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SOLLOÍNA

"Un jardín abandonado por los pájaros"

Este libro de memorias, del periodista, crítico teatral de El País y escritor Marcos Ordóñez, protagoniza el segundo espacio de Biblioteca Pública, de Radio 5, de RNE.

http://www.rtve.es/alacarta/audios/reportajes-en-r5/reportajes-r5-jardin-abandonado-pajaros-19-03-13/1727648/

Biblioteca Pública, en Radio 5

Biblioteca Pública, en Radio 5

He comenzado a colaborar con la redacción de Cultura de Radio Nacional de España en Madrid en las "Propuestas Culturales" que emite Radio 5 Todo Noticias. Son breves comentarios sobre libros y entrevistas con sus autores. He querido llamarlo "Biblioteca Pública"; de momento para mí, aunque igual en breve se convierte en un microespacio semanal. 

Dejó aquí el enlace del primero, dedicado a la obra "No es lo mismo ostentoso que ostentóreo. La vida azarosa de las palabras", (Espasa), de José Antonio Pascual, vicedirector de la Real Academia Española de la Lengua.

http://www.rtve.es/alacarta/audios/reportajes-en-r5/reportajes-r5-vida-azarosa-palabras-25-02-13/1705928/


De la pérdida del móvil

Estimados todos. Si necesitan localizarme tendrá que ser a través de teléfonos fijos (mantengo los habituales), móviles de gente cercana (y no siempre), correos electrónicos, mensajes privados o públicos en Facebook o Twitter (cuando pueda verlos), epístolas y cartas por correo ordinario (con el consiguiente retraso) o similares. (Pues no me quedo tan aislado como imaginaba y a veces querría). Ayer tarde perdí mi recién adquirido celular (término adquirido en mi asiduo contacto con melosas operadoras sudamericanas), un Samsung Galaxy Ace. Es un modelo antiguo para los modernos de las últimas generaciones tecnológicas, pero yo le había cogido cariño: nunca antes  había tenido un aparato con acceso a internet, guasa y otras prestaciones sin las que he podido vivir 50 años y ahora me temo que echaré de menos: nos estábamos conociendo con mutuo interés, lo que dada mi calamidad con estos cachivaches no es poca cosa, y le había comprado un caro envoltorio protector. Probablemente ocurrió al bajarme del coche en la calle Juan Ramón Jiménez, en las proximidades de la trasera del Bar Manolo, en Los Palacios y Villafranca.

La posibilidad de encontrarlo se difuminó a las pocas horas de darme cuenta del extravío, tras volver a pasar por las mismas calles y bares, y mirar bajo-entre los vehículos y preguntar a camareros varios.  A las primeras de cambio no recibía llamadas, lo que nos hizo aventurar que ya le había sido arrebatada la tarjeta sim (o como quiera que se denomine el artilugio que hace funcionar el invento). La esperanza de que algún alma cándida me lo devuelva duró aún menos: conocéis que mi confianza en la naturaleza humana se resume muy a menudo en defenderme de la lamentable certeza de que, como dice Arturo Pérez-Reverte (y eso por buscar una cita de autoridad), “el hombre es un hijo de puta para el hombre”.
 
Ahora espero que me envíen una nueva tarjeta y decidirme (de momento no estoy por la labor) a comprarme otro cacharro. Estaré un tiempo sin telefonía móvil (sin negar del todo su utilidad, parto de que el que te busca te encuentra y una vez que ando todas las tardes, tampoco tengo el más mínimo interés en hablar al trote con el más allá). Claro que si a esta pérdida sumo que en las últimas semanas he tenido que pagar dos multas (una por el Puente del Quinto Centenario, a la mayor gloria de las arcas estatales; otra al pasar un semáforo en rojo en la Avenida Carlos III de la Cartuja, para alegría de Zoido: ambas con hermosas fotos de mi vehículo recién restaurado tras un golpe prenavideño); si sumamos, digo, entenderán ustedes, amigos todos, que me haya echado a temblar por el mero anuncio de que hay científicos que andan buscando un cuerpo humano al que preñar para resucitar al homo neardental. Es de lo poco que me va faltando.

Del Soberao renacen las letras

Del Soberao renacen las letras

(Un grupo de vecinos ha editado y publicado "El Soberao. Revista Cultural de Los Palacios y Villafranca", continuadora de aquella que, bajo el patronazgo del Ateneo, alcanzó los 50 números hasta 1998. Tras unos meses de esforzado trabajo, fue presentada el pasado 15 de enero. Esta es la crónica del tesón de sus promotores, de sus objetivos, riesgos y esperanzas; también del agradecimiento a quienes retan las dificultades para avanzar hacia una sociedad más libre, creativa e ilustrada).

Por el ventanuco del soberao asoma una revista a la calle. Es heredera de aquella otra editada por el Ateneo de Los Palacios y Villafranca desde principios de la década de 1980 hasta 1998 y reaparece en esta segunda época con un atrevido número cero forjado en el ímpetu, el compromiso y el trabajo de Victoriano Rosal, presidente del Casino, quien se ha rodeado de un trío de jóvenes (Álvaro Benavides, Victoria Baquero y María del Rosario Moguer) miembros de esa pujante generación que, a unas buenas, garantiza un esperanzador porvenir a todos los que vivimos en este pueblo y, a unas malas, sufre en el paro la consideración de ser la más preparada de la historia de España.

Este Equipo de Coordinación, tan cauto que ha huido de la nomenclatura directiva, ha labrado sobre el duro salitre de la marisma, ha recabado la financiación de empresarios locales a cambio de modestos anuncios y ha movilizado a un notable grupo de colaboradores para ofrecernos una publicación elegante en su diseño, plural en sus perspectivas, atractiva en sus contenidos.

En la presentación, que tuvo lugar el martes 15 de enero en la peña flamenca El Pozo de las Penas, Victoriano insistió hasta en tres ocasiones en que también es "independiente", necesario aviso para navegantes en un acto en el que se echó de menos un poco más de calor institucional a una iniciativa de alto contenido cultural que emana de esa variopinta sociedad civil cuya movilización echamos de menos tanto como lamentamos su parálisis.

El editorial, bajo el reverdecido título de “Re-nacimiento. La necesidad de la Cultura en la sociedad”, precisa un ramillete de ambiciosos objetivos regeneracionistas e ilustrados: “La revista El Soberao re-nace, es rescatada con ganas e ilusión y su destino final es usted, joven o mayor ávido de saber cómo está el mundo, hacia dónde vamos o quiénes somos. La revista El Soberao está por encima de cualquier tendencia política, religiosa o credo. Por encima de todo aquello que no sea libertad de expresión o creación (…) Re-nace como motor cultural en Los Palacios y Villafranca, como medio de expresión cultural de esta tierra, que plasme sus inquietudes, sus valores y, como no podría ser de otro modo, su talento”. Y ello sin renunciar a su “vocación universal”. 

Para quien como yo publicó en los orígenes y colabora también ahora, es muy valeroso, por aventurado, el esfuerzo; quijotesco incluso, me confesaba Victoriano, apalancados ambos en sillas de enea en medio del bullicioso ambiente de la presentación, en la que alumbraban muchos jóvenes sobradamente preparados que igual tuvieron que preguntar a sus mayores por el significado de El Soberao, tan lejos les queda la costumbre del viejo desván desaparecido como la revista ahora recuperada.

Con su reposo bonachón y su socarronería de viejo marino, cuenta sus paseos nocturnos para recabar fondos con que financiar la impresión y cómo ha de  atemperar el ánimo febril de sus colaboradores que ansían una cadencia menor que la semestral establecida, tras recibir originales como para dar vida a otros dos números. Sabe que no puede engañarse en esta marejada traicionera sobre la continuidad del proyecto: La cultura ha sido la primera damnificada por la crisis en muchas instituciones y lugares, los negocios sobreviven sobre el filo puntiagudo de un alfiler como para sostener en solitario el coste y los autores alternamos la inspiración con las obligaciones para terminar las más de las veces como iba el elegíaco Miguel Hernández, “de su corazón a sus asuntos”. De aquel último número de 1998, el 50, a este ha pasado tanto tiempo, 14 años, que es mejor andarse con pies de plomo.

La tirada ha sido modesta, 300 ejemplares, que se distribuyen entre patrocinadores e interesados, pero sobre todo en los colegios, donde, a golpe de números y letras, han de germinar los espíritus inquietos, si las pizarras electrónicas, los teléfonos de última generación y los viodejuegos les dejan aprender de la luminosidad del flexo sobre la página, a solas.

En este Soberao la oquedad del número cero no es vacío, sino promesa para encontramos una entrevista con Miguel Roldán, intelectual lúcido y profundo a sus 81 años, un reportaje sobre la exposición madrileña del pintor norteamericano Edward Hopper, un estudio sobre la Searus levantada por los romanos a los pies de la Vía Augusta, poesías y artículos de literatura, arte, comic, historia.

Con la revista, los organizadores regalaron una rosa y un marca páginas con una cita. A mí me tocó la del pintor Franz Marc, uno de los fundadores del grupo expresionista alemán Der Blaue Reiter (El Jinete Azul). Es todo un tratado de intenciones: "En esta época de la gran lucha por un nuevo arte, combatimos como salvajes desorganizados contra un viejo poder establecido. La batalla parece desigual, pero los asuntos espirituales nunca se deciden por el número, sólo por el poder de las ideas". Ideas y apoyos necesarios para afrontar el reto de alcanzar el número 1, que, si los hados son propicios, aparecerá en julio y aliviará el rigor de las calores estivales.

Los míos (y la realidad) de 2012

Los míos (y la realidad) de 2012

En estos tiempos negros y convulsos, la lectura reposada de grandes obras puede hacernos entender lo que ocurre y por qué ocurre, lo que permanece oculto y lo desvelado, lo que aflora desde la intimidad y el compromiso compartido. He aquí, pues, una particular selección de la fabulosa cosecha de libros imprescindibles que nos deja 2012, con la modesta intención de despertar la curiosidad.

Como ya lo publicó Justo Navarro en el Babelia del pasado 29 de diciembre, y en general estoy de acuerdo, no voy a insistir en la explicación de a cuento de qué viene elaborar y divulgar una lista de los libros que más me han llamado la atención en el año recién expirado. Escribe el autor granadino: “La relación, por ejemplo, de las mejores obras artísticas y literarias de la temporada me ofrece todos los años, sin necesidad de conocer directamente el producto, una idea del panorama cultural. (...) Las listas que hacen balance del año suponen un ejercicio crítico en el que interviene la razón pura, la razón práctica y el juicio. Al destinatario le sirven de consejo y distracción. (...) El placer de las listas autobiográficas se basa en el encanto de hablar de nosotros mismos”.

Eso es, de lo que nos enseña, de lo que nos conmueve, de lo que nos interesa, de lo que sentimos: de lo que aprendemos y amamos y compartimos, al fin.  

Lo mejor, a decir de críticos y especialistas de todo pelaje, es que la cosecha ha sido extraordinaria, tal vez haciendo buena la impresión de que los tiempos de crisis agudizan los ingenios. Así, hay quien nos desvela misterios de la naturaleza humana, como

- “Los ángeles que llevamos dentro”, de Steven Pinker (Editorial Paidós). Un pormenorizado estudio sobre el declive de la violencia, que concluye con que nuestra época es la menos cruel de la historia de la humanidad.

- “Pensar rápido, pensar despacio”, de Daniel Kahneman (Editorial Debate). Una idea revolucionaria sobre el funcionamiento del cerebro y los dos sistemas que modelan cómo pensamos.

- “La conquista social de la tierra”, de Edward O. Wilson (Debate). Biología, evolución, humanidad.

Recuperando un deber a menudo aletargado, vuelven los intelectuales a desentrañar las claves de una realidad tantas veces manipulada con la que tratan de adormecernos, y ahí nos iluminan

- “Pensar el siglo XX”, de Tony Judt con Timothy Snyder (Taurus). El legado de un pensador que reivindica lo mejor de la Europa de posguerra.

- "Los amos del mundo. Las armas del terrorismo financiero", de Vicenç Navarro y Juan Torres López (Espasa). Cuando la política se supedita a la economía.

- “El fin de la ciencia”, de Manuel Lozano Leiva (Debate). Investigación y Tecnología contra el movimiento anticientífico.

- “Tantos tontos tópicos”, de Aurelio Arteta (Ariel). Un título tontorrón que esconde una obra dedicada a desenmascarar los prejuicios morales y políticos “que nos impulsan a una conducta o a su contraria, a justificar o condenar el comportamiento ajeno”, según el autor.

El pálpito de los aconteceres actuales hunde sus raíces en un pasado que se nos hace presente en títulos como

- “Historia mínima de España”, de Juan Pablo Fusi (Turner). Cinco mil años de historia en 300 lúcidas páginas: ¿Por qué hemos llegado aquí y no a otro sitio?

- “En el combate por la historia”, edición de Ángel Viñas (Pasado & presente). Varios de los más prestigiosos historiadores responden al polémico y revisionista Diccionario Biográfico Español de la Real Academia de la Historia.

- “La Segunda Guerra Mundial”, de Antony Beevor (Pasado & Presente). De lo particular a lo universal, y en medio siempre el hombre.

El mismo hombre que se alza libre y comprometido para afrontar los embates de la vida, como relatan

- “Mortalidad”, de Christopher Hitchens (Debate). De la muerte cuando uno de verdad se está muriendo, pero sobre todo del coraje de vivir.

- “Historia menor de Grecia”, de Pedro Olalla (Acantilado). El humanismo de los clásicos, de Homero a nuestros días.

Acontecimientos, sucedidos, hechos. Coincidamos con Enric González en que “el mejor periodismo se encuentra en los libros”. Los profesionales reivindican la utilidad del segundo oficio más viejo del mundo en una época de mordazas y despidos en obras como

- “España, destino tercer mundo, de Ramón Muñoz (Deusto). Un redactor de la sección de Economía de El País da malas noticias sobre el porvenir.

- “Zara. Visión y estrategia de Amancio Ortega”, de David Martínez (Conecta). Jefe de Economía de La Vanguardia escruta un modelo de negocio que ya se estudia en universidades de todo el mundo.

- “El periodista en la encrucijada”. Varios (Fundación Telefónica, Ariel). Más de 8.000 informadores despedidos y el reto todavía lejos de la manutención de Internet.

Cuando la actualidad nos arrolla puede ser el momento de buscar reposo y consuelo en poemarios del tipo de

- “Canción errónea”, de Antonio Gamoneda (Tusquets).

- “Entreguerras”, de José Manuel Caballero Bonald (Seix Barral).

La ficción novelesca nos dejó textos de lo más granado del corral literario español (con Javier Cercas, Pérez-Reverte, Trapiello, Marías, Aramburu, Mendoza o Landero), que volvía a mostrarnos su ensimismamiento en consabidos relatos sobre la Guerra Civil, la Transición, ETA y personajes tan estrafalarios como la atormentada realidad que nos golpea. Y por salir de lo obvio, he aquí otras dos:

- “Victus”, de Albert Sánchez Piñol (Editorial La Campana). Novela de largo aliento sobre el sitio de Barcelona en 1714. Hay quien quiere aprovechar hoy los lodos de aquellos polvos.

- Ciudad abierta”, del norteamericano Teju Cole (Acantilado).

De tan pormenorizada lista, en la que el orden de los factores puede alterar el aprovechamiento del producto, he leído y disfrutado unos libros, otros han sido (h)ojeados con más o menos tiento a la espera de una lectura reposada y algunos permanecen en la estantería con el favor de venir recomendados por personas de confianza. Demos por bien empleado el catálogo si usted se siente concernido por algún título. Por mi parte, al que vuelvo a menudo es a la “Enciclopedia erótica del comic”, de Luis Gasca y Román Gubern (Cátedra), repleta de voces sugerentes como quinunolagnia e imágenes irreproducibles por inimaginables. No sé cómo se verán en el ebook que han traído la Maga de Tartessos.

Delicadeza de pirotécnico

A partir del lunes 3 de diciembre de 2012 seré relevado como Director adjunto y responsable de la redacción de Radio Nacional de España en Andalucía, como hace unas semanas lo fue la directora Alicia Bonachera Álvarez. Después de tres años y once meses en el cargo, mi primer agradecimiento va destinado a los compañeros del centro territorial y las unidades provinciales por su constante comprensión, ayuda y colaboración en las tareas encomendadas. Mi reconocimiento también por el trabajo realizado en todo tipo de circunstancias.

Considero honradamente que hemos protagonizado una etapa de extraordinaria vitalidad periodística y de cumplimiento exacto de nuestro compromiso como servicio público. Siempre hemos intentado que primara la profesionalidad, la independencia y la lealtad a una empresa y una labor que nos obliga a tratar con delicadeza de pirotécnico un material tan sensible como el derecho de los ciudadanos a recibir una información veraz.

Los tiempos son muy duros y difíciles, también en los medios de comunicación, cuya descomposición alcanza niveles inauditos. Tanto que hasta Clark Kent, el alter ego de Supermán, dejará de escribir en breve en el Daily Planet para evitar estar a las órdenes del conglomerado multimedia que ha comprado el periódico. Rompe una relación de 1940 para no traicionar sus convicciones y conservar su independencia como periodista. Nosotros, yo al menos, no somos supermanes y tendremos que seguir peleando las habichuelas de cada día, las intelectuales y las alimenticias, por conservar el empleo, claro, pero también por preservar a diario las virtudes de una radio pública que es de todos.

Como escribió el gran Indro Montanelli al despedirse de Il Gionarle: “Durante veinte años éste ha sido -y mis compañeros de trabajo pueden testimoniarlo- mi pasión, mi orgullo, mi tormento, mi vida. Pero lo que siento a la hora de dejarlo es sólo asunto mío: los tonos patéticos no van conmigo y nada me resulta tan insoportable como el lloriqueo”.

Mientras me dejen, me podréis encontrar, como siempre, en la redacción de RNE Sevilla haciendo lo único que sé: escribir noticias y contarlas. Será mejor si vosotros, compañeros y amigos, no estáis muy lejos.

Gracias de corazón a todos.

El caso del suicida de Córdoba a punto de ser desahuciado por una denuncia de sus hermanos y en tratamiento psiquiátrico. En RNE Andalucía abrió un boletín nacional, el de las 12.00 ó 12.30, y lo contamos en los regionales de las 12.26 y las 13.10. A las 15.00, ya no. Desde muy pronto precisamos que no era un desalojo bancario, sino una disputa familiar, y tuve /tuvimos dudas. Todavía nos pesaba el suicidio de hace unas semanas en Pinos Puente, que optamos por no dar tras acuerdo unánime de los editores y luego casi fue portada del NYT. Es difícil marcar la frontera. En general, yo soy partidario de informar sobre suicidios cuando entren en los parámetros de lo que generalmente entendemos como noticia. Otros compañeros, la mayoría, alertan de ese efecto contagio no demostrado. Aquí Espada advierte de la tentación de algunos de convertir en asesinato el suicidio del desahuciado. Sea bienvenido el debate.

Nosotros y El País

Las historias, los lazos, los afectos intelectuales, siempre tan parecidos en gentes de edades e inquietudes similares. Fue mi primera reacción al artículo "El País era una fiesta", publicado en Jot Down, y en el que Pepe Albert de Paco reflexiona sobre su íntima relación con el periódico que fundó Juan Luis Cebrián, el mismo que viene firmando su parte de defunción desde aquella despedida de hace 24 años en que dejó para la eternidad -entonces como consuelo, ahora como malfario- aquello de "me voy... pero me quedo".  

Muchos tenemos, y hemos mantenido durante años, un vínculo extraordinario con El País que siempre ha ido mucho más allá del estricto trasiego mercantil por el que te ofrecen un puñado de noticias a cambio de unas pocas monedas. Como traza con memorioso temblor De Paco, El País era un descubrimiento diario de la novedosa realidad en que se convertía esto que todavía dábamos en llamar España.

Recuerdo cuando el periódico no llegaba a Los Palacios y Villafranca y me iba a comprarlo al pueblo de al lado, Dos Hermanas, expresamente; el lento aprendizaje de un curioso estudiante rural fascinado por el olor a tinta y papel; las incansables caminatas a la búsqueda de un quiosco en los lugares más remotos; el pago a precio de oro de un ejemplar atrasado en el extranjero (por ejemplo, en Anatolia, Turquía, cuando el golpe de Estado en la URSS); los amarillentos recortes de cientos de artículos que, sin posibilidad alguna de ser releídos, abarrotan las carpetas del viejo archivador, anclado como un paquidermo en esta pequeña habitación; las firmas familiares y adictivas que se fueron quedando en el camino por mor de la estúpida ley de vida que nos lleva a la muerte y aquellas otras que cambiaron de cabecera por desavenencias político-periodísticas.

Aunque el actual no es aquel periódico, despeñado en una imparable evolución decadente, sigo fiel a El País. Todavía en días como ayer en que me planto y decido no comprar un diario que estará casi íntegro y gratis en internet, paro el coche en el quiosco y me traigo a casa un ejemplar con la certeza y la devoción de que llevo una interpretación del mundo, como corresponde a todo gran diario de calidad, y que mis dedos volverán a oscurecerse con la tinta luminosa de artículos como el de Muñoz Molina sobre Onetti.

(Hoy, sin embargo, me ha dado pereza salir y aquí ando, trasteando por esta versión digital en la que las noticias se acumulan de forma imposible y sin mucho sentido, tan lejos de los criterios de aquel "intelectual colectivo" con que el filósofo José Luis López Aranguren definió a El País en afamado texto de 7 de junio de 1981).

Un gesto literario

“Para Pepa y Manuel, este libro que a punto estuvo de quedarse en un cajón. Ellos dirán. Saludos. Javier Marías”. (Dedicatoria del autor en el ejemplar que poseo de “Los enamoramientos”).

“En realidad cualquiera nos puede aniquilar, de la misma manera que cualquiera puede conquistarnos, y esa es nuestra fragilidad esencial”. “Nunca hay certeza de nada que no venga de nosotros mismos, y aún así”. (Los enamoramientos).

La decisión de Javier Marías de renunciar al Premio Nacional de Narrativa que concede el Ministerio de Cultura ha motivado el habitual debate patrio sobre poses, envidias y literatura. Las reacciones oscilan entre los que consideran al autor un héroe nacional, como Álvaro Romero, y los que se mofan de su personalidad arrogante, como las chicas de la Patrulla de Salvación, pasando por los que circunscriben la polémica al ámbito de la comedia de la literatura, como Marcos Abal en Jot Down.

A nadie le amarga un dulce y no están los tiempos para según qué heroicidades, desde luego,  pero tengo para mí que a Marías no le hacen falta los 20.000 euros del galardón ni la publicidad con que ha aireado su gesto. Y si es vanidoso, algo relamido y un poco estirado, como a veces transmiten su imagen y sus textos, tiene motivos sobrados para ello dada su carrera literaria –basada en una enorme capacidad de conocimiento, trabajo y talento-. Y lo más importante, nada de eso tiene que ver con la extraordinaria calidad de su obra. Los críticos más exigentes coinciden en que “Los enamoramientos” fue la mejor novela publicada en España en 2011 hasta el extremo de poner de acuerdo a los suplementos literarios Babelia, de El País, y El Cultural, de El Mundo. No tengo opinión profesional, pero como lector me gustó mucho, aunque entiendo que queda lejos de su antecesora, la trilogía “Tu rostro mañana”, y por detrás de otras ficciones suyas anteriores.

Envidiar a un escritor así, como confiesa el periodista palaciego Romero Bernal, no es pecado; es un acto de realismo, y no sólo por la poderosa referencia intelectual de su padre. Javier Marías fue íntimo amigo de Juan Benet, que le llamaba “el joven Marías”, y su grupo, en el que se codeaba con gentes como García Hortelano, Vicente Molina Foix y otros de similar enjundia. En 1971, con apenas 19 años, publicó su primera novela, "Los dominios del lobo", y así hasta las recientes ediciones de “Mala índole”, una colección de cuentos, y “Vidas escritas”, un perfil de destacados escritores.

Dio clases en Oxford, fue Premio Nacional de Traducción, tiene un considerable prestigio en toda Europa –donde, por cierto, sí ha recibido y aceptado relevantes premios privados y gubernamentales-, es miembro de la Real Academia de la Lengua –lo que requiere de trajines y conciliábulos: Caballero Bonald, por ejemplo, no consiguió los apoyos necesarios que sí obtuvieron Cebrián y Anson, entonces directores de El País y ABC, respectivamente- y su nombre ya entra en las cábalas del Nobel.

En un país tan cainita como España no le pueden faltar a Marías (como antes a su mentor Benet) enemigos feroces que arremeten hasta el derribo contra sus aires de intelectual progre permanentemente ofendido, sus ambiciones no(bel)escas y su estilo artístico, y cuestionan hasta destriparlas todas y cada una de sus novelas con argumentos no menos altivos que los del protagonista. El colmo ha sido esta escenificada renuncia al Premio Nacional de Narrativa. Yo también le elogio la coherencia de mantener la palabra dada hace años, aunque la parafernalia utilizada me parece excesiva si lo que quería anunciar era solo que devolvía el reconocimiento y las monedas que le acompañaban. Intuyo que además pretendía colocar su figura en el parnaso de los justos y dar un aldabonazo contra la política cultural del Gobierno (que no es que no se lo merezca, dicho sea de paso), amén de desairar a cuantos españolitos minusvaloran el sugerente atractivo de su estilo y la palmaria calidad de su obra.

Con todo, Marías bien podría haber aceptado un premio que viene avalado por un jurado integrado por prestigiosos estudiosos y literatos. Uno de ellos, el escritor Marcos Giralt, que ganó el año pasado, reprendió el rechazo: “Con esto contribuye a devaluar uno de los pocos premios que, con equivocaciones y aciertos, no están vinculados en España a intereses editoriales. Siento tristeza por quien podía haberlo ganado en su lugar”. Pienso también que escritores de la talla, la integridad y la excelencia de Sánchez Ferlosio, Juan Marsé o Muñoz Molina respondieron consecuentemente en su día cuando aceptaron la recompensa del Cervantes o este mismo Nacional de Narrativa.

Asumo, pues, lo que ya dejó publicado Andrés Trapiello en la lejana fecha de 2 de diciembre de 2004 1994, supongo que a propósito de otra altanera polémica, a la que tan dado somos por estos pagos: "¿Por qué razón, pues, cuando se le concede a uno de ellos un premio lo acepta (en general) y no lo rechaza? Sin duda porque los escritores son sensatos y en el fondo, sí, humildes. Hacen bien aceptándolos. Incluso diría que es su deber. ¿Por qué razón? Porque un escritor sabe que rechazándolo sería aún más injusto que recibiéndolo.- La vanidad de ese rechazo será siempre superior al orgullo de aceptarlo, y mucho mayor el ruido, el escándalo, la batahola que produciría su salida de escena. Los mutis deben ser silenciosos y un escritor de verdad ha de tender al silencio. Por eso, por silencio, debería aceptar algo que sabe injusto, incluso algo que le repugna moralmente. Al Estado, si en verdad le preocupa como dice la literatura y los escritores, sólo le queda, si aún conserva algo de decencia moral, suprimir esos premios que al final no son más que una manera desdichada. de confundir la literatura con una cantina en la que se puede entrar como los forajidos, pegando tiros a diestro y siniestro y gritando: ¡Viva la juerga!, sin saber si los que estaban allí pacíficamente tienen ganas de ella".

En cualquier caso, la única juerga que perdurará es la de la buena literatura, y esa la tiene ganada, para siempre y por fortuna para sus entregados lectores, Javier Marías. Con o sin  premio.

¿Boomerang hacia España?

Mientras esperamos con aprensión el más que probable rescate económico de España por los hombres de negro de la Unión Europea, paseamos por la crisis, orígenes y consecuencias, de Islandia, Grecia, Irlanda y el Estado de California, con parada y fonda en Alemania, de la mano del libro “Boomerang. Viajes al nuevo tercer mundo europeo”, del periodista norteamericano Michael Lewis, al que apuntamos unos datos de nuestro país para que vaya haciendo las maletas. Es un texto largo, pero es que todo es muy complicado.

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Ahora que se da por hecho el inminente rescate económico de España, sea suave o salvaje, tenga o no costes añadidos, que los tendrá sin duda, es conveniente conocer qué, cómo, por qué les pasó a otros lo que está a punto de pasarnos a nosotros, tal vez con las mismas lamentables, dolorosas e indignantes consecuencias. De los análisis que están a mi alcance uno de los más ilustrativos es “Boomerang. Viajes al nuevo tercer mundo europeo” (Editorial Deusto), en el que el periodista Michael Lewis recopila y reedita una serie de reportajes para Vanity Fair sobre la crisis, o mejor, las crisis (cada una tiene su origen, sus peculiaridades, sus efectos y sus cadáveres, aunque todas concluyan en la mayor desesperación y pobreza de sus ciudadanos) que han azotado y azotan a Islandia, Grecia e Irlanda, sin pasar por alto la actuación de Alemania y la quiebra de muchos gobiernos locales y estatales de los Estados Unidos de América.

En unos tiempos en que el periodismo anda a la búsqueda de su identidad entre las tecnologías y las audiencias, Lewis aflora como uno de esos profesionales norteamericanos especialistas en hechos, y de los mejores. Profesor en la Universidad de Bekerley, editor de Vanity Fair y colaborador de The New York Times y Bloomberg, sabe de lo que escribe. Contó sus años de bróker en el desaparecido banco de inversiones Salomon Brothers en “El póquer del mentiroso” y en su gran obra, “The Big Short”, reveló cómo un grupo de inversores se hicieron millonarios apostando contra el mercado de las hipotecas subprime en EE.UU. Los mismos, o casi, que olieron la pestilente certeza de que si los Estados asumían las ingentes deudas de sus bancos rotos, cavaban su propia tumba. 

La ambición de casi todos

Y volvieron a manipular los mercados para seguir engordando sus cuentas, sólo que ahora el disparate afectaba a naciones enteras, llenas de vecinos más o menos ingenuos y traviesos (de los que piensan que endeudarse alegremente y no pagar IVA es una forma de cobrarse la extraña deuda que la sociedad tiene con ellos) y de íntegros especuladores, al menos hasta ese momento. 
Este es el arranque de “Boomerang”, y como lo que sigue, va salpicado de mis propios pareceres. Lewis no moraliza ni dicta doctrina. Viaja, entrevista a líderes, habla con la gente, coteja datos, analiza y expone; a veces con humor, otras con ironía en algún caso incluso con maldad. Desde el prólogo advierte de que “desde 2002 se había producido una especie de boom falso en los países ricos y desarrollados. Lo que parecía crecimiento económico era un movimiento propiciado por gente que aceptaba dinero prestado que probablemente no podría permitirse devolver”. La deuda pública había pasado de 84 billones de dólares a 195. 

Dirigentes y ciudadanos de casi todo el planeta querían más, mucho más de lo que podían alcanzar y asumían –o se despreocupaban de- las dificultades futuras de un presente tan alegre como aquella locura de la Belle Époque entre dos guerras mundiales. La ceguera de muchos y la ambición de casi todos rompió el saco: “Una de las causas que hay detrás de la actual crisis financiera global es que la gente que la vio venir podía sacarle más provecho adoptando posiciones cortas que intentando dar a conocer el problema”.

La primera cita del reportero nos lleva a Islandia, un país que en 2008 ocupaba el número uno en el índice de desarrollo humano de Naciones Unidas. Lewis nos cuenta cómo toda una nación de apenas 300.000 habitantes, de gente muy adinerada, culta e históricamente prudente se las había ingeniado para cometer una de las mayores locuras de la historia financiera. La mayoría de sus hombres dejaron la pesca y se convirtieron en banqueros de inversión. En tres años, de 2003 a 2006, habían triplicado su riqueza, tres de sus bancos operaban a escala mundial y retaban a Estados Unidos y a quien se pusiera por delante. Cuando todo explotó, la deuda ascendía al 850% del PIB y en el reparto de pérdidas a cada islandés le correspondían 330.000 dólares. “Ahora muchos islandeses (los jóvenes en especial) tienen en propiedad casas que valen quinientos mil dólares con hipotecas de un millón y medio y Range Rovers de treinta y cinco mil dólares comprados con préstamos de cien mil dólares”. 

Banqueros sin experiencia sacaban del extranjero decenas de miles de millones en préstamos a corto plazo. Luego volvían a prestarse ese dinero a sí mismos y a sus amigos y con este capital ficticio compraban activos con unos valores inflados. “Dado que los activos de todo el mundo estaban subiendo (en parte porque personas como los islandeses pagaban precios desorbitados por ellos), parecía que ganaban dinero”. En esa orgía capitalista participaron, cómo no, bancos alemanes y británicos, de los Países Bajos o Suecia. Hasta la Universidad de Oxford perdió 50 millones de dólares. “Cuando solicitas préstamos por un montón de dinero para crear una prosperidad falsa, estás importando el futuro al presente. Pero no tanto el futuro verdadero como una grotesca versión de silicona del mismo”. Los islandeses han regresado a la pesca y han dejado la gestión del país en manos de las mujeres, más cautas a la hora de gastar.

El país de los engaños

“E inventaron las mates”. Con esa frase irónica, lapidaria y cruel titula el reportaje sobre Grecia, el país donde todos engañan a todos. Nadie contabilizaba lo que realmente gastaba el Estado y así se pasó de un déficit previsto aproximadamente en siete mil millones de euros a más de treinta mil millones, de poco más del 3% al 15%. Es la misma cantidad que los bancos habían prestado al Gobierno griego, lo que lleva a Lewis a concluir que “en Grecia los bancos no hundieron al país; el país hundió a los bancos”. Mientras tanto, ninguna autoridad europea supervisó los datos que aportaban los dirigentes griegos. Quizá porque ya en 2001 Goldman Sachs, uno de los grandes bancos de inversión mundiales, les ayudó a manipular las estadísticas para ocultar su verdadero nivel de endeudamiento y facilitar el ingreso de Grecia en la UE del euro; a cambio, la entidad norteamericana cobró 300 millones de dólares y prestó al país otros mil millones. (Entre sus empleados estaba el actual presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi).

Lewis hace un retrato aterrador de la sociedad griega: “Recaudadores de impuesto que se dejan sobornar, el sistema de enseñanza pública tiene cuatro veces más profesores por alumno que el mejor valorado, Finlandia, pero hay que dar clases particulares; los suministros desaparecen de los hospitales; los ferrocarriles nacionales ingresan cien millones y cuestan 700 –de ellos, 400 en nóminas-; no existe Registro de la Propiedad, lo que favorece el mercado negro. La jubilación en empleos duros es a los 55 años para los hombres y 50 para las mujeres, pero esa calificación la tienen 600 profesiones, entre ellas, las peluquerías. Nadie paga impuestos, salvo los asalariados: un pleito por fraude fiscal tarda hasta quince años en resolverse. “La epidemia de mentiras y estafas hace que la vida civil sea imposible; el colapso de la vida civil lleva a más mentiras, estafas y robos. Al carecer de toda confianza entre ellos, los ciudadanos se refugian en la familia o en sí mismos”. El país “funciona como un grupo de partículas atomizadas, cada una de las cuales se ha acostumbrado a mirar por su interés a costa del bien común”. Pero además, si Grecia no paga hundirá a cuantos le han prestado dinero y dejará el camino expedito para la caída de España e Italia.

“El pecado original de Irlanda” se resume en este par de frases: “Incluso en una época en que los capitalistas hicieron lo indecible por destruir el capitalismo, los banqueros irlandeses habían batido una especie de record de destrucción. (…) El macho irlandés empleó dinero extranjero para conquistar Irlanda”. Pasaron del atraso y la pobreza a la riqueza sin estaciones intermedias, y en el éxtasis se olvidaron de reglas y controles. Nadie cuestionó nada: estaba en juego el amor a la patria y el osado espíritu irlandés. Como en España, en el origen fue la construcción. Y como en Grecia, aquí también había un despacho norteamericano para engañar a propios y extraños: “El gobierno tenía un informe que Merrill Lynch acababa de sacarse de la manga, que manifestaba que “todos los bancos irlandeses son rentables y están bien capitalizados”. 

Paga el Estado

La compañía norteamericana, desde 2008 en poder del Banco de América que la salvó del hundimiento de las hipotecas subprime, cobró siete millones de dólares. Irlanda era campo abonado: “Todo el país se había convertido en una subprime”. Lewis recuerda la antigua norma financiera que dice “que si le debes al banco cinco millones de dólares tienes un problema, pero si le debes cinco mil millones, el problema lo tiene el banco”. Lo más llamativo del caso irlandés es que el Estado ha asumido la deuda privada generada por la pésima gestión de sus banqueros; serán sus ciudadanos los que paguen. 

El reportaje sobre Alemania alaba la prudencia germana: controlaron los gastos y el sector público, el precio de la vivienda se mantuvo, su gente no pedía créditos al consumo, pero… “desde el boom los banqueros alemanes hicieron lo indecible por ensuciarse. Prestaron dinero a los prestatarios norteamericanos de las subprime, a los magnates irlandeses del sector inmobiliario, a los potentados islandeses de la banca para que hicieran cosas que ningún alemán haría jamás (…) En su propio país estos banqueros aparentemente dementes se comportaron con mesura. El pueblo alemán no les permitía actuar de otra manera”. Lewis añade otra explicación al compromiso germano con la Unión Europea: “Para los alemanes el euro no es solo una moneda. Es un recurso para ahuyentar el pasado. Es otro monumento conmemorativo del holocausto”.”

“Boomerang” termina con el análisis de la quiebra de muchas administraciones locales norteamericanas, obligadas a reducir al mínimo servicios elementales, como policías, bomberos o servicios sanitarios, y la del Estado de California. Su ex presidente, el actor Arnold Schwarzenegger, explica a Lewis sus infructuosos intentos de poner un poco de orden en las cuentas. Con menos pedigrí mediático, Phil Batchelor, alcalde de Vallejo, ciudad californiana de más de 120.000 habitantes que se declaró en bancarrota en 2008, pone algo de cordura: “Mi política ha sido no importarme de quien es la culpa. Teníamos que cambiar (…) Todo dependen de la gente –me dijo-. Si a las personas se les enseña a respetarse mutuamente, a ser íntegras y a aspirar a la excelencia, las culturas cambian. Pero es necesario que la gente quiera cambiar. Cuando la gente cede en contra de su voluntad, sigue pensando igual que antes. - ¿Cómo se cambia la cultura de una ciudad entera? –le pregunté. - Antes que nada haciendo introspección – me contestó”.

Pero modificar las conductas... Si no es fácil cambiar la cultura, que es un elemento exógeno a las personas, muchísimo más complicado es modificar la naturaleza humana. El neurocientífico Peter Whybrow, autor de “Obsesión americana”, precisa que a los largo de cientos de miles de años el cerebro humano ha evolucionado en un entorno caracterizado por la escasez. “Ante la abundancia, los antiguos senderos del cerebro que conducen a la recompensa son difíciles de reprimir. En ese momento el valor de comer pastel de chocolate excede al valor de la dieta. Cuando tenemos delante el pastel no podemos pensar con claridad”. La opinión de Whybrow lleva a Lewis a concluir que “mire uno donde mire, ve a norteamericanos sacrificando sus intereses a largo plazo por una recompensa a corto plazo”. Pero el neurocientífico advierte: “Si nosotros nos negamos a autorregularnos, el único regulador que queda es nuestro entorno, y el modo en que éste nos haga pasar privaciones”. 

El agujero español

Hasta donde sé, el periodista de Vanity Fair no ha visitado España. Igual si se produce el anunciado rescate, aunque le supongo más interesado en las elecciones de su país (donde, por cierto, y salvo algunos sectores del Partido Demócrata, se trabaja activamente por el hundimiento de un euro que en sus mejores momentos ha amenazado la hegemonía tradicional del dólar). Por si acaso, vamos a adelantarle algunas cifras a Lewis: La deuda pública española llegó en el segundo trimestre de este año a los 804.388 millones de euros por primera vez en la historia; supone el 75,9% del producto interior bruto (PIB). La rentabilidad de la deuda de España a diez años subió 70 puntos básicos hasta el máximo del 7,6 % el pasado 24 de julio. En el caso de bonos a corto plazo, el incremento fue mayor de 170 puntos básicos para los bonos a dos años hasta el 6,8 % también a finales de julio. España ya ha pedido un rescate de hasta 100.000 millones para recapitalizar su sector financiero, lo que provocará un fuerte aumento de la deuda este año.

La última Encuesta de Población Activa sumaba 5.693.100 parados, el 24,63% de los ciudadanos en edad de trabajar, algo por encima de la anterior cota histórica cifrada en el 24,55% que se alcanzó a comienzos de 1994, durante la anterior crisis. El desempleo entre los menores de 25 años subió al 53,28%. Hay más de medio millón de hogares sin ningún tipo de ingreso. El ministro de Economía anuncia que si la situación no revierte en los próximos meses y no hay crecimiento, no se podrán mantener las prestaciones sociales.

Desconozco qué concluiría Lewis, pero un intelectual moderado como Vicente Verdú ha declarado recientemente en Diario de Sevilla que no descarta “revueltas sociales de una magnitud revolucionaria”. Estamos a tiempo de evitarlo: buscar y adoptar soluciones está en manos de nuestros dirigentes políticos y económicos; y en las de todos, levantar el presente y poner las bases del futuro. Lo ha escrito Enrique de Sendagorta Aramburu, presidente de honor de la empresa de ingeniería Sener: “Cuando se trabaja hombro con hombro, cuando hay determinación para lograr un objetivo común, se produce naturalmente la unión de las personas y se superan sus diferencias. Toda empresa debe ser una comunidad sin fricciones inútiles. Salir de la crisis es un reto colosal que requiere del emprendimiento coordinado, unido, cómplice, de todos los españoles”. Y como concluye Lewis: “Por tonto que a veces pueda parecer el optimismo, tiene la rara costumbre de dar buenos resultados”.

Septiembre de 2012. Publicado en Manchonería

Aquella juventud

Aquella juventud

Ese joven que se adivina en la foto, en el atril, es un servidor. Con 23 años, recién había terminado la carrera de Periodismo y, en este acto, recibía el 2º Premio Nacional en la VII Edición del Certamen de Poesía Searus por "Hacia el origen... de ti".

 

HUBO UN TIEMPO, LO SABES, EN QUE VIVIR ERA LIENZO

blanco, crecido en la cintura de la edad,
amamantado en el silencio de los pájaros,
en el ocaso y los murmullos de las tardes
inacabadas.
          Hubo un tiempo, no lo sabes,
en que volar era una trágica broma de feria,
la broma, una mueca,
la mueca, un espasmo,
el espasmo, un grito.
          Y una carcoma devorando los misterios
vírgenes de las aves; caballos
sin memoria galopan
guerreros
hacia la génesis del porvenir.
Hubo un tiempo, ¿lo sabes?, en que vivir era eso:
quizás entonces, ah entonces,
la ceremonia del amor fuese el gesto definitivo.
TRAS LA PARSIMONIOSA
mirada de los gatos,
dibujaste un silencio color ámbar,
la nuca del espacio acariciaste
sobre un potro de ausencia sin estrellas
por marismas de cuerpos al galope.
Pálidas manos aletean en las sombras
de la memoria: arco de luz que difumina
tu sonrisa de esfinge,
mientras despojo al sueño
cálido de tu vientre
de ancestrales temores.
Tras el tupido velo
de los ojos alados,
ovillaste el insomnio con tristeza,
los besos del adiós amamantaste
de palomas dormidas en los senos
para sentir la luna en el fondo de tus manos.
PROBABLEMENTE FUISTE
cobarde, asesino de las lluvias.
Volver los pasos. Casas derrumbadas.
Una locomotora de azufre en el rostro.
Baldíos campos. Pájaros baldíos
en frentes de ceniza. A la sombra
del tiempo, irreversiblemente mío,
despojos de palabras inconexas
en sótanos de herrumbre,
                    a la sombra
del pulso de la sangre, se amotinan.
La noche, vieja como el sueño, vuelve
con su penumbra de acidez muda.
Un gesto. Sólo un gesto en el alféizar
del duerme-vela: volver los pasos. Tú
probablemente fuiste
culpable, asesino de las lluvias.

Fondo de Emergencia para Periodistas

La Asociación de la Prensa de Sevilla y Periodistas Solidarios, grupo que forma parte de la APS, han creado el Fondo de Emergencia para Periodistas. Se trata de una bolsa de apoyo a la que podrán hacer aportaciones económicas todos los profesionales del periodismo y entidades que lo deseen y del que podrán beneficiarse todos los periodistas residentes en Sevilla y su provincia que vivan situaciones económicas difíciles. Las aportaciones podrán ser anónimas o públicas, pero el fondo garantizará siempre el anonimato a todos los beneficiarios.
La iniciativa responde a la creciente demanda de ayuda que la APS recibe por la precariedad que, actualmente, padecen numerosos profesionales del periodismo. Nuestro sector es, en este momento, el que mayor índice de desempleo registra y uno de los que tiene peores condiciones salariales y laborales, lo que provoca que cientos de compañeros sufran muy graves dificultades económicas. 
La APS ha abierto una cuenta corriente destinada exclusivamente a este Fondo en la Caixa: 2100 2587 81 0210247133. Los profesionales que voluntariamente quieran sumarse a esta iniciativa pueden efectuar sus ingresos a partir de este momento. Para que exista total transparencia, los movimientos de la citada cuenta estarán siempre a disposición de todos los asociados que participen en la misma.
La APS ha gestionado la participación en este Fondo de varias cadenas de supermercados, en los que los periodistas beneficiarios canjearán sus vales/bonos por alimentos. Una de las empresas que colabora anualmente con la APS destinará parte de su colaboración a este Fondo y otra, de nueva incorporación, también ha confirmado una aportación.   
Los periodistas que quieran beneficiarse de las ayudas de este Fondo deberán ponerse en contacto con la gerencia de la APS (Carolina Fernández. Email:gerencia@asociacionprensa.org. Teléfono: 954 29 39 40 – 626 386 280), con la seguridad de que tendrán garantizada la confidencialidad de su petición. El importe de los vales/bonos para alimentos y su periodicidad dependerán de la situación económica en que se encuentre cada periodista que demande esta ayuda. La respuesta por parte de la directiva de la Asociación de la Prensa de Sevilla y de Periodistas Solidarios a las peticiones que se planteen será inmediata dada la situación de emergencia en la que se encuentra un elevado número de compañeros, asociados o no a la APS. 
Los representantes de la directiva de la APS y de Periodistas Solidarios somos conscientes de que estas ayudas sólo servirán para paliar en parte la dramática situación que sufren muchos compañeros de profesión. No es más que un alivio momentáneo a la espera de que mejore la situación económica, en lo que centramos todo nuestro esfuerzo promoviendo actividades que generen empleo en la profesión más castigada por la crisis.
Necesitamos la movilización de todos para conseguir que el Fondo de Emergencia para Periodistas sea efectivo. Por eso te llamamos a hacer tu aportación económica a la cuenta corriente de la Caixa: 2100 2587 81 0210247133. No importa la cantidad. Por poco que sea, será suficiente si somos cientos los que arrimamos el hombro para ayudar a quienes lo necesitan en estas horas de angustia.

Un centurión helenista en Searus

Un centurión helenista en Searus

(“Historia menor de Grecia”, de Pedro Olalla)

 

En algún momento de la dominación romana de Hispania, acampado a las afueras de Searus, el centurión Publio Titus Sollus alza la mirada sobre la vasta marisma mientras sus hombres se disponen a partir por la Vía Augusta hasta Gades. Golpea con la espada la tierra fértil de los turdetanos, rememora su búsqueda incansable e infructuosa de la misteriosa Tartessos. Como embrujado por sus ensoñaciones cree conocer lo escrito por Herodoto sobre Argantonio, el último rey y el único del que existen referencias históricas (“...con un enorme deseo de llegar a Egipto, navegaron fuera de su ruta, arrastrados por el viento del Este; y, sin dejar de soplar el viento, alcanzaron las columnas de Hércules y, conducidos por un dios, llegaron a Tartessos. Este lugar de comercio estaba sin explotar en esta época...”), lo plasmado por Anacreonte sobre la riqueza y la complejidad política de este reino, lo descrito por Pausanias (“Dicen que Tartessos es un río en la tierra de los iberos, llegando al mar por dos bocas y que entre esas dos bocas se encuentra una ciudad de ese mismo nombre”).

Publio Titus Sollus reclama su culta ascendencia turdetana y desprecia a los mercaderes fenicios; anhela una sociedad amparada por el legado de los antiguos griegos (Isonomía: igualdad ante la ley. Isopoliteia: igualdad entre ciudadanos. Isegoría: igualdad en el uso de la palabra. Parresía: atreverse a hablar para defender la verdad), en la que impere la voluntad de los libres ante el acecho constante de los bárbaros, como la que, al decir de los sabios, existió en Helea.

Pero ahora ha de partir de inmediato y dejará inconclusas sus indagaciones: los dioses no le han sido benévolos y su amor por las historias que reptan entre estas piedras aguijoneadas por el sol que encala el valle de la Bética viajará oculto entre los pliegues de su alma, postergado el estudio una vez más para pacificar nuevas revueltas en los confines del Imperio. Lamentará su suerte cuando mande recoger los apelmazados pergaminos y, en el atardecer previo a la marcha, le llegue el frescor de los arroyos que saciaron la sed de sus antepasados en la modesta Searus, de la que el insigne Tito Livio ha dado cuenta para la posteridad.

El centurión, ya pertrechado de honores militares, dará las últimas órdenes con voz firme; ni sus más afines reconocerán en el eco el ligero temblor que exhala cada una de sus palabras, esa incertidumbre que agita el pecho del guerrero antes de la próxima batalla no por un temor propio razonable, sino por el riesgo inhumano que sus hombres habrán de padecer.

Sobre la montura, Publio Titus Sollus pensará en Aquiles y otros héroes, en su condición de ciudadanos ilustrados y, al tiempo, de mortales que habrán de dignificar el campo de batalla. Desconocerá que varias centurias después un descendiente suyo, natural y vecino de Los Palacios y Villafranca, próxima a la desaparecida Searus, leerá con fruición “Historia menor de Grecia. Una mirada humanista sobre la agitada historia de los griegos” (Editorial Acantilado), del helenista Pedro Olalla, que desde el prólogo “aspira a ser rigurosamente histórico en cuanto al contenido (...) y rigurosamente literario en cuanto a la forma”. Un autor que ambiciona “sentir hondo, pensar alto, y también hablar claro”; tanto como para concluir: “Hoy, al igual que siempre, son progresistas quienes luchan contra la injusticia y la ignorancia, y son retrógrados quienes la favorecen por alguna razón”.

Este otro Sollo de hoy se adentrará de la mano de Olalla en la “tentación desconocida” que llevará a Homero a escribir un poema “donde se muestre verdaderamente que no hay sobre la tierra nada más miserable ni más grandioso que el hombre”; aprenderá con Hesíodo que “el día en que no haya renuncia a favor de lo justo y no tenga valor la palabra, la verdad, la piedad ni la vida (...) esta estirpe de vidas efímeras conocerá su fin”; querrá hacer suyo el discurso de Pericles cuando se refiere a “hombres a quienes la riqueza les brinda la posibilidad de obrar y no la de vanagloriarse, que se interesan de igual modo por lo público y lo privado, que llegan al arrojo movidos por la libertad y la reflexión y no por la ignorancia”; entenderá con Hermias “que la educación política es esencial para que todos los hombres puedan influir sobre la sociedad, que el poder debe ser puesto en manos de los más capacitados para discernir lo justo, y que es prudente y conveniente limitar el poder concentrado en los hombres para otorgárselo a la ley”.

Cuestionará con los más lúcidos pensadores “el monoteísmo soberbio de judíos y galileos” y más tarde de musulmanes, se apiadará de aquellos sacrificados que resistieron con su vida a la bárbara tiranía de clérigos y poderosos, aquellos como Hipatia que enfrentaron la ciencia a la intolerancia y el fanatismo, aquellos como el cónsul español en Atenas, Romero Radigales, que en 1943 hizo cuanto pudo por salvar a los hebreos de origen español residentes en Salónica, finalmente muchos deportados a campos de concentración nazi, para doblegar la brutal pasividad del nuevo Estado franquista.

Este hombre, que durante esta lectura se ha imaginado un antepasado turdetano y centurión cuya historia modesta y malamente trata de relatar al modo de Olalla, entrevistó al autor para el programa de RNE Andalucía “Historias de Papel”. Cordial y cercano, Olalla volvió a reivindicar el humanismo frente a la crueldad economicista del presente, alertó de la fragilidad de las libertades y derechos conquistados a lo largo de los siglos, abogó por la activa participación ciudadana en las cosas públicas. Como en el texto que escogió para ilustrar la charla radiofónica, “Hermias piensa que la legitimidad de un gobernante en el poder viene dada por la razón y la justicia, y que el mejor gobierno es el gobierno de unas buenas leyes”,

...aunque “mañana, aquí en Susa, tras semanas de humillación y de tortura, Hermias será crucificado”.  

El "Ulises" de Olga

El "Ulises" de Olga

¿Y si aparcara todas las novedades editoriales acumuladas en los últimos meses y me decidiera, al fin, a emprender una lectura reposada, detenida, luminosa del “Ulises”, de Joyce, en la prestigiosa traducción de José María Valverde? La primera edición fue de Lumen, pero en mi biblioteca han reposado durante más de 30 años, con asaltos periódicos y más o menos fructuosos, los dos tomos de la publicada en bolsillo por Bruguera-Libro Amigo. Su minúsculo tipo de letra violenta mi vista cansada, que, pese a las gafas de apoyo, se ha despeñado una y otra vez por la dificultad agreste del texto que narra la jornada del 14 de junio de 1904 en la vida del judío dublinés Leopold Bloom.

Aquella edición popular me la regaló Olga Sancha, compañera de estudios, amiga burgalesa, en la lejana festividad de mi vigésimo cumpleaños. Así consta en la calidez de su dedicatoria, en el trazo feliz de la firma, en la fecha inapelable: 17-12-1980. Día que trae al presente el Madrid atareado de los descubrimientos y la Movida, que, al cabo, desteñían los sueños sobre las paredes desconchadas de mi pensión y aliviaban los rigores de su residencia estudiantil de señoritas. 

Olga, objeto de aquella broma banal de llamarla Dilga, sin cuyos ordenados y meticulosos apuntes de clase jamás hubiera terminado con bien la pomposa carrera de Ciencias de la Información, que devenía en nota a pie de supervivencia cuando se le añadía “Especialidad en Periodismo”. Olga, que jamás sería –no conmigo- Molly Bloom, sino atenta madre meticulosa, alumna responsable y aventajada, modelo de avispa que contoneaba su procaz inocencia ante tiburones televisivos. Olga, de la que estos días he sabido que es doctora en Ciencias de la Cosa, que se casó y vivió en Tenerife y cuya pista pierdo en una oferta de trabajo fechada en Viena. A la coqueta y pizpireta chica que yo conocía, de traviesos mohínes de colegio de monjas, le habrá encajado como sus finos y ajustados trajes de entonces la señorial capital del Imperio austro-húngaro. 

Regresa Olga como un desusado monólogo interior para reprocharme la tardanza y alentar la decisión: que al fin es tiempo de que emprenda ese viaje a la búsqueda reveladora de mi mismo, que es también la de todos los hombres, en el inmortal Ulises y abreve en esa Molly, embriagada y enamorada de Leopold, quizá no tan distinta en sus sueños y esperanzas a la Olga de mi memoria, que cierra la obra colosal de Joyce con estas palabras que alumbran la mejor literatura: 


“Y aquel abismal torrente y el mar el mar carmesí a veces como fuego y las puestas de sol gloriosas y las higueras en los jardines de la Alameda sí y todas aquellas callejuelas extrañas y las casas de rosa y de azul y de amarillo y las rosaledas y los jazmines y los geranios y las chumberas y el Gibraltar de mi niñez cuando yo era una Flor de la montaña sí cuando me ponía la rosa en el pelo como hacían las muchachas andaluzas o me pondré una roja sí y cómo me besaba junto a la muralla mora y yo pensaba bien lo mismo da él que otro y entonces le pedí con la mirada que me lo pidiera otra vez sí y entonces me preguntó si quería sí decir sí mi flor de la montaña y al principio le estreché entre mis brazos sí y le apreté contra mí para que sintiera mis pechos todo perfume sí y su corazón parecía desbocado y sí dije sí quiero Sí”. (Traducción de Francisco García Tortosa).

 

 

La realidad y el periodismo

La realidad y el periodismo

Pedro Sorela novela sus 20 años como periodista en El sol como disfraz, donde relata los avatares de "La Crónica del Siglo", una hermosa, adecuada y necesaria reflexión sobre este quehacer del que nos enamoramos cada mañana y odiamos cada noche. Como ha escrito Carlos Primo, "en tiempos de twits y Huffingtons, El sol como disfraz de Pedro Sorela nos recuerda que una vez existió algo llamado periodismo". Es el libro que nos gusta leer y regalar a los plumillas. Ahora recuerdo que Sorela fue mi profesor de Redacción Periodística en tercero, en la Complutense, y el primero al que le oí explicar cómo se redacta eso que damos en llamar noticia. Luego, ¡albricias!, nos hacía practicar sin que temblaran los muros de la Facultad. Entonces, Sorela era un joven periodista que, creo recordar, hacía turno de noche en Europa Press y estaba a punto de fichar por El País, en cuya sección de Cultura ha trabajado muchos años.

Estos son algunos subrayados:


“[Los periodistas] Creen que son ellos los que persiguen el tiempo. Casi nunca notan que es el tiempo el que siempre les alcanza”, 41

“En los periódicos no podemos permitirnos la claridad que prometemos porque duele y nadie compra periódicos para que le duela. Por eso la disfrazamos”, 47

“Ningún periodista calla una noticia, a no ser que le pongan un esparadrapo en la boca, y de ahí la frecuente superstición entre ellos de que solo existe lo que cuentan. Y de ahí también que algunas noticias, muchas, la mayoría, finjan que están contando algo aunque no cuenten nada”, 101

“Uno de los enigmas del periodismo es que los periódicos salgan cada día sin rastro de tanta sangre y traición: solo reflejan las guerras de afuera y, en contra de lo que se cree, tampoco demasiado. Los periódicos lavan la realidad para hacerla tolerable”, 102

“Si se la mira con atención, como hacen no sin riesgos los periodistas, la realidad no hace otra cosa que corregir ensoñaciones. Quizá no sea otra su misión: hacer de lastre en el globo de los sueños, argumentar contra la fantasía", 117

“En esos tiempos ser periodista se había vuelto ya un privilegio. Los jóvenes en paro se apretaban en la puerta de los periódicos como jornaleros a la espera de que un capataz se fije en ellos. Los empresarios ya pagaban sueldos de estudiante e incluso admitirían becarios gratis. Y los sindicatos no se atrevían ni a asomarse a la ventana, no les fuesen a suprimir las dietas”, 183

“Un periódico es también un sistema de poder y éste consiste en elegir una versión de la realidad, entre una amplia oferta, y sobre todo adjudicarle una importancia y un color. Es un poder, por así decirlo, sagrado. Aquí lo poderosos son los dueños, no tanto de los sustantivos, que de eso se encargan los reporteros –llamados pitufos, plumillas, remeros o cargaladrillos, según- sino de los decisivos verbos y sobre todo de los adjetivos estratégicos”, 274

“Un periodista es alguien, además –un periodista de verdad, ésa es la prueba para distinguirlos de las imitaciones-, que necesita correr, correr contra el tiempo. Si no, se oxida. Y eso duele”, 330.

Vacaciones

Uno que vuelve por otro que se va. En unos minutos comienzo vacaciones. Salud y Descanso. Claro que "un hombre a sueldo de la actualidad, con prima (e hijas) de riesgo, no descansa nunca. El descanso solo podrá ser el eterno. Es decir, cuando se decrete el fin de la actualidad. (...) Yo estaré enfermo, pero no estoy muerto". A. Espada.
 

¡A estas alturas!

Una mano inocente en el sorteo de libros de Historias de Papel. (Minuto 6, con Pedraz).

La saga de los Güitomas (Esplín Palaciego)

Cuando la Feria, de niños, íbamos ilusionados, atrevidos y hasta asustados a los cacharritos, territorio conocido en Sevilla capital, siempre tan metafórica, como “Calle del Infierno” y que aquí, en Los Palacios y Villafranca, muchos de nuestros mayores llamaban “güitomas”, sin que alcanzásemos a saber por qué ni siquiera aquellos que estábamos emparentados con los feriantes. Hasta donde mi cincuentona memoria alcanza, aquella alucinatoria sucesión de coches locos, látigos, barcos, caballitos, babis…, acompañada por el estruendo de la música bullanguera, cláxones, pitidos y los traqueteos de las estructuras metálicas, se sitúa en el Plaíllo, aunque antes, con atracciones tan modestas como dura fue la posguerra, estuvo en un rellano del Barrio Dulce, actual calle de Miguel Hernández, esquina con la de Postas. En aquella niñez y primera adolescencia, cuando algún adulto, sobre todo las madres y abuelas de mis amigos, me interrogaba -“Niño, ¿y tú de quién eres?”-, yo respondía con timidez: “De Sollo, el del taller”, si era del pueblo, o “De José, el chico”, si estaba vinculado al mundo trashumante de los festejos. A veces, para mi asombro, en uno y otro caso remataban: “Este es de la gente de los güitomas”. 

El caso es que, en efecto, soy nieto de Manolo, el del Güitoma, un astuto feriante con posesiones en el pueblo y muchos kilómetros a la espalda, que murió pocos años después de nacer yo. Aunque me comenzaba a llamar la atención aquella especie de extraño apodo, muchísimo más que resolver la incógnita me interesaba su consecuencia práctica: poder subirme gratis a los aparatos de feria de mis tíos y primos... Todo iban bien hasta que un día me dejé una de mis siete vidas en los coches de choque. 

Con el tiempo supe que el origen y significado del término también intrigaba a gran parte de los familiares que se dedicaban a estos menesteres, pero, de joven, la pereza y otras ocupaciones pudieron a la circunstancial curiosidad. Entremedias, y a caballo de los misterios de la economía del lenguaje, viajé con asombro de “plaíllo” a “pradillo”, mientras me alejaba de los cacharritos.
Volvió el asunto cuando hace unos años mi padre me contó que uno de sus sobrinos, allegado al sector y promotor de la caseta de feria Whitomas, consultó a la Familia (dicho así, en términos sicilianos; o más propio, en el del más auténtico clan gitano) si podía utilizar el apelativo para dar nombre al efímero local festivo. Lo obtuvo. Claro que la traslación fonética a la grafía del panel fue más bien estilo Wisconsi, esquina la Enramaílla. 

A principios de 2008 el marido de una colega también se sintió interesado por el asunto durante una conversación sobre nuestros respectivos pueblos. Natural de El Pedroso, en la Sierra Norte de Sevilla, allí también se utiliza güitoma para referirse a las atracciones. Tuvimos un ligero intercambio de pareceres a través del correo electrónico con esposa interpuesta, que reproduzco aligerado de referencias personales: 

ESCRIBIÓ ELLA

El Pozo de Sabiduría dice al respecto de los "güitomas" que se trata de un americanismo procedente, casi con seguridad, de Cuba, y que el único texto literario que conoce en el que se menciona la palabra con este significado es en un libro (menor, apunta el sabio) de Camilo José Cela titulado "Viaje a Andalucía" [al parecer está descatalogado]. Eso sí, dice que ha buscado la palabreja con empeño pero sin éxito porque no aparece en ningún diccionario de la lengua ni siquiera en el muy reciente Diccionario Panhispánico de Dudas.


RESPONDÍ YO

Muy cierto lo que dice el ilustre Maestro. Aquí, en la capital del Bajo Guadalquivir, se alternan "cacharritos", "cunitas" y "güitomas" entre los más viejos del lugar. No es de extrañar el origen caribeño y rumbero del término. Yo lo asocio al ritmo de algún cacharrito... Imagínatelo en La Habana: "güi-toma"... "güi-toma"...


Después de aquello realicé mis propias pesquisas, aunque sin disciplina, como evidencia que seguí sin encontrar nada en diccionario alguno, aunque ya estaba. Busqué en el todopoderoso Google sin excesivo éxito hasta que descubrí que también usó el término en cuestión uno de mis autores favoritos. En un artículo dedicado a García Hortelano, Juan en Hyderabad, publicado en El País el 2 de mayo de 1992, Juan Benet escribió: "Cuando al fin eché pie a tierra en Charminar tuve la misma impresión infantil después de una vuelta en el tiovivo, el güitoma o la montaña rusa".

Todavía el sin par Antonio Burgos lo utilizó en 1997, en un texto titulado “Aquellas ferias de septiembre”, en el que relata las fiestas de su niñez en la localidad sevillana de Guadalcanal: “Llegaban también los camiones que traían las atracciones grandes. Los güitomas, que se dividían en dos, los güitomas y los güitomitas chicos”.

Mi somera indagación iba y venía de la confusión a la luz. Parecía que güitoma lo mismo hacía referencia a todas las atracciones de feria como a una específica, aún indeterminada. No tardé en comprobar que la misma palabra se utilizaba en otras zonas de España, de la meseta hacía abajo, para referirse siempre a este tipo de instalaciones. La bruma se despejó del todo cuando dí con varios blogs y, sobre todo, con algún municipio, como Moraleja de Enmedio (Madrid), en el que era sinónimo de “sillas voladoras”. Iba cerrando el círculo.

Esas sillas voladoras era el mismo “volaó” que, al decir de mi padre, tenía mi abuelo Manolo; el mismo que instalaba en el Barrio Dulce y en el que, entre vuelta y vuelta, José el Chico cortejó a la que años después sería mi madre; el mismo con el que aparece fugazmente en la película "Cabriola", protagonizada por Marisol y dirigida por Mel Ferrer en la Feria de Sevilla de 1965. Lo que dice algún primo, una familia de artistas.

Todavía hace unos meses, ya con la mente puesta en este artículo, realicé un nuevo rastreo y volví a darme de bruces con Guadalcanal, donde no sólo Antonio Burgos se ha interesado por los güitomas. Un cronista local, José María Álvarez Blanco, indaga en tres términos del “acervo lingüístico” del municipio, uno de los cuales es el que nos emparenta y cuyo uso extiende por Toledo, Aranjuez, Trebujena y nuestro mismo pueblo. Álvarez Blanco, que en un primer momento confunde la grafía con “guaitoma”, reproduce la definición de güitoma del “Diccionario del Español Actual”, la ingente obra de Manuel Seco, Olimpia Andrés y Gabino Ramos, en su primera edición de 1999: “Diversión de feria consistente en un círculo giratorio del que penden unos asientos sujetos con cadenas”. Nuestro viejo volaó sigue girando.

El erudito fuellaor (equivalente a nuestro moñiguero), amén de lamentar la escasa presencia de nuestro vocablo en internet y su ausencia en el diccionario más fetén de nuestra lengua, el DRAE, concluye que: a) “este tipo específico de atracción de Feria parece estar en franco retroceso en España por haber sido desplazado por ingenios más sofisticados, en los que ha entrado a saco la microelectrónica, como puede verse en los Parques de Atracciones; b) la denominación guaitoma(s) [correguida luego por la correcta güitoma] parece ser privativa de Andalucía occidental y Castilla-La Mancha Central, pues en el amplio ámbito americano de nuestra lengua común, la expresión que se ha impuesto es “sillas voladoras”. 

Ciertas ambas apreciaciones, pero qué quieren que les diga, yo todavía imagino a los cubanos disfrutando por los aires al ritmo del “gui-toma”, como imagino a mi abuelo Manolo atornillando la destartalada estructura de hierro al pasar por el Barrio Dulce, como imagino a mi padre ronroneando a mi madre con el anzuelo de subirla gratis al cacharrito, como imagino a tantos feriantes (tíos, primos, amigos) que giran en el ignoto volaó de los cielos.

Coda: El segundo apellido de mi padre es Castán. Es de origen francés y procede de una familia que llegó a España haciendo el glorioso y genuino número de la Cabra, con su trompeta, su silla y toda la fanfarria. De esas, mi abuelo lió a una linda francesita, Celina, e inició una de las ramas de la no menos gloriosa y singular saga de los Sollo/Soyo, que aún rula por las ferias de la Baja Andalucía. Pero como rematan los malos artículos, esa es otra historia. 

Junio 2012

Bilis Negra (Esplín Palaciego)

Por razones que ahora trataré de explicar he pensado llamar así, Esplín Palaciego, a esta sección que abro en Manchonería por gentileza de sus bienintencionados promotores. Como en la mayoría de las presentaciones al uso comencemos por tirar del DRAE. El Diccionario de la Lengua Española, en su vigésima edición, admite el vocablo “spleen”, que en inglés original denota “bazo, hipocondría”, con una grafía que se me antoja algo bárbara, “esplín”, y lo define en estos términos: “Melancolía, tedio de la vida”. 

Otro glosario, el Panhispánico de Dudas, tras advertir de que esplín es una “voz de poco uso en la actualidad”, le añade hastío de vivir, que suma irritabilidad permanente y hasta angustia vital, según los idiomas a que recurramos. La popular Wikipedia, siempre tan socorrida, concluye: “La conexión entre spleen (el bazo) y la melancolía viene de la medicina griega y el concepto de los humores. Los griegos pensaban que el bazo segregaba la bilis negra por todo el cuerpo y esta sustancia se asociaba con la melancolía. Aunque hoy en día se sabe que no es así, la metonimia ha permanecido en el imaginario colectivo”. 

Como no podía ser de otra manera, en esa fijación inconsciente ha jugado un papel primordial el periodismo y la literatura, si han de citarse por separado. Aunque utilizada en el Romanticismo, fue el maldito Baudelaire el que le dio vuelo artístico al publicar en 1864 unos textos en el diario Le Figaro bajo el nombre de “El spleen de París”, que cinco años después aparecieron editados como “Pequeños poemas en prosa”. El epílogo del libro cierra con estos versos redentores: “Te amo, capital infame. Vosotras, ¡oh cortesanas!, / y vosotros, ¡oh bandidos!, brindáis a veces placeres / que nunca comprende el necio vulgo de gentes profanas”. 

El vocablo se divulgó en España entre los voraces lectores de prensa de la Transición Política cuando el escritor Francisco Umbral cambió el titulo de su columna diaria en El País de “Diario de un snob” a “Spleen de Madrid”. Fue a principios de 1979 y así la mantuvo hasta 1983. Allí Umbral revitalizó el lenguaje con las aportaciones de la calle recién liberada y trazó la crónica social de lo que fue la movida de aquellos intensos años desde un dandismo tan inconformista como egocéntrico. Su relato destilaba el desencanto precoz de quienes creyeron en que algún tipo de revolución era posible cuando lo que llegaba era una democracia occidental que daba continuidad en su reforma al estado de cosas del evolucionado Estado franquista. 

Situado el término y sus contextos, pensar o siquiera suponer que esta aportación a Manchonería pudiera parecerse a las obras de Baudelaire o Umbral es una tentación de la que como autor me pongo a cubierto. Otra cosa es, sin embargo, que estos tiempos propicien sensaciones y actitudes propias del esplín. Hay una desolación generalizada, una tristeza contagiosa, una profunda preocupación por lo que pasa y por lo que haya de venir. Es mucho más que melancolía romántica. Es el interrogante que prende de la mirada de los supervivientes, la inquietud ante el próximo cataclismo que puede aguardarnos a la vuelta de la esquina, el temor a que nuestros hijos, y sería una de las pocas veces en la historia, puedan llegar a vivir peor que nosotros.

Probablemente en otras épocas me hubiera sido más fácil apelar a una necesaria rebeldía, a un compromiso político de lucha, a una esperanza indeterminada pero vigorosa en la evolución de la Humanidad. Al devenir de los días sumo la edad, que no perdona, y un puñado de lecturas, y las conclusiones momentáneas son muy poco halagüeñas. Temo que, ante la debilidad y decadencia de la clase media, lo más probable es el resurgimiento del totalitarismo populista bajo todo tipo de proclamas salvadoras, antes que el maná de la utopía liberadora, tan ajeno, por otra parte, a la naturaleza humana. 

Hasta ahora las alternativas al sistema socioeconómico capitalista se han despeñado de fracaso en fracaso a lo largo del último siglo. Nunca hemos tenido constancia de la aparición de ese Hombre Nuevo anunciado tanto por la Revolución como por el Cristianismo. La reacción y el ánimo ante los aconteceres que comparto con mis conciudadanos vienen marcados, casi a partes iguales, por notables dosis de preocupación y escepticismo. No es hastío, ni angustia; no aún. Y sí, quizá, la melancolía que suaviza la impotente irritabilidad. Ya dicen por ahí que un pesimista en un optimista bien informado. 

Pero más allá de estados de ánimo individuales o colectivos, y sin renunciar a lo que pueda suceder o decidir en el futuro, tampoco es mi intención centrarme aquí en lo que habitualmente entendemos por debate político, esa esgrima tantas veces edulcorada por la garantía del sueldo, el reparto de cuotas y los consabidos refranes de “hoy por ti, mañana por mí” y “aquí paz y después gloria”. O dicho en román paladino, lo que yo quiero es escribir ocurrencias, sentimientos y sucedidos de gentes de todo pelaje, mayormente del pueblo, de mi pueblo y de sus vecinos, como yo mismo y mis circunstancias, ambos cargados de esa aflicción espiritual e intelectual que podríamos denominar esplín, tan vinculada a los humores del cuerpo como a las incomprensiones de la mente. 

Quiero decir que también existe un vértigo ante el vacío existencial, una nostalgia de lo que fuimos y hasta de lo que pudimos ser, de lo que vimos y soñamos, de las calles en que crecimos y maduramos, de los amigos y desconocidos con quienes aprendimos y compartimos. Como hicieron y hacen otros, de quien mejor escribió siempre Umbral fue de sí mismo y de su propia literatura, con la que trascendía la fosilización de un sueño. 

En sus mejores artículos los lectores aprehendíamos la compleja realidad del momento y aspirábamos, si no podíamos transformarla, a vivirla y, en algunos casos, a contarla con la intensidad, plenitud y compromiso de un yo que era uno más entre otros en la medida en que era en soledad. A ese menester me pongo con la firme osadía de intentar vencer juntos este esplín que se volverá parálisis si no lo enfrentamos con una poderosa imaginación realista.

20+10 Libros

Sigue el juego. Ahora con veinte libros (vale poesía o teatro, pero no cómics, esos tienen su propia lista) -aunque algunos hacemos trampa y ponemos más, la edad- que te hayan influenciado, cuyas historias siempre te acompañen. Ahí van:

- Obras completas, Antonio Machado: "Yo no digo mi canción / sino a quien conmigo va".

 - Poeta en Nueva York, Federico García Lorca: “Tropezando con mi rostro distinto de cada día. / ¡Asesinado por el cielo!”. (Por concretar un título; vaya otro: El Público).

- Libro del desasosiego, Fernando Pessoa: "...el sagrado instinto de no tener teorías...".

- Las personas del verbo, Jaime Gil de Biedma: "Oh innoble servidumbre de amar seres humanos, / y la más innoble / que es amarse a sí mismo!".

- Descrédito del héroe, J. M. Caballero Bonald: "Aún estamos a tiempo / de no querer salir del laberinto".

- Las rubáiyátas de Horacio Martín , Félix Grande: "Tu piel junto a mi piel, eso es lenguaje".

- El castillo, Franz Kafka: "Yo quiero ser libre siempre".

- El extranjero, Albert Camus: "Pero todo el mundo sabe que la vida no merece la pena ser vivida (...) Después que uno debe morir, es evidente que no importa cómo ni cuándo".

- Memorias de Adriano, Margarite Yourcenar: Los dioses no estaban ya, y Cristo no estaba todavía, y de Cicerón a Marco Aurelio hubo un momento único en que el hombre estuvo solo”. Un libro inspirado en esta frase de Flaubert.

- Santuario, William Faulkner: "El simple hecho de reflexionar sobre el mal, aunque sea por accidente, corrompe; no se puede traficar ni regatear con la corrupción".

- El Aleph, Jorge Luis Borges: “Arribo, ahora, al inefable centro de mi relato, empieza aquí, mi desesperación de escritor. Todo lenguaje es un alfabeto de símbolos cuyo ejercicio presupone un pasado que los interlocutores comparten; ¿cómo transmitir a los otros el infinito Aleph, que mi temerosa memoria apenas abarca?”

- Rayuela, Julio Cortázar: "Por qué no había de amar a La Maga (...) si en esa vertiginosa rayuela, en esa carrera de embolsados yo me reconocía y me nombraba”.

- Conversaciones en la Catedral, Mario Vargas Llosa: "¿Cuándo se nos jodió el Perú, Zavalita?".

- La vida breve , Juan Carlos Onetti: "Cuando me pongo a pensar sé que no te voy a conocer nunca, que no puedo tocar fondo. A veces pienso que me querés y otras que me tenés odio".

- El coronel no tiene quien le escriba, Gabriel García Márquez: “Se sintió puro, explícito, invencible, en el momento de responder: - Mierda”.

- Volverás a Región, Juan Benet: "La gente de Región ha optado por olvidar su propia historia(...) Así que la memoria nunca me trae recuerdos; es más bien todo lo contrario, la violencia contable del olvido".

- Tu rostro mañana, Javier Marías: “Qué malo es que le cuenten a uno, de todas formas, qué malo es que nos metan ideas en la cabeza... cualquier dato que registra la mente se queda en ella hasta que lo alcanza el olvido y el olvido siempre es tuerto, cualquier relato o información y también hasta la posibilidad más remota se graba, y por mucho que uno limpie y restriegue y borre, ese cerco es de los que no salen jamás”. (La trilogía inicial ya es, al fin, una única novela).

- El mal de Montano, Enrique Vila-Matas: “Recordé cómo mi generación quiso cambiar el mundo y dije que tal vez había sido mejor que aquello que soñamos no se hubiera hecho realidad”.

- Vida y destino, Vasili Grossman. El primer periodista en pisar un campo de concentración nazi evoca aquí el cerco de Stalingrado, las purgas soviéticas, el genocidio. Prohibido en la URSS, le escribe a Jruchov: “No hay sentido ni verdad en mi actual situación, en mi libertad física mientras el libro al que he dedicado mi vida está en la cárcel. (...) Pido libertad para mi libro.”

La noche de los tiempos, Antonio Muñoz Molina: “Creyéndose un escéptico, él había sido más iluso que cualquiera de ellos. (...) El sentido común era la más desacreditada de las utopías”.

- A sangre y fuego. Héroe, bestias y mártires de España, Manuel Chaves Nogales: "Yo he querido permitirme el lujo de no tener ninguna solidaridad con los asesinos. Para un español quizá sea éste un lujo excesivo". (Aquí podría figurar El laberinto español, de Gerard Brenan).

-  Juan Belmonte, matador de torosManuel Chaves Nogales: "No se enamora uno a voluntad ni a voluntad torea (...) Se torea como se es".

Homenaje a Cataluña, George Orwell: "Lo que había ocurrido en España no era una mera guerra civil, sino el comienzo de una revolución".

- Vendrán más años malos y nos harán más ciegos, Rafael Sánchez Ferlosio: "La musa nunca viene para poner la pluma o el pincel en movimiento, sino que solamente sobreviene -en caso de que quiera o pueda hacerlo- cuando una u otro ya se está moviendo". "Entre la injusticia de insultar al prójimo y la indignidad de sonreírle hay un discreto término medio: mirar para otro lado".

- Las armas y las letras. Literatura y Guerra Civil (1936-1939), Andrés Trapiello: “La tesis general de este libro es que aquella no fue una guerra civil entre dos Españas (... ) sino la determinación de dos Españas minoritarias y extremas para acabar con la otra, la mayoritaria tercera España en la que podrían haberse integrado gentes de toda condición, edad, clase  e ideología”.

- Diarios, Arcadi Espada: "La única manufactura del periodismo es la que transforma un hecho en palabras. El único programa posibles es andar y explicar lo le pasa a los hombres, uno a uno”. Luego publicó Diarios 2004 y más tarde, Periodismo práctico.

- Diario de Berlín 1934-1941, William Shirer: “En momentos así, el sentido crítico del ser humano –o, como mínimo, el de los alemanes- se pierde, y cada mentira que se pronuncia es aceptada como una gran verdad”. (Las notas ocultas a la censura de un corresponsal estadounidense en la Alemania nazi).

 

La tabla rasa. La negación moderna de la naturaleza humana, Steven Pinker: "En la mayoría de los casos, la explicación correcta estará en una interacción compleja entre la herencia y el medio: la cultura es esencial, pero no podría existir sin unas facultades mentales que permiten que los seres humanos construyan y aprendan la cultura".

- El cisne negro. El impacto de lo altamente improbable, Nassim Nicholas Taleb: “Mi idea es que algunos resultados científicos no sólo son inútiles en la vida real, porque infravaloran el impacto de lo altamente improbable (o nos llevan a ignorarlo), sino que es posible que algunos de ellos esté creando en realidad Cisnes Negros” [Hechos  muy raros, que producen un impacto tremendo y de los que inventamos explicaciones posteriores].

 

Una breve historia de casi todo, Bill Bryson. Trece mil millones de años resumidos en un relato tan ameno e instructivo como un libro de viajes.