervención en público. Él dice que ha habido ciento noventa y dos fallecidos y centenares de heridos.
Ya sabíamos que ciento noventa y dos familias sufrirían esa noche más que las demás, habían perdido a un ser querido.
El día siguiente hubo manifestaciones en todas partes de España.
Todos, incluso el Gobierno, creíamos que había sido E.T.A, pero no, estábamos totalmente equivocados, fue Al Qaeda.
A los cuatro días se hizo la primera detención, así hasta hoy.
La Casa Real y los diferentes partidos políticos, así como el resto de España, decidimos tener en el corazón, en el recuerdo, y por supuesto en Madrid, el alma de esas ciento noventa y dos personas, por eso han plantado en el parque de “El Retiro”, “El Bosque de los Ausentes”, porque a esas personas, no las olvidaremos nunca.
Esta redacción me gustaría dedicarla a todos los familiares de los fallecidos, y, cómo no, a todas las víctimas de este atentado, a todas las víctimas del terrorismo, y a la Asociación de Víctimas del 11-M, porque juntos vamos a hacer del terrorismo una leyenda en el olvido.

Roberto Loya

Comienza aquí esta nueva sección, "Firmas invitadas", en la que pretendo cada sábado (al margen de los habituales comentarios) abrir un espacio a amigos, conocidos, admirados, -o todo junto-, para que compartan algunas reflexiones en esta bitácora.
El primero es Roberto Loya, periodista y poeta madrileño. Es director de RNE en Córdoba. Tiene un nuevo poemario en imprenta del que ya daremos cuenta. Pensador, filósofo, amante de la mejor literatura (y de casi de todo cuanto se deja). Gran amigo, del que aprendo y al que quiero, aunque nos vemos poco. Quizá porque vive en aquellos versos lorquianos de "Córdoba, lejana y sola..."

LITERATURA Y PERIODISMO

La fantasía es uno de los géneros menos conocidos de la literatura, y a veces infravalorado o menospreciado ante la magnanimidad de los llamados grandes padres de las letras. Pero siempre ha habido legiones de lectores en todas las épocas atraídos por los senderos mágicos de la fantasía. Ni género menor, ni género infantil, como también se ha dicho.

El periodismo, como no, tiene sus MUNDOS DE FANTASIA. Es cierto que la carrera de periodismo no va precisamente de Ulises a EL SEÑOR DE LOS ANILLOS. Pero un recorrido por la historia del periodismo –incluidas las vidas de algunos periodistas- nos haría creer lo contrario, como la fantasía y sus territorios literarios a veces parecen convertirse en trémulos cánones de la prensa escrita.

Desde los primeros mitos de la Antigüedad hasta las manifestaciones más modernas de la fantasía, pasando por las leyendas medievales y prestando una especial atención al libro que redefinió el género, EL SEÑOR DE LOS ANILLOS de TOLKIEN (algunos dirían La Biblia), ha habido modos de contar, narrar, muy cercanos al periodismo escrito. También habría que explorar las formas que ha ido adoptando lo fantástico en otros formatos como el cine, el cómic, la ilustración, o incluso los videojuegos. Y ese, sin duda, sería el trabajo del periodista. Con fantasía, claro. Y tiempo.

En su sentido más estricto y literario: se trataría del género ambientado en mundos imaginarios, protagonizado por seres fantásticos. Piensen en muchos de los culebrones de EL MUNDO TV. Mundos imaginarios con protas recién sacados de la fantasía. Como la fantasía de Exuperancia, ¿verdad P.J.?.

Fantasía serían los mitos antiguos, las leyendas medievales, los cuentos de hadas, las narraciones de Julio Verne, Edgar Allan Poe o Bram Stoker, fantasía es el realismo mágico de Borges. Fantasía se llamó Rafael Pérez Estrada, el milagroso poeta malagueño. Dice Antonio Soler que los que escriben a diario deberían aprender de él.

Claro que en un recorrido que se precie por la fantasía no podía faltar su bestiario fantástico. Hablábamos antes de Exuperancia. Esas criaturas de carácter sobrenatural con las que se topan los héroes.

Desde el famoso unicornio, a dragones y pegasos, grifos o centauros. De las criaturas diabólicas de Albión, a los Trolls y orcos de la Tierra Media. De Haro Teclen a…

No pueden faltar a esta cita, El principito (tan periodista él: speculatoria navigia), de Saint Exupery (genial cronista de guerra, además de estupendo poeta y narrador) o Alicia, de Lewis Carroll, ni ese momento del género en que los animales comienzan a hablar y los hombres callan. Menos Federico Jiménez Losantos. O quizá sea verdad que los primeros comenzaron a hablar, pero éste no para. Filólogo y poeta él, editorialista fino, ahora enloquecida por la suerte de Casandra. Por amor de sierpes en las ondas.

Del Mago de Oz a Stuart Little, que es como decir de Vargas Llosa a Ansón. De Conan a Kiko Matamoros. Muchos son los senderos y laberintos por los que transcurre el género fantástico.

Otro día les hablaré de la relación literaria entre el periodista y el político. Quizá sea el turno de Matrix.